“La sanidad no solo requiere financiación, también necesita un modelo de gestión que haga sostenible el sistema”
Con la aprobación del documento sobre ‘Estrategia farmacéutica para Europa’ en noviembre de 2020 por la Comisión Europea, se pretendía “crear un marco regulador orientado al futuro y apoyar a la industria en la promoción de la investigación y las tecnologías que llegan realmente a los pacientes para satisfacer sus necesidades terapéuticas”.
La actualización de la legislación farmacéutica de la Unión Europea es un asunto pendiente, es tarea harto complicada por lo farragoso y por el exceso de normativa con la que se tropieza a cada paso que se da.
En este proyecto de ambicioso calado, el paciente se convierte en centro de todas las miradas y para ello se requieren políticas que verdaderamente hagan del paciente el protagonista al que se debe cuidar. Mucho se viene hablando, desde hace tiempo, sobre ello, y hay que pasar de la teoría, que es brillante, a los hechos y a la realidad.
La humanización del sector sanitario es objeto de análisis por muchas consejerías de Sanidad en nuestro país, aunque requiere prácticamente de un replanteamiento general del sistema de prestación. Entre otras consideraciones, por la carencia de profesionales sanitarios que se puedan ocupar de ello y poder dedicar al paciente el tiempo necesario (mínimo) para que sea escuchado.
El fomento de la competitividad de la industria farmacéutica es otro de los pilares del proyecto europeo, que tiende a que existan programas de investigación y desarrollo, sobre todo en lo referente a medicamentos innovadores y al acceso a los mismos por parte de todos los ciudadanos, en igualdad de condiciones.
La innovación en medicamentos, con todas sus derivadas, es un factor de gran importancia, como importante es que las Administraciones cuiden de que la equidad y la universalidad puedan ser respetadas para salvaguardar un sistema justo.
Es verdad que el deseo de Europa es tener un sistema universal en todos y cada uno de los países integrante de la Unión, como es verdad que hay fervientes deseos de que se invierta más en investigación y que los medicamentos sean más seguros, eficaces y de alta calidad. Para ello, deberemos hablar más de inversión real y de sistemas de farmacovigilancia efectivos.
Todo lo anterior no solo requiere financiación, ya que, al parecer, según comentan, no hay problema -no obstante, yo soy escéptico. Los presupuestos para la sanidad pública en España son cada vez más pírricos-. También requiere de un modelo de gestión que haga sostenible un sistema que, en España -por descender a lo doméstico-, es más complicado de conseguir.
En un momento de recesión económica como la actual en toda Europa, con graves problemas en sectores estratégicos, con una deuda pública en España ‘de caballo’ y con una inflación que hace difícil hasta respirar, hablar de ‘poner un pie en Marte’ está muy bien. Pero se necesita dinero, y hoy, el dinero tiene otras preferencias gubernamentales, sabiendo y conociendo que a poco que pase el tiempo estos proyectos se quedan obsoletos porque surgirán nuevas necesidades y preocupaciones.
Este es un asunto crucial para la población y para la sanidad pública en todas sus vertientes, necesitada de subir al tren del reconocimiento para coger fuerza y respaldo -por principio, niega la importante aportación que la sanidad privada pueda dar-. Aunque me temo que estamos en el peor de los momentos para plantearnos este viaje. Europa intenta mostrar algo de acción común, pero la Unión Europea, una vez más, ha demostrado que la burocracia existente es tanta que no da para hacer las cosas importantes que necesitan los ciudadanos. Ha mostrado su bisoñez en tantas materias, sin tener previstas alternativas.
Hoy, aunque cuesta reconocerlo, tan solo se hace visible el poco apoyo del Gobierno para arreglar el descontento de ciudadanos y profesionales, que ven como, día a día, la calidad de la sanidad no mejora. Como tampoco mejoran las expectativas profesionales, no hay financiación suficiente para esto de la salud. No obstante, aunque no veamos Marte a simple vista, siempre nos queda el consuelo de saber que existe.