Visitar Japón supone una oportunidad única de adentrarse en la historia de Asia. El antiguo Imperio del Sol Naciente está compuesto por un archipiélago de islas cuya visita completa supondría planificar un viaje de varias semanas. En cada provincia, la historia milenaria del pueblo japonés permite a los turistas sumergirse en una experiencia mística capaz de trasladarnos varios siglos atrás. A su vez, las principales metrópolis ofrecen escenas futuristas en sus calles que muestran a los viandantes una vida nocturna sin parangón: neones, anime, karaokes que se mezclan con puestos callejeros.
Hokkaido, tesoros naturales
Hokkaido es una de las cuatro principales islas que conforman Japón. Está situada al norte del país y destaca por sus tesoros naturales, entre los que se encuentran 6 parques nacionales. Las granjas de flores, las aguas termales o el monte Shiretoko (cuya traducción significa “final de la tierra”) hacen de esta isla un enclave perfecto para disfrutar de la naturaleza y la cultura japonesas en una misma experiencia.
Dentro de la isla, el punto de entrada es la capital Sapporo. Es una ciudad cosmopolita que durante los meses de enero y febrero se convierte en centro de peregrinación para el pueblo japonés por su famoso festival de nieve y hielo en el que cientos de estatuas de nieve son exhibidas en varios lugares de la ciudad. Dentro de la urbe, destaca el barrio de Susukino, zona urbana de la capital que cobra gran vida durante las noches siendo el escenario principal en el que disfrutar de karaokes, eventos de arcade y discotecas. Y para llenar el paladar, el famoso callejón Ramen Yokocho con una oferta innumerable de restaurantes especializados en ramen de miso.
A menos de una hora en coche de la capital, el antiguo puerto de Otaru y la ciudad de Yoichi ofrecen un escenario arquitectónico de gran belleza a través de sus almacenes de ladrillo y antiguos edificios de los periodos Meiji y Taisho; además de contar con la famosa destilería de whisky Nikka Yoichi.
Para los amantes de los paraísos naturales, Noribetsu salvaguarda la zona de Onsen, las mejores aguas termales de Japón. Enclavadas en el Valle del Infierno, estas aguas humeantes atraen a miles de turistas todos los años. Y completando la ruta natural por la isla, el norte está coronado por el Parque Nacional de Shiretoko (un paraíso natural al que solo se puede acceder por barco o a pie); y en el sur, las ciudades ‘florales’ de Furano y Biei ofrecen un paisaje de colores único durante los meses de primavera y verano gracias a la erupción de color que se produce en sus granjas de flores.
El encanto de los pueblos del norte
Dejando atrás Hokkaido y cruzando el mar, llegamos a Honshū, la isla más grande e importante del archipiélago. Es también la isla más poblada, que además da lugar a diferentes enclaves turísticos repartidos a lo largo de sus más de 227 mil km² de superficie.
El norte, se caracteriza por la belleza rural de sus pueblos anclados en el tiempo, empezando por Aomori. Este pueblo es el punto de conexión de la isla con Hokkaidoy es el que se encuentra más al norte de la isla de Honshū. Dentro de la ciudadse pueden apreciar construcciones y ruinas con más de 2.500 años de historia. El mayor atractivo de este importante pueblo portuario está en su gastronomía (mariscos y pescados de la mejor calidad) y el Nebuta Matsuri, festival de verano que consiste en un desfile de carrozas de papel washi pintadas a mano.
Hacia el sur de la isla, en la costa oeste se encuentran otras villas antiguas de gran belleza, como el puerto petrolero de Akita o la increíble ciudad de Kanazawa, cuya visita permite trasladarse siglos atrás al cruzar sus calles con arquitectura medieval custodiadas por cerezos centenarios y con auténticas geishas caminando por las calles empedradas.
En la costa este, Nikko es el pueblo más destacado al congregar varios de los santuarios más importantes del país. Esta aldea montañosa se encuentra presidida por el majestuoso santuario Toshogu, al que acompañan otros elementos arquitectónicos de valor incalculable como el santuario Futarasan del siglo VIII, el mausoleo Taiyuinbyo o el puente Shinkyo. Una villa única por su valor histórico dentro de la cultura japonesa. Y un poco más al norte, las aguas termales Nyuto y Notoya Ryokan son una visita casi imprescindible en cualquier viaje a Japón.
Como visita diferente y curiosa: el santuario Toshogu de Nikko. Este espectacular mausoleo de Tokugawa Ieyasu cuenta con piezas arquitectónicas de gran belleza como su fantástica pagoda de cinco pisos, su precioso torii de piedra y los antiguos almacenes famosos por las tallas de madera que bañan sus paredes. Entre estas tallas, la más famosa es la de tres monos en los que uno no ve, otro no escucha y otro no habla. Una imagen curiosa que a muchos les sonará por estar escenificadas en los emojis del teléfono. Además de los macacos, existen imágenes de otros animales como elefantes o gatos copando las paredes de unos templos “bañados en oro” y pintado en colores verdes y rojizos que dan un áura único al santuario.
Antes de llegar a Tokio, la siguiente parada debe ser el templo budista de Konjikido. Este templo no solo destaca por albergar algunas de las antiguas escrituras budistas escritas después de la iluminación de Buda, sino que es una joya escultórica única en el mundo gracias a sus piezas de madera cubiertas de pan de oro e incrustaciones de madreperla.
Otro ‘tesoro arquitectónico nacional’ del norte del país se encuentra en las montañas de Dewa. Una pagoda de cinco pisos situada en el santuario formado por 3 montañas y centro de peregrinación de los practicantes de la religión Shinto.
El legado de los samuráis
No muy lejos de la ciudad de Koriyama, próximo al lago Inawashiro, se encuentra Aizu-Wakamatsu, la ciudad de los samuráis. El imponente castillo de la ciudad es el último bastión de la cultura samurái del país. Una ciudad que actuó como escenario principal del fin del periodo feudal Edo y el comienzo de la era imperial y apertura al mundo de Japón. El clan Aizu (residentes en la ciudad de Aizu-Wakamatsu) fue uno de los principales rivales del emperador durante la guerra civil, ejemplificando la lucha entre la tradición japonesa (los samuráis) y el avance internacional del ejército imperial (para los más curiosos, esta historia está recogida en la película “El último samurái” protagonizada por Tom Cruise en el año 2003). Mas allá del cine, la ciudad cuenta con importantes elementos de la historia medieval del país como el castillo Tsuruga o la escuela Aizu Hanko Nisshin-kan, donde aún se pueden ver las salas de estudio empleadas en la antigüedad y practicar la formación samurái con ejercicios de entrenamiento como la práctica del tiro con arco.
En el monte Limoriyama, se pueden contemplar tumbas de los Byakkotai (jóvenes samuráis que cometieron seppuku (ritual de suicidio) tras contemplar como su aldea y castillo ardían en llamas); el templo budista Sazae-do, los jardines Oyakuen y la residencia samurái Aizu Bukeyashiki.
Al final de esta ruta samurái, se encuentran los santuarios de Hanitsu y Kannon, y, sobre todo, el pueblo museo de Ouchi Juku. Uno de los pocos pueblos que conservan las costumbres medievales tales como la construcción de las casas minshuku con techos de paja o el lavado a mano de las prendas de ropa en los manantiales próximos al pueblo. Y como colofón a esta ruta, llegando a Tokio, se encuentra un tesoro arqueológico sin igual: la villa medieval de Narai Juku.
Tokio, la ciudad que nunca se apaga
Si la ciudad que nunca duerme es Nueva York, Tokio puede considerarse como la ciudad que nunca se apaga. Mientras que por el día se pueden visitar sus mercados, parques y templos, por las noches la ciudad se llena de luz y color a través de los miles de neones presentes en todas las calles. El mejor ejemplo de esta vida nocturna se encuentra en Akihabara. El barrio electrónico supone una de las visitas imprescindibles dentro de la capital y es el escenario perfecto para contemplar la cultura manga y anime que tanto gusta en el país. Paseando por la calle Chuo-Dori, se pueden apreciar a todos lados tiendas de electrónica y videojuegos abiertas 24 horas, oleadas de personas cruzando las calles de camino a los aclamados Pachinko (edificios con varios pisos de karaokes). Y para dormir, nada mejor que probar la experiencia de los hoteles cápsula.
Próximo a Akihabara, se encuentra Shinjuku. La parte administrativa de la ciudad destaca por su entramado de rascacielos compuestos por edificios gubernamentales, hoteles y grandes compañías. También en la zona de ocio de la ciudad, está el famoso barrio de Shibuya. Uno de los epicentros comerciales del país reconocido internacionalmente por contar con el paso de peatones más famoso del mundo por el que llegan a pasar más de 2 millones de personas al día.
Dejando a un lado la fiesta y la noche, la capital cuenta con visitas culturales más que interesantes como el templo Sensoji (protagonizado por su imponente puerta Kaminarimon), el santuario Meiji, o el imponente palacio imperial. Y para adentrarse de lleno en la cultura del país, en el estadio de Ryogoku se puede disfrutar de auténticos combates de sumo para finalizar la jornada degustando la comida tradicional elaborada en el barrio de Kameido.
Al sur de la capital, la cuidad de Kamakura cuenta con millones de visitas todos los años, especialmente por el icónico Daibutsu o Gran Buda de Kamakura del templo Kotoku-in. Cerca de este templo, se encuentran las centenares estatuas de jizo que conforman el templo Hase-dera y el santuario Tsuruoka Hachimangu.
Kioto, la esencia de la historia japonesa
Dejando atrás Tokio y continuando la ruta hacia el sur, se alza el magnético Monte Fuji. Este gran icono japonés es uno de los grandes atractivos turísticos del país. Un volcán venerado desde la antigüedad por la población local al que se le considera activo pese a llevar siglos ‘dormido’.
Como principal parada en la zona sur de la isla, se asienta la antigua capital de Japón: Kioto. La ciudad de las geishas y las maikos es para muchos la urbe más bonita de todo el país. La cantidad y calidad de los templos que se encuentran dentro de sus calles hacen de Kioto una parada obligatoria en todo viaje a Japón. La primera parada es el Santuario Fushimi Inari-Taisha. Este santuario del siglo VIII es famoso por los miles de toriis de tonos rojizos que conforman los pasillos que rodean el templo con una extensión de 4 kilómetros.
La segunda parada imprescindible en Kioto es el templo Kinkaku-ji. Este santuario zen, también conocido como Pabellón Dorado, destaca por las hojas de oro puro que recubren todas sus paredes. Los jardines exteriores, el estanque espejo de agua y la torre de oro han convertido a este santuario en Patrimonio de la Humanidad.
Kioto cuenta con infinidad de lugares de gran interés turístico cuya visita completa requiere de varios días. Aquí resumimos algunas de las actividades más recomendables: visualizar la cascada Otowa desde el imponente balcón de madera del templo Kiyomizudera; pasear por los barrios de Sannenzaka y Gion mientras se contemplan a las geishas y las maikos; entrar en el castillo de Nijo; y recorrer Arashiyama y su bosque de bambú. La oferta cultural de la ciudad es casi ilimitada haciendo de Kioto el mejor escenario del país para adentrarse en la historia japonesa.
Al sur de la ciudad, se alza la ciudad de Osaka. Una visita que pasa desapercibida para muchos visitantes pero que merece mucho la pena. La ciudad cuenta con elementos históricos destacados como el castillo y el santuario Sumiyoshi Taisha (donde uno se queda hipnotizado ante las 700 lámparas de piedra que llenan sus salas del siglo III); a los que se suman las impresionantes edificaciones de la ciudad nueva con el Umeda Sky Building como mayor atractivo.
No muy lejos de Kioto está Nara. La que fuera antigua capital del país cuenta con visitas interesantes empezando por el templo Todaiji, en cuyo interior se encuentra el espectacular Gran Buda de Nara. Además, en las medianías del templo, se puede apreciar y dar de comer a los ciervos que habitan en el parque de cerezos situado en exterior del santuario.
En el extremo sur de Honshū se encuentra una de las dos ciudades japones más conocidas por su ‘triste’ historia reciente: Hiroshima. Esta ciudad marcada por ser uno de los puntos de explosión de las bombas atómicas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial no es una visita de gran belleza, pero sí de importancia histórica. Aún se conservan edificios destruidos por la bomba, además de contar con el Museo Conmemorativo de la Paz. Próxima a la ciudad, se encuentra la preciosa isla de Miyajima, considerada Patrimonio de la Humanidad y sede del santuario de Itsukushima.
El sur de Japón, un turismo diferente
Las dos últimas islas de Japón son Shikoku y Kyushu. Como puntos de interés, ninguna de las dos islas cuenta con elementos destacados. Pero, para los más aventureros, la isla de Kyushu ofrece la ciudad gastronómica de Fukuoka (famosa por su ramen y por los puestos de comida callejeros) y Nagasaki, la segunda ciudad castigada por las bombas atómicas.
Lejos de las principales islas que conforman Japón, en una visita difícil de cuadrar en un itinerario de Japón por su ubicación, se encuentra la paradisiaca región de Okinawa. Esta región formada por 25 pequeñas islas supone un escenario único de playas y naturaleza. Un enclave perfecto para todos los amantes de las playas vírgenes y las aguas cristalinas.
El país del sol naciente es uno de esos destinos que hay que visitar sin necesidad de responder a ninguna pregunta. Uno de los países más llamativos del mundo, capaz de contentar a los diferentes tipos de turista por su amplia oferta cultural, gastronómica, de ocio y su voluptuosa naturaleza. Japón engloba toda la diversidad cultural del mundo en un reducido espacio. Un país de contrastes que permite adentrarse al mismo tiempo en la cultura milenaria, vivir la experiencia samurái o dar un ‘salto al futuro’ viviendo las noches de luz y anime de sus grandes ciudades.