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El Hospital Ruber Internacional ha participado en la identificación de un nuevo tipo de epilepsia: MOGHE

Permite así, seleccionar las mejores posibilidades de tratamiento, perfeccionarlas y avanzar en la investigación para mejorar a los pacientes que sufren esta enfermedad

El Hospital Ruber Internacional ha participado en la identificación de un nuevo tipo de epilepsia MOGHE
Por Redacción Capital

El “MOGHE” (“Mild malformation of cortical development with oligodendroglial hyperplasia and epilepsy”) es una entidad recientemente descrita que causa epilepsia frontal refractaria en la edad pediátrica.

En la última década el Programa de Epilepsia del Hospital Ruber Internacional, ha logrado un avance significativo en la investigación de trastornos neurológicos al identificar y describir un nuevo tipo de epilepsia, la displasia cortical leve con proliferación oligodendroglial (MOGHE). Una nueva enfermedad, lo cual ha permitido seleccionar las mejores posibilidades de tratamiento, perfeccionarlas y avanzar en la investigación para mejorar a los pacientes que sufren este trastorno.

Este descubrimiento de la malformación sutil de la corteza cerebral, fruto de un trabajo exhaustivo y multidisciplinario, en colaboración con otros servicios del hospital, y en paralelo con otros grupos europeos, marca un hito en la comprensión y tratamiento de esta condición debilitante.

El Dr. Antonio Gil-Nagel Rein, Jefe de Servicio Asociado de Neurología y director de la Unidad de Epilepsia del Hospital Ruber Internacional, afirma que es difícil de identificar con las pruebas de diagnóstico habituales.

Así lo explica: “En el año 2010, comenzamos a observar una serie de pacientes con unas características concretas, diferentes de las ya descritas para otros síndromes epilépticos. Se trataba de niños hasta ese momento sanos, que entre los seis meses y los tres años comenzaban con crisis epilépticas frecuentes, que conforme pasaban los meses se hacía más intensas, interferían con su neurodesarrollo y se mostraban resistentes a los medicamentos habituales en epilepsia. En los enfermos más graves las crisis daban lugar a caídas frecuentes, lesiones, pérdida de capacidades neurológicas que ya había adquirido y deterioro general. Para los padres era una tragedia ver a sus hijos en esta situación y asistir impotentes a la ausencia de remedios para su enfermedad”.

Al no haber funcionado los fármacos anticrisis, continua el neurólogo, para el control de su epilepsia y regresión del neurodesarrollo, se indicaba la realización de una serie de pruebas complementarias que en conjunto conocemos como estudio pre-quirúrgico, con vistas a evaluar si el paciente era un buen candidato para cirugía de epilepsia, con la intención de provocar una mejoría notable en sus crisis o incluso curarlas. Y aquí es donde vinieron las primeras novedades e incertidumbres.

El especialista destaca que casi todos estos pacientes venían con resonancias magnéticas cerebrales informadas como normales, y electroencefalogramas que mostraban alteraciones generalizadas, con lo cual era imposible sospechar que existía una zona del cerebro enfermo y que el resto del cerebro estaba sano.

“Parecía que todo el cerebro estaba enfermo, pero cuando nosotros estudiábamos a estos niños con nuestra perspectiva clínica, nos encontrábamos que aquello que se había considerado generalizado no lo era. En realidad, su epilepsia se originaba en un solo foco, que podía ser más o menos amplio, y que propagando al cerebro sano impedía que éste se desarrollase con normalidad o incluso causaba la perdida de funciones ya adquiridas”, reconoce el Dr. Gil-Nagel Rein.

El Hospital Ruber Internacional ha participado en la identificación de un nuevo tipo de epilepsia: MOGHE

Este experto en epilepsia y referente internacional en la asistencia, divulgación e investigación en epilepsia, subraya que una vez que tenían esta sospecha, y dirigían su atención a la zona localizada en el EEG y por los síntomas observados en sus crisis, podían apreciar alteraciones sutiles en las imágenes de resonancia magnética y el PET cerebral. “Estas alteraciones podían englobarse dentro de lo que ya conocíamos como malformaciones del desarrollo cortical, pero eran mucho menos evidentes”.

En muchos de estos pacientes la cirugía de epilepsia había sido descartada en otros centros como opción de tratamiento. “Pero a partir de observar la localización utilizando nuestro método y nuestras hipótesis, pudimos ofrecerles una cirugía bien dirigida. Todos ellos mejoraron en el control de las crisis epilépticas y en su capacidad cognitiva: mejoría de atención, aprendizaje, conducta, lenguaje o motricidad. Además, fue posible reducir la medicación anticrisis, dando lugar a mayor mejoría cognitiva”, constata el doctor.

Pasados meses o años, algunos volvían a presentar crisis, pero nunca tan graves como antes de la operación. Estos de nuevo mejoraron tras la segunda o hasta tercera intervención.

Las piezas quirúrgicas se enviaban para su análisis al microscopio al European Epilepsy Brain Bank, en la Universidad de Erlangen (Alemania), liderado por el Dr. Ingmar Blümcke, cuyo grupo había encabezado la clasificación de las malformaciones del desarrollo cortical y recibía las piezas quirúrgicas de decenas de centros europeos.

Tal y como explica el Dr. Antonio Gil-Nagel Rein, el análisis de los pacientes que describimos mostraba que se trataba de un tipo de trastorno de la migración neuronal diferente a los previamente descritos. Eran similares a las displasias corticales focales tipo 1, ya conocidas entonces, pero además en la corteza se observaban oligodendrocitos, un tipo de células gliales, no neuronales, que nunca deberían estar en ese lugar, ni en esa cantidad y que no se hallaba en otras displasias corticales.

“En los grupos de cirugía de epilepsia que participamos en estos estudios comentábamos que era algo que no se había visto nunca y no entraba dentro de las clasificaciones de entonces, por lo que podría tratarse de una nueva enfermedad”, señala Gil-Nagel.

Con toda esta información, en enero de 2017 se realizó una primera publicación científica en la revista Brain Pathology, y posteriormente otra en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, en la que participaron los Dres. Antonio Gil-Nagel y Rafael Toledano, responsables de la evaluación prequirúrgica en el Hospital Ruber Internacional.

A esta nueva enfermedad se le llamó MOGHE (siglas de Mild Malformation of Cortical Development with Oligodendroglial Hyperplasia). “MOGHE ha pasado a formar parte de la lista de enfermedades raras. Además, desde nuestro trabajo colaborativo de 2017 se han publicado numerosos artículos y hemos aprendido lecciones que ahora podemos aplicar a nuestros pacientes”, asegura el director de la Unidad de Epilepsia del Hospital Ruber Internacional.

En 2024, el centro hospitalario ha tratado con éxito a más de 15 pacientes con MOGHE, y el doctor destaca la importancia del diagnóstico y tratamiento precoz para reducir el daño neuronal por las crisis epilépticas, mejorar el desarrollo cognitivo, y mejorar la calidad de vida.

Como señala Antonio Gil-Nagel Rein, la decisión y planificación quirúrgica la realizamos con equipo multidisciplinar y con experiencia en displasias corticales. Este equipo está compuesto por neurólogos especialistas en epilepsia, médicos especialistas en genética, neurofisiología, radiología, medicina nuclear y neurocirujanos experimentados, como el Dr. Marcelo Budke de nuestra Unidad.

En este sentido, el experto puntualiza que suele ser necesario realizar resecciones amplias, para lo cual hay que conocer bien la anatomía individual de cada paciente, pues por fenómenos de plasticidad cerebral pueden haberse desplazado funciones como visión, lenguaje, motricidad, etc.

“Cuando la cirugía es eficaz solemos apreciar mejoría cognitiva y en el control de crisis precozmente”, afirma el doctor.

El especialista aclara que en ocasiones en las que no es posible extirpar la totalidad de la lesión, las técnicas bioinformáticas de reconstrucción de fuente eléctrica puestas en marcha en Unidad de Epilepsia del Ruber Internacional por el Dr. Rafael Toledano, con base en electroencefalogramas con montajes ampliados (74 electrodos en lugar de 30), permiten una resección precisa de la región más epileptógena dentro de la propia lesión.

Para finalizar, Antonio Gil-Nagel pone de relieve que el tratamiento farmacológico adecuado también es importante y debe acompañar a los pacientes desde antes de la operación. No todos los medicamentos antiepilépticos son igualmente eficaces. Aunque las crisis epilépticas no se controlen, algunos fármacos funcionan mejor que otros. “Además, ya hay ensayos clínicos con terapias más específicas para el tratamiento de esta enfermedad”, concluye.

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