Con permiso de la Inteligencia Artificial, la clave de una empresa son sus personas. Por tanto, la función fundamental es dirigir personas. Punto. ¿Quién es la persona más importante que diriges? Como decía Ghandi, “si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”. Sí, tú. Si quieres dirigir bien a tu equipo tienes que dirigirte bien a ti. Con permiso de tu ego, tu dirección de ti mismo es manifiestamente mejorable. Si crees que no, quita “manifiestamente”.
Recuerda que diriges personas para conseguir objetivos de forma eficaz. Así que, para dirigirte a ti lo primero que debes hacer es marcar tu objetivo. Según Aristóteles, “la felicidad es el sentido y la finalidad de la vida, el objetivo y el fin último de la existencia humana”.
Tal Ben-Shahar, experto en psicología positiva y liderazgo en la Universidad de Harvard, decía que para alcanzar mejores resultados en el trabajo, “la única vía es elevar los niveles de felicidad en el trabajo… Los empleados felices son más creativos y productivos”. Pero, ¿cómo lograr el objetivo de la felicidad? Primero, siendo consciente de que la felicidad depende de ti, no de lo demás, ni de los demás. Imagina un escenario en el que te despiden del trabajo, te preguntarás en ese momento si la felicidad depende de ti. La respuesta es sí, porque “te pueden quitar todas las libertades, excepto la de decidir cómo reacciones ante cualquier situación” (Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido). Segundo, conociéndote a ti mismo y, como consecuencia, a los demás. Y, tercero, gestionando y entrenando eficazmente las cuatro áreas fundamentales que tenemos todas las personas: física, mental, emocional y trascendental, de forma integral.
Física: cuida tu cuerpo, tu salud física. Lo básico: ejercicio (aeróbico, de fuerza, estiramientos), alimentación saludable y descanso. Date cuenta de que tu salud física depende también de las otras áreas. Y al revés. La OMS dice que la mayoría de las enfermedades tienen un origen o causa psicosomática; es decir, tus pensamientos y tus emociones se “somatizan” en tu cuerpo. Mental: entrena tu mente. Y controla tu mente, tus pensamientos, tu “cháchara” mental; controla al “pensador”, ese que está saltando continuamente de pensamiento en pensamiento y no te deja en paz.
"Como decía Viktor Frankl, te pueden quitar todas las libertades, excepto la de decidir cómo reacciones ante cualquier situación"
Emocional: aprende a gestionar tus emociones, tus preocupaciones. ¿Por qué te sacan de quicio algunas personas o situaciones? Y trascendental: presta atención a lo que trasciende a la persona. ¿Quién crees que eres realmente? Así lo expresó Juan Ramón Jiménez: “Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado, sin yo verlo, que a veces voy a ver y a veces olvido. El que calla, sereno, cuando hablo. El que perdona, dulce, cuando odio. El que pasea por donde no estoy. El que permanecerá de pie cuando yo muera”. En otras palabras, como mínimo, eres el observador, el testigo de ti, de los demás y del mundo.
Tu vida es como una película en la que crees ser el protagonista. Pues bien, sal de la película y siéntate en la butaca a verla, a observarla; eso sí, sin juzgarla. En física cuántica -experimento de “la doble rendija”- se demuestra que la simple observación cambia lo observado. Por tanto, observándote te cambias.
Para terminar, necesitas un plan: no “plain”, no gain. Me refiero a un plan integral personal: Concreta objetivos por cada área, especifica acciones para alcanzarlos y fija un calendario para cada acción.
¿Quieres tener razón o ser feliz? ¿Quieres estar estresado, preocupado o en paz? Spoiler: en la película El puente de los espías, un abogado estadounidense interpretado por Tom Hanks defiende a un espía ruso, para el que piden la pena de muerte. El abogado le dice: “No le veo preocupado”. El espía responde: “¿Ayudaría?” Piénsalo, digo, obsérvalo.