La mañana del 4 de septiembre de 2025 será recordada como un nuevo capítulo de incertidumbre para la alta velocidad española. Una caída del sistema informático en Adif obligó a detener trenes AVE con origen y destino Madrid, dejando estaciones como Atocha y Chamartín en un estado de confusión total. Informaciones retrasadas, pantallas sin datos y pasajeros varados fueron la tónica de un día marcado por la disrupción en uno de los transportes más emblemáticos del país.
Un fallo informático inesperado en un escenario crítico
El origen del problema fue un fallo en los servidores centrales de Adif, lo que provocó paradas espontáneas y retrasos de más de una hora según testigos, mientras los sistemas informáticos de respaldo iniciaban el restablecimiento del tráfico ferroviario. A pesar de la rápida reacción técnica, muchos viajeros vivieron largos minutos sin información concreta.
Este percance coincidió con la comparecencia del ministro de Transportes, Óscar Puente, en el Congreso. Justo mientras explicaba la situación general del sistema ferroviario, se generó una tormenta mediática que añadió presión política al incidente técnico.
La punta del iceberg: un sistema ferroviario en tensión creciente
Detrás de este incidente se esconde una realidad más compleja: una infraestructura que ha sufrido numerosas incidencias durante este verano. Fallos en catenarias, incendios en trenes y hasta robos de cable han tensionado aún más la fiabilidad del sistema.
No menos preocupante es el deterioro general de la infraestructura. Pese a inversiones millonarias en construcción, el mantenimiento no ha seguido el mismo ritmo, lo que comienza a pasar factura al AVE, antaño símbolo de puntualidad.
A esto se suman los problemas estructurales de la nueva flota Avril de Renfe, registrada en miles de incidencias y cuestionada por su fiabilidad desde su puesta en marcha.
