La reciente escalada de tensión entre Irán e Israel, iniciada a mediados de junio de 2025, ha reconfigurado de forma inmediata el panorama económico y energético mundial. Lo que comenzó como un cruce de ataques y amenazas directas, con Israel golpeando objetivos estratégicos iraníes y Teherán anunciando represalias, ha encendido todas las alertas de riesgo en los mercados financieros, energéticos y logísticos internacionales.
Uno de los factores más delicados es la implicación de terceros actores. Las amenazas de Kataib Hezbolá, una poderosa milicia chií iraquí respaldada por Irán, advirtiendo a Estados Unidos de no intervenir, complican aún más el equilibrio regional. Washington mantiene una presencia militar significativa en Oriente Medio y un paso en falso podría llevar a un conflicto multilateral, con consecuencias imprevisibles para el comercio global y los flujos de energía.
El primer impacto ha sido inmediato en los precios del petróleo. Irán es un actor clave en el suministro energético global, y cualquier interrupción en su capacidad de exportación -ya sea por sanciones, bombardeos o cierres parciales en el estrecho de Ormuz- repercute directamente en el mercado. El precio del barril de Brent ha reaccionado con subidas bruscas, alimentando la preocupación por un rebrote inflacionario global justo cuando los bancos centrales intentaban estabilizar sus políticas monetarias tras dos años de tensión.
Los efectos se han trasladado también a los mercados financieros. Las bolsas de la región, en especial el índice de Tel Aviv, han registrado caídas notables, mientras que activos tradicionales como el oro, los bonos del Tesoro estadounidense y el dólar han ganado terreno como refugios de valor. El rial iraní, por su parte, sufre una creciente presión devaluatoria, lo que agrava el aislamiento financiero del país persa y reduce su capacidad de financiación exterior.
A nivel logístico y comercial, el conflicto añade una capa extra de incertidumbre para las empresas globales. El aumento en los costes de seguros marítimos y los riesgos operativos en rutas del Golfo Pérsico y el Mar Rojo afectan no solo al petróleo, sino también a materias primas clave como gas, minerales y productos químicos. Muchas compañías ya están evaluando rutas alternativas y revisando sus contratos de suministro.
Sin embargo, algunos países productores de energía fuera de la región -como Brasil, Canadá o Noruega- podrían beneficiarse del redireccionamiento de la demanda. Asimismo, el conflicto podría acelerar las inversiones en fuentes alternativas, como hidrógeno verde o energías renovables, en regiones más estables como Europa o América Latina.
En el plano diplomático, el conflicto refuerza alianzas estratégicas. Israel ha intensificado contactos con EE. UU. y algunos países europeos, mientras que Irán podría buscar más apoyo de China o Rusia. Todo esto se da en un contexto de reorganización global de esferas de influencia, lo que convierte a este conflicto en mucho más que una disputa regional.
