La salida de Carlos Mazón deja a la Generalitat Valenciana en una situación inédita. El gobierno autonómico pierde a su presidente antes de mitad de legislatura y, con ello, se abre un abanico de posibles respuestas. No se sabe todavía si habrá sucesor designado, elecciones o una fórmula provisional, pero sí pueden dibujarse tres caminos principales.
Un relevo interno para evitar las urnas
La opción más prudente para el Partido Popular sería nombrar a un nuevo presidente y continuar la legislatura sin sobresaltos. PP y Vox conservan su mayoría en Les Corts, así que podrían elegir a un sustituto sin necesidad de elecciones. Esta vía permite ganar tiempo, mantener la estabilidad institucional y evitar una campaña electoral en mitad de la tormenta política.
El problema está dentro del propio partido: no hay un sucesor claro y algunos sectores critican la gestión de Mazón o se disputan la estrategia a seguir. Además, cualquier relevo llevará inevitablemente la etiqueta de “presidente elegido en los despachos”, algo que puede pasar factura en la calle.
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Elecciones anticipadas: riesgo o punto de partida
La otra opción es convocar elecciones. Esta vía permitiría al PP buscar un nuevo mandato fuerte y legitimado por las urnas, o incluso redibujar alianzas. Pero también es una jugada arriesgada: la imagen del partido está tocada y una parte de su electorado podría castigarlo por la gestión de los últimos meses.
La oposición vería este escenario como una oportunidad. Vox podría presionar para entrar con más fuerza o incluso plantearse ir por libre. Y partidos como PSPV o Compromís se moverían rápido para capitalizar el desgaste del gobierno.
Un gobierno provisional o más abierto de lo previsto
Existe una tercera posibilidad: un acuerdo temporal, más flexible, que no requiera un relevo automático ni elecciones inmediatas. Podría consistir en un gobierno en minoría, apoyos puntuales o incluso un pacto inesperado con otros partidos para evitar un vacío de poder.
Este modelo reduciría la tensión inmediata, pero generaría un gobierno débil, sujeto a votaciones inciertas y negociaciones constantes. Sería, en la práctica, un puente hacia algo más: una transición hasta que el panorama esté más despejado o hasta que se convoquen elecciones en mejores condiciones.
¿Qué está en juego?
Más que un nombre o un cargo, lo que se decide ahora es la estabilidad de toda la legislatura. El PP debe elegir entre resistir, arriesgar o negociar. Vox puede reclamar más protagonismo. Y la oposición espera su momento. El resultado afectará no solo al equilibrio político, sino también a la percepción ciudadana de las instituciones y a cuestiones tan concretas como presupuestos, inversiones o políticas sociales.


