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El petróleo, en jaque: las tensiones entre EE.UU. e Irán disparan las primas de riesgo

El ataque de EE. UU. a Irán ha disparado el precio del petróleo y desatado temores por el posible cierre del estrecho de Ormuz, clave para el suministro global

Por Marta Díaz de Santos

La madrugada del 22 de junio de 2025, el equilibrio energético mundial volvió a tambalearse. En una operación militar cuidadosamente planificada y ejecutada con precisión quirúrgica, Estados Unidos bombardeó tres instalaciones nucleares iraníes en Fordow, Natanz e Isfahán. La operación, bautizada como “Martillo de Medianoche”, fue presentada como una acción preventiva ante una supuesta aceleración del programa nuclear iraní y el fracaso de los canales diplomáticos.

Irán, por su parte, calificó los ataques como una agresión directa a su soberanía y prometió represalias “contundentes y duraderas”. Pocas horas después, el Parlamento iraní aprobó una moción para cerrar el estrecho de Ormuz, aunque la medida aún requiere la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad.

El impacto en los mercados energéticos fue inmediato. Los precios del crudo se dispararon entre un 4 % y un 6 % en pocas horas. El Brent, la referencia global, escaló hasta los 79,50 dólares por barril, mientras que el WTI estadounidense se situó cerca de los 77 dólares. En lo que va de junio, los futuros del Brent han acumulado una subida cercana al 18 %, impulsados por la creciente tensión geopolítica y los temores a una interrupción en el suministro. Los analistas coinciden en que, si bien el escenario más extremo -un cierre prolongado del estrecho de Ormuz- sigue siendo improbable, la posibilidad ya no es remota y ha pasado a formar parte del escenario base de riesgo que manejan los mercados.

El estrecho de Ormuz es uno de los cuellos de botella más críticos del comercio global. Por este estrecho, de apenas 33 kilómetros de ancho en su punto más estrecho, circula aproximadamente el 20 % del petróleo que se consume en el mundo y un tercio del crudo transportado por vía marítima. Su bloqueo, incluso parcial, tendría efectos devastadores sobre los precios internacionales y sobre las cadenas de suministro energéticas de Asia, Europa y Norteamérica. Goldman Sachs advierte que una interrupción significativa del tránsito marítimo en esta zona podría empujar el precio del Brent por encima de los 130 dólares por barril en cuestión de días, e incluso llevarlo hasta los 150 dólares si se confirma una escalada bélica de gran alcance.

A pesar de lo alarmante del escenario, los mercados financieros han reaccionado con una mezcla de cautela y contención. El IBEX 35 cerró ligeramente a la baja tras una apertura volátil, mientras que las acciones de empresas vinculadas a las energías renovables como Solaria o Acciona Energía sufrieron caídas moderadas.

Por otro lado, valores defensivos como Ferrovial o ACS se mantuvieron estables. En Wall Street, los futuros de los principales índices apenas corrigieron, lo que sugiere que los inversores aún no han internalizado un conflicto prolongado en la región. En cambio, los activos refugio sí han reflejado la magnitud de la amenaza: el oro superó los 2.400 dólares por onza y el franco suizo se fortaleció frente a las principales divisas internacionales.

Desde el punto de vista estructural, la situación geopolítica ha introducido una nueva prima de riesgo en el mercado del petróleo. Según cálculos de varias firmas de análisis, los precios actuales incorporan un recargo de entre 10 y 12 dólares por barril debido exclusivamente a la incertidumbre en Oriente Medio. Este nuevo contexto condiciona no solo a los productores y consumidores de crudo, sino también a los bancos centrales, que enfrentan el desafío de controlar la inflación en un entorno de precios energéticos volátiles. En Estados Unidos, la Reserva Federal podría verse forzada a mantener tipos de interés elevados durante más tiempo del previsto, mientras que en Europa el BCE ha advertido que un nuevo shock energético podría entorpecer el proceso de desinflación.

La gran incógnita es la naturaleza de la respuesta iraní. Si Irán opta por una represalia limitada -como ciberataques, sabotajes a infraestructuras o ataques puntuales a buques-, el impacto sobre el suministro global de crudo podría ser contenido y los precios tenderían a estabilizarse en torno a los 80 dólares por barril en los próximos meses. Sin embargo, si la respuesta incluye un cierre efectivo del estrecho de Ormuz o una guerra abierta por delegación en países como Yemen, Siria o Líbano, el escenario cambiaría drásticamente. En ese caso, los precios del petróleo podrían alcanzar niveles no vistos desde la crisis financiera de 2008, con consecuencias imprevisibles para la economía global.

Más allá de las cifras y los pronósticos, lo que se perfila es un nuevo ciclo de inestabilidad energética en el que los factores geopolíticos vuelven a tener un peso determinante en la formación de precios. En plena transición energética y con las economías aún recuperándose de los shocks recientes -pandemia, inflación, guerra en Ucrania-, el recrudecimiento del conflicto entre Washington y Teherán añade un factor de vulnerabilidad sistémica que podría reconfigurar las estrategias de abastecimiento, inversión y diplomacia energética a escala global.

Con la tensión en su punto más alto desde 2019, el petróleo vuelve a ocupar un lugar central en el tablero económico internacional. La pregunta ya no es si habrá impacto, sino cómo de profundo, prolongado y global será.

El precio del petróleo Brent alcanza 81,40 dólares, máximo desde enero tras ataques de EEUU a Irán

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