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Elon Musk lanza America Party para romper el bipartidismo y disputar el poder en el Congreso

El multimillonario anuncia un nuevo partido centrado en el déficit fiscal, la modernización militar con IA y la libertad individual, con una ambiciosa estrategia para 2026

Por Marta Díaz de Santos

Elon Musk, uno de los empresarios más influyentes y controvertidos del mundo, ha decidido dar un paso más allá en su implicación política. A través de una encuesta en su propia red social X -antes Twitter- Musk tanteó la posibilidad de fundar un nuevo partido político en Estados Unidos. Más de 1,2 millones de personas participaron en la consulta, y un aplastante 65 % respondió afirmativamente. A las pocas horas, Musk formalizó el anuncio y así nacía America Party, una formación que, según sus palabras, aspira a romper con el sistema bipartidista de Estados Unidos, dominado por demócratas y republicanos, y ofrecer una alternativa basada en principios de responsabilidad fiscal, libertad individual y eficiencia gubernamental.

Este nuevo movimiento no surge de forma improvisada. Musk ha sido, desde hace años, un actor político activo, aunque muchas veces en los márgenes. Ha donado dinero tanto a republicanos como a demócratas, ha mantenido relaciones complejas con Donald Trump y ha mostrado simpatías por posturas libertarias en temas como la fiscalidad, la inmigración cualificada, la regulación tecnológica o el medio ambiente. Pero su decisión de lanzar un partido propio es, sin duda, el salto más audaz hasta ahora. Lo hace, además, tras una ruptura pública con Trump, a quien apoyó en ciertos momentos pero del que ahora se distancia de forma explícita, acusándolo de haber promovido leyes fiscales irresponsables.

El desencadenante inmediato del nacimiento de America Party fue la aprobación del paquete fiscal conocido como "One Big Beautiful Bill", impulsado por sectores republicanos con apoyo demócrata. Musk criticó duramente esta ley, a la que considera un símbolo del "despilfarro institucionalizado". En su opinión, Estados Unidos vive atrapado en un sistema de partido único, donde ambas grandes fuerzas se reparten el poder sin rendir cuentas ni fomentar una verdadera innovación política. Su partido, según ha explicado, quiere ser una respuesta a esa inercia: un espacio "ni rojo ni azul", diseñado para dar voz a la "mayoría silenciosa" del país. Musk afirma que el 80 % de los estadounidenses están en el centro político, hartos de extremos y de polarización, y que nadie los representa de verdad.

En cuanto a sus pilares programáticos, America Party se construye sobre una base marcadamente tecnocrática y orientada al rendimiento. Musk propone reducir drásticamente el déficit fiscal, simplificar el aparato regulador, modernizar el ejército a través de la inteligencia artificial, fomentar la natalidad con políticas de apoyo a las familias y garantizar la libertad de expresión como derecho esencial en la era digital. También se menciona la apertura a la inmigración cualificada y una revisión crítica del gasto público. No hay, por ahora, una plataforma ideológica desarrollada en profundidad, pero Musk ha dejado claro que no busca crear un partido tradicional, sino un movimiento ágil, de intervención quirúrgica.

A diferencia de otros terceros partidos que han intentado competir a nivel presidencial o nacional sin éxito, Musk se plantea una táctica muy específica: ganar entre 2 y 3 escaños en el Senado y entre 8 y 10 en la Cámara de Representantes. Con esos números, America Party podría convertirse en un voto decisivo en el Congreso, capaz de inclinar la balanza en votaciones clave. Musk ha comparado este enfoque con la maniobra militar de Epaminondas en la batalla de Leuctra: no se trata de derrotar frontalmente a los dos partidos dominantes, sino de concentrar recursos en puntos estratégicos donde su influencia pueda ser decisiva.

No obstante, las dificultades son numerosas. El sistema electoral estadounidense está diseñado para favorecer a las dos grandes formaciones, y los requisitos legales para que un tercer partido acceda a las papeletas en los 50 estados son extremadamente complejos. Cada estado impone condiciones distintas: número de firmas, fechas límite, tasas administrativas… A esto se suma el enorme coste de una campaña electoral efectiva, incluso a nivel congresual. Musk ha insinuado que destinará recursos propios y buscará financiación alternativa, pero el desafío logístico sigue siendo monumental.

Las reacciones políticas y empresariales no se han hecho esperar. Donald Trump, al conocer el anuncio, calificó a Musk como "ridículo" y advirtió que podría enfrentar represalias o presiones si intenta interferir en la base electoral republicana. Por otro lado, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue tajante: "Elon debería concentrarse en sus empresas. Sus consejos de administración no están contentos con esta aventura política". Esta tensión entre la figura empresarial y la figura política de Musk añade una capa de incertidumbre: ¿podrá compatibilizar la dirección de Tesla, SpaceX, Neuralink y X con la construcción de una maquinaria política viable?

A pesar de las dudas, hay voces que se suman al proyecto. El empresario Mark Cuban se ha mostrado dispuesto a colaborar con la infraestructura de acceso a papeletas, y figuras como Anthony Scaramucci han declarado que apoyarían la iniciativa si se confirma su seriedad. También se rumorea un posible contacto con Andrew Yang y su Partido Forward, con quienes podría haber una futura convergencia.

En el fondo, lo que Musk está planteando es una disrupción conceptual: aplicar la lógica de las startups (agilidad, eficiencia, escalabilidad) a la política institucional. Como si el Congreso fuera una empresa que necesita modernizar su gobernanza, racionalizar su presupuesto y alinearse con objetivos de impacto.

Queda por ver si este nuevo partido será algo más que un fenómeno mediático. Musk ha demostrado en el pasado su capacidad para convertir ideas improbables en realidades concretas, desde lanzar cohetes reutilizables hasta revolucionar la industria automotriz. Pero la política tiene sus propias reglas, y no siempre obedece a la lógica del mercado. Lo que sí está claro es que America Party ya ha alterado la conversación pública. Y, en un sistema acostumbrado al binomio rojo-azul, cualquier sacudida con ese nivel de visibilidad es, como mínimo, un terremoto político.

 

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