La Moncloa fue ayer escenario de dos comparecencias que, lejos de disipar las tinieblas que cubren a España desde el gran apagón, sembraron aún más interrogantes. Pedro Sánchez, visiblemente serio, compareció por primera vez al mediodía, en una rueda de prensa breve y por la noche volvió a hablar ante los medios.
En ambas ocasiones, el presidente transmitió un mensaje principal: se pide calma, pero no se descarta ninguna hipótesis. "Todavía se están estudiando las causas; es mejor no especular", insistió Sánchez. "No descartar nada" fue, más que una postura, un mantra que repitió para marcar el tono de estas horas críticas.
El Gobierno, según explicó, trabaja en tres frentes: asegurar el suministro básico a la población más vulnerable, investigar el origen del apagón y coordinarse con socios europeos en busca de respuestas. Y, mientras tanto, millones de hogares en todo el país se preparaban, resignados, para una segunda noche a oscuras.
La segunda intervención del día, más extensa y detallada, dejó claro que el Ejecutivo maneja un abanico amplio de posibilidades: desde un fallo técnico de proporciones inéditas hasta posibles sabotajes. "Estamos en contacto permanente con las autoridades comunitarias", dijo el presidente, abriendo la puerta a que las causas pudieran tener, también, ramificaciones fuera de nuestras fronteras.
Los titulares de la jornada, resumidos como en un eco de la crisis, dejaron poco espacio para la esperanza inmediata: se siguen estudiando las causas; es mejor no especular; aún no se ha descartado ninguna posibilidad; el suministro podría no restablecerse del todo esta noche; se trabaja en todas las hipótesis; colaboración máxima con socios europeos.
Hoy, España amanece bajo el mismo signo de incertidumbre, con una única certeza: el Gobierno, como el país entero, todavía camina a tientas en busca de respuestas.
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