El 15 de enero de 2026, Cristina Álvarez Guil se convertirá en la nueva presidenta de El Corte Inglés, en un relevo decidido por el propio consejo y propuesto por su hermana mayor, que llevaba seis años en el cargo.
Su presidencia será no ejecutiva y se enmarca en un proceso que la compañía describe como “ordenado, estable y de continuidad”. Más que un simple cambio de silla, es el movimiento clave en una historia de familia, poder, discreción y de un modelo de grandes almacenes que intenta reinventarse sin perder su apellido.
Hasta ahora, el gran público apenas ponía cara a Cristina. La figura visible era Marta Álvarez, primera mujer en presidir la compañía desde 2019 y responsable de pilotar su saneamiento financiero y la mejora de resultados tras los años más duros para el comercio físico.
Hoy, entre ambas, controlan en torno al 18,4 % de El Corte Inglés a través de la sociedad Cartera de Valores IASA, junto a su tío César Álvarez, y forman el núcleo duro de un bloque familiar femenino que, sumado a la Fundación Ramón Areces y otros clanes, asegura que el poder último siga en manos de la estirpe de Isidoro.
El relevo se produce justo después de la aprobación de un Plan Estratégico 2025–2030 que prevé unos 3.000 millones de inversión en remodelación de centros, refuerzo de la logística y aceleración de la transformación digital, y coincide con el nombramiento de Santiago Bau como nuevo director general tras la salida del consejero delegado Gastón Bottazzini.
Quienes la conocen la describen como discretísima, siempre en segundo plano, poco amiga de las cámaras, pero con una influencia creciente en las decisiones estratégicas. Su estilo encaja bien con la función que ahora asume: bajo perfil mediático, mirada larga y una posición de puente entre la propiedad, el consejo y la gestión ejecutiva.
Sus prioridades encajan con los grandes retos del grupo: revalorizar el patrimonio inmobiliario sin diluir la esencia del gran almacén, impulsar la marca propia en moda, belleza y hogar, que ya tira con fuerza de las ventas, y consolidar la mejora de márgenes y la reducción de deuda que han permitido al grupo recuperar músculo financiero.
A su lado, un director general con perfil financiero y experiencia en banca de inversión, Santiago Bau, pilotará la ejecución del plan estratégico mientras ella ejerce de árbitro y rostro institucional.
Marta seguirá en el consejo y en las marcas propias de Moda y Hogar; Cristina asumirá la presidencia; la Fundación Ramón Areces seguirá actuando como gran custodio de la casa. Todo parece pensado para que el mensaje sea claro: cambio, sí, pero sin ruptura.
La imagen pública seguirá siendo la de una mujer discreta, poco amiga de los perfiles altisonantes, alejada del empresariado show.
Pero detrás de esa discreción hay años de trabajo en centros, marcas y ladrillos. Si algo nos enseña este nombramiento es que la hermana que hasta ahora apenas aparecía en la foto llevaba tiempo dibujando, desde dentro, el futuro de El Corte Inglés. Ahora, su firma también estará en la placa de la presidencia.


