Economía

EE. UU. refuerza su músculo arancelario: 50.000 millones en un trimestre y una nueva estrategia comercial en marcha

Una recaudación récord en derechos de importación reconfigura las tensiones globales y consolida la influencia estadounidense en las cadenas de suministro

Por Marta Díaz de Santos

Estados Unidos ha recaudado cerca de 50.000 millones de dólares en aranceles durante el segundo trimestre de 2025, una cifra sin precedentes que consolida un giro estratégico en su política comercial. En lugar de limitarse a proteger sectores específicos o equilibrar balanzas comerciales, están utilizando esta herramienta como palanca de presión diplomática y como motor para reconfigurar las cadenas de suministro.

La cifra, que representa una media de más de 550 millones diarios, procede mayoritariamente de sectores estratégicos como el acero, la electrónica, la automoción y determinados productos farmacéuticos. Estos ingresos, lejos de quedarse en los balances fiscales, se están destinando a reforzar la infraestructura productiva doméstica, ofrecer incentivos a la relocalización industrial y consolidar alianzas con países "amigos" a través del friendshoring.

Un arma económica con múltiples efectos

A nivel interno, la política arancelaria ha generado un debate intenso. Aunque los aranceles técnicamente se aplican a las importaciones, son las empresas estadounidenses -y por extensión los consumidores- quienes acaban absorbiendo los sobrecostes. En productos sensibles como chips, maquinaria o fertilizantes, se están observando subidas de precios que podrían tener efecto arrastre sobre otros sectores.

Pese a ello, desde la Administración se insiste en que los beneficios a medio plazo superan con creces el impacto inmediato. La estrategia ha permitido canalizar fondos hacia subsidios manufactureros, créditos fiscales y fondos de modernización industrial. Además, ha servido como catalizador para que cientos de empresas reconsideren su dependencia de proveedores asiáticos, especialmente de China.

Este endurecimiento arancelario, aunque bien recibido por parte del tejido industrial estadounidense, ha generado fricciones con varios socios comerciales. China ha respondido con medidas simbólicas, mientras que la Unión Europea estudia contramedidas si no se alcanza un consenso en la OMC. En paralelo, países como México, India o Vietnam están aprovechando el escenario para posicionarse como nuevos proveedores estratégicos para EE. UU.

¿El inicio de una nueva globalización?

Lo que está en juego no es solo un aumento en la recaudación, sino una redefinición estructural del comercio internacional. En esta nueva fase, la eficiencia ha dejado de ser el único criterio para organizar la producción global. Hoy pesan más la resiliencia, la soberanía tecnológica, la cercanía geopolítica y el control de recursos críticos.

Sectores como el de los microchips, la automoción eléctrica, las telecomunicaciones y la defensa ya están reorganizando sus cadenas en bloques geoeconómicos. La política de aranceles de EE. UU. actúa como detonante y eje de esta transición.

El reto será mantener el equilibrio entre presión externa y sostenibilidad interna. La inflación general se mantiene contenida (2,2 % interanual), pero los riesgos de contagio son reales. Y aunque el crecimiento de la recaudación puede parecer una victoria económica, también puede abrir una nueva etapa de proteccionismo mutuo que condicione el crecimiento global.

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