La economía estadounidense sigue destacándose por su crecimiento de productividad, particularmente en comparación con Europa y Japón, y su liderazgo en los mercados financieros globales continúa siendo evidente. Sin embargo, desde principios de 2025, la volatilidad en el mercado de renta variable de EE.UU., la caída del valor de los bonos y la debilidad del dólar han alimentado debates sobre un posible declive del denominado “excepcionalismo estadounidense”. Analistas financieros señalan que, a pesar de estas correcciones, no existe una alternativa clara al dólar como moneda de reserva internacional.
La libra esterlina, históricamente un referente global, ha perdido relevancia; el yen refleja el estancamiento de la economía japonesa, y el yuan chino enfrenta dudas sobre su seguridad jurídica. Por su parte, el euro ha sido mencionado como posible sustituto, aunque enfrenta limitaciones estructurales. La falta de una unión fiscal y bancaria completa, la dependencia de sistemas de pago vinculados a EE.UU. y la ausencia de un activo seguro de referencia han dificultado que la moneda única europea cumpla con las funciones clásicas de una divisa de reserva: medio de transacción global, unidad de cuenta y conservación de valor.
El euro digital, proyecto en desarrollo por el Banco Central Europeo (BCE), surge como una alternativa para superar estas barreras. La propuesta contempla la creación de depósitos bancarios totalmente respaldados por dinero de banco central, capaces de garantizar seguridad y estabilidad independientemente de la situación fiscal de los Estados miembros. Además, mediante tecnología de registro distribuido (DLT), estos depósitos podrían transferirse de manera electrónica sin depender de la red Swift ni de intermediarios estadounidenses, lo que permitiría pagos internacionales más rápidos y autónomos.
Expertos señalan que la implementación del euro digital también podría resolver la carencia de un activo seguro en la eurozona. Hasta ahora, instrumentos como los eurobonos o los ESBies (bonos estructurados) han enfrentado obstáculos políticos y técnicos que limitan su viabilidad. Con el euro digital, el BCE tendría la capacidad de emitir un activo seguro respaldado por bonos soberanos, ofreciendo a los inversores una alternativa comparable a los títulos de deuda pública estadounidense sin necesidad de que los Estados miembros asuman riesgos directos.
El crecimiento de la masa monetaria digital en euros podría gestionarse mediante reglas automáticas vinculadas al crecimiento económico potencial de la eurozona, evitando que la política monetaria se convierta en un instrumento discrecional. Esta característica se considera clave para dotar al euro digital de estabilidad y credibilidad internacional. Asimismo, la integración de nodos privados acreditados por el BCE permitiría que bancos y empresas verifiquen las transacciones de forma descentralizada, aumentando la eficiencia del sistema y reduciendo costos.
El debate sobre el futuro del euro y su capacidad de convertirse en moneda de reserva se intensifica en un contexto donde EE.UU. mantiene su posición dominante, pero enfrenta vulnerabilidades visibles. La caída reciente de la bolsa y la debilidad del dólar coinciden con un entorno global en el que Europa busca fortalecer su autonomía financiera. Si el euro digital logra consolidarse como medio de pago seguro y universal, podría cambiar la dinámica de los mercados internacionales, ofreciendo una alternativa viable al dólar estadounidense en transacciones y reservas globales.
Mientras tanto, los mercados observan con atención las decisiones del BCE y la evolución de la economía estadounidense. La combinación de tecnología financiera avanzada y reformas estructurales en la eurozona podría marcar un punto de inflexión en la historia de las monedas de reserva, aunque todavía quedan desafíos políticos y regulatorios por superar antes de que el euro digital logre una adopción masiva en el comercio internacional.
El oro alcanza un récord de 3.703 dólares por el posible recorte de tipos de interés de la Fed
