Mientras buena parte de Europa lidia con un crecimiento económico estancado, inflación persistente y un entorno político incierto, España se ha convertido en una inesperada protagonista de titulares positivos en la prensa internacional. Particularmente en Francia, medios de referencia como Le Monde o Les Echos no dudan en hablar de un "milagro económico español", destacando su capacidad de mantener un crecimiento sostenido con medidas que combinan impulso social y estabilidad macroeconómica.
Los datos acompañan. El Producto Interior Bruto español ha crecido un 2,8 % en el primer semestre de 2025, situando a España como la economía con mayor crecimiento entre las grandes del euro. Pero lo más llamativo para los observadores internacionales es que este avance no responde exclusivamente a factores coyunturales como el turismo o los fondos europeos, sino también a decisiones políticas consideradas "audaces".
Una de las más destacadas es la subida del Salario Mínimo Interprofesional, que se ha incrementado más de un 50 % desde 2019. Esta medida, que en otros países podría haber generado resistencia, ha ido acompañada de una buena evolución del empleo, lo que ha reforzado la idea de que mejorar el poder adquisitivo no necesariamente compromete la creación de puestos de trabajo. Junto a esta política, Francia observa con interés el debate sobre la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales, con pruebas piloto en sectores como el tecnológico o los servicios. Una apuesta por la conciliación y la productividad que podría marcar el futuro del trabajo en Europa.
Los medios franceses también han puesto el foco en la política social española como un motor económico en sí mismo. El refuerzo de programas de ayuda a familias vulnerables, la inversión en vivienda pública y las mejoras en permisos parentales y medidas de conciliación han generado un entorno más seguro para el consumo interno. Este clima de estabilidad social se ha traducido en confianza del consumidor y atracción de inversión extranjera, algo que se percibe especialmente en sectores como la energía renovable, el turismo premium y la economía digital.
En paralelo, se valora la estabilidad institucional y la capacidad del Gobierno español para alcanzar acuerdos con sindicatos y parte del empresariado. Frente a la imagen de una Europa fragmentada, España aparece como un ejemplo de gobernanza pragmática y eficaz, capaz de introducir cambios estructurales sin desencadenar grandes conflictos sociales.
Francia, con sus propias tensiones en torno a la reforma de las pensiones o el mercado laboral, mira con una mezcla de admiración e inquietud los logros españoles. Algunos editoriales han llegado a preguntarse si el modelo económico francés debería inspirarse en el sur, en lugar de mirar únicamente a Alemania o los países nórdicos. En palabras de Les Echos, “España está demostrando que se puede crecer apostando por la redistribución, sin renunciar al dinamismo económico”.
Queda por ver si esta tendencia se mantiene y se consolida. Factores como la gestión de los fondos europeos, la evolución de la inflación o la situación internacional serán determinantes. Pero lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, España ha dejado de ser el ejemplo de austeridad fallida o de crisis estructural, para convertirse en una referencia que inspira análisis, debate y, sobre todo, atención.
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