Mercados e inversión

Nueva reunión del BCE: compás de espera para los tipos de interés y foco en el mensaje de Lagarde

El encuentro de Fráncfort se produce en un momento decisivo para la eurozona, con la inflación moderada, el crecimiento debilitado y los inversores a la espera de pistas sobre los próximos movimientos

Por Marta Díaz de Santos

El Banco Central Europeo (BCE) afronta este jueves su reunión de septiembre con un desenlace ampliamente descontado por los mercados: los tipos de interés se mantendrán sin cambios, con la facilidad de depósito en el 2 % y la de crédito apenas unas décimas por encima.

La decisión, que constituye la segunda pausa consecutiva tras los recortes aplicados en la primera mitad del año, refleja la estrategia de prudencia de Fráncfort después de un ciclo restrictivo que llevó el precio del dinero a máximos de más de una década.

La inflación ha dejado atrás las tasas elevadas que marcaron 2022 y 2023, impulsadas por la crisis energética y las disrupciones en las cadenas de suministro. Gracias al descenso de los precios del gas y la estabilidad en los costes laborales, el índice armonizado se sitúa ya en torno al 2 %, nivel que coincide con el objetivo oficial del BCE.

No obstante, las presiones subyacentes no han desaparecido del todo. Los servicios continúan mostrando cierta resistencia y los bancos centrales son conscientes de que un relajamiento prematuro podría devolver las tensiones a la economía europea.

En paralelo, el crecimiento sigue siendo endeble. Alemania, la mayor economía de la eurozona, acumula trimestres de estancamiento y la actividad industrial se mantiene deprimida.

Francia avanza con dificultad y las economías del sur resisten gracias al turismo y al consumo interno, pero sin suficiente tracción para impulsar al conjunto de la región.

Este débil panorama obliga al BCE a un delicado ejercicio de equilibrio: si mantiene demasiado tiempo una política restrictiva, puede ahogar la recuperación; si la relaja antes de tiempo, corre el riesgo de perder credibilidad en la lucha contra la inflación.

Con este telón de fondo, la atención se dirige inevitablemente a la presidenta del BCE, Christine Lagarde. Su comparecencia tras la reunión será seguida con lupa por los inversores, que esperan pistas sobre el rumbo de los próximos meses.

Los analistas anticipan un mensaje neutro: firme en la defensa de la estabilidad de precios, pero con la puerta entreabierta a futuros recortes si los datos lo permiten. El lenguaje de Lagarde será clave para interpretar si el BCE considera que el actual nivel de tipos es ya suficientemente restrictivo o si todavía ve margen para ajustes adicionales.

En los mercados, la expectación se traduce en cautela. El Ibex 35 y el EuroStoxx 50 han optado por la moderación en las sesiones previas a la reunión, mientras la deuda soberana refleja estabilidad en las primas de riesgo y en la curva de rentabilidades. El euríbor, por su parte, consolida su descenso, lo que supone un alivio para millones de hipotecados en la eurozona y podría traducirse en un estímulo indirecto para el consumo privado en la recta final del año.

Los bancos comerciales también observan con atención los movimientos del BCE. Una política monetaria estable alivia la presión sobre sus balances y favorece la concesión de crédito, pero un entorno prolongado de tipos bajos limita los márgenes financieros. Por ello, el sector financiero se mueve entre la tranquilidad por la pausa y la inquietud ante un posible retorno a escenarios de rentabilidades estrechas.

A medio plazo, la mayoría de casas de análisis coincide en que Fráncfort podría reanudar los recortes a finales de 2025, siempre que la inflación permanezca en niveles próximos al objetivo y la actividad económica no repunte con fuerza.

Sin embargo, el contexto internacional introduce variables difíciles de controlar. Las tensiones comerciales con Estados Unidos, las incertidumbres geopolíticas en Oriente Medio y la volatilidad del precio del petróleo son factores que podrían alterar las previsiones actuales y obligar al BCE a recalibrar su hoja de ruta.

El contexto político también añade presión. Con las elecciones europeas recientes y un entorno de descontento social por el encarecimiento del coste de la vida, los gobiernos de la región observan con atención la política del BCE. Aunque la institución es independiente, sus decisiones tienen un impacto directo sobre la financiación de los Estados y la sostenibilidad de sus deudas, lo que explica el interés político en el tono que adopte Lagarde en su discurso.

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