Desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, la Unión Europea ha aumentado drásticamente su gasto militar, con cifras que oscilan entre un 30 % y un 50 % de incremento en algunos países. Esta tendencia, lejos de ralentizarse, ha cobrado aún más fuerza en 2025. Gobiernos como los de Bélgica, Dinamarca, Alemania o España han anunciado que alcanzarán -o incluso superarán- el objetivo del 2 % del PIB en gasto militar, alineándose con las exigencias de la OTAN y de Estados Unidos.
Sin embargo, este esfuerzo rearmamentístico europeo se encuentra atrapado en una paradoja: mientras se impulsan programas como Readiness 2030 y el fondo SAFE para promover la industria militar dentro del propio continente, la realidad es que buena parte de las compras se están concretando con proveedores estadounidenses. Según datos del SIPRI, entre 2020 y 2024, el 64 % de las importaciones de armas de los países europeos miembros de la OTAN provinieron de EE. UU., un aumento notable respecto al 52 % del periodo anterior.
La razón de fondo no es solo tecnológica. Europa, al carecer de ciertos sistemas críticos como cazas furtivos o escudos antimisiles avanzados, sigue recurriendo a gigantes como Lockheed Martin o Raytheon. De hecho, cazas F-35, sistemas Patriot o misiles HIMARS son productos estrella en muchas de las compras recientes. Países como Lituania, Alemania o Polonia han firmado contratos millonarios con EE. UU. en los últimos meses.
A todo esto se suma el nuevo acuerdo comercial firmado entre la UE y EE. UU. en julio de 2025, el cual condiciona la relajación arancelaria a compromisos europeos de compras masivas, no solo en energía, sino también en “equipamiento militar”. Aunque el monto exacto de este rubro no se ha revelado, fuentes europeas confirman que una parte sustancial del paquete -estimado en más de 600.000 millones de dólares- estará orientado a defensa. Donald Trump, que ha empujado este pacto desde la Casa Blanca, aseguró que la UE se comprometería a realizar compras de equipo militar estadounidense antes del 1 de agosto para evitar tarifas adicionales del 15 % sobre exportaciones europeas.
Este movimiento ha generado incomodidad dentro del bloque europeo. Francia y otros países piden reforzar la autonomía estratégica, advirtiendo que Europa no puede depender indefinidamente de armamento foráneo, especialmente si desea tener un papel militar autónomo. Sin embargo, la urgencia geopolítica y la presión comercial de Washington están inclinando la balanza hacia una mayor dependencia estadounidense.


