La Unión Europea aprobará un "escudo" para defenderse económicamente y competir con Rusia, China y Estados Unidos
Bruselas empieza a cambiar las reglas del juego. Aunque hasta ahora, la Comisión Europea ha intentado velar por la libre competencia en el mercado único, las nuevas normas del tablero económico que llegan desde China y Estados Unidos han obligado a Europa a cambiar su forma de pensar.
Competir con China... ¿y con Estados Unidos?
La economía China continúa al alza, a pesar de las advertencias de algunos economistas occidentales, que llevan más de un lustro pronosticando su caída. Por el momento, Pekín sigue creciendo, aunque de forma más moderada que en los últimos años. En 2023, el PIB de China creció un 5,2%, por encima incluso del 5% esperado, aunque muy por debajo de otras cifras mastodónticas como el 8,4% del año 2021, según datos del Banco Mundial.
Aún en el caso de que se diera ese posible estancamiento que los expertos llevan tiempo señalando -por el agotamiento del mercado y por la crisis inmobiliaria del país-, es indudable que el gigante asiático juega con otras reglas. Su población, su capacidad de producción, su fuerza de trabajo y la nueva industria tecnológica suponen un reto para el que la Unión Europea no parece estar preparada.
En especial si tenemos en cuenta que Bruselas depende en gran medida de las decisiones tomadas al otro lado del charco, pero en este caso en Washington. Los mercados se han acostumbrado a acatar las reglas que llegan desde la Reserva Federal (FED) americana, por lo que estos últimos años ha sido habitual encontrarnos con subidas de tipos por parte del Banco Central Europeo (BCE) poco tiempo después de las subidas norteamericanas.
La llegada al poder del presidente Joe Biden el 20 de enero de 2021 parecía dar un respiro a un mercado europeo todavía en trance por la crisis del Covid-19 y la falta de innovación continental. Desde Bruselas, se tenía la esperanza de superar el marco proteccionista que siempre había defendido Donald Trump durante su etapa como presidente. Pero nada más lejos de la realidad.
A través de la denominada Ley de Reducción de la Inflación (IRA por sus siglas en inglés), puesta en marcha en agosto de 2022, Washington pretende inyectar hasta 369.000 millones de dólares para ayudar a las empresas en la transición energética, lo que amenaza con acabar atrayendo a empresas europeas y causar toda una estampida empresarial.
La euforia se ha transformado en decepción. Biden ya ha dejado claro que está dispuesto a incentivar el despliegue de energías limpias, pero a costa de perjudicar a las empresas europeas que sólo recibirán estos subsidios en forma de créditos fiscales ilimitados si se instalan en el país.
Estas medidas sirven de igual manera para proteger sectores clave de la economía del futuro, como los coches eléctricos, las baterías o las tecnologías de la nube y la computación.
Con China controlando este mercado gracias a su monopolio sobre las tierras raras, y, con Estados Unidos implicando a Europa en sus problemáticas comerciales, guerras y sanciones a países adversarios, Bruselas ha visto necesario intervenir para salvarse a sí misma.
Bruselas por fin responde
La Unión Europea ha decidido saltarse sus propias normas para poder competir con sus adversarios económicos. Covid, Guerra de Ucrania, sanciones rusas, problemas migratorios y falta de innovación tecnológica. Son demasiados golpes para seguir haciendo las cosas de forma tan "amable".
Bruselas se ha puesto el traje de faena y ha tomado la decisión de bajar al barro. La intención del Ejecutivo es aprobar un paquete de medidas que servirá para competir contra China, Rusia y Estados Unidos. Aprobadas ayer mismo, pronto conoceremos más de cerca los detalles de esta decisión, pero ya podemos nombrar cinco medidas clave: el refuerzo de la normativa sobre inversión extranjera directa, la coordinación de los controles de exportación, el apoyo a la investigación de tecnologías de doble uso, la mejora de la seguridad de la investigación y una nueva herramienta para controlar las filtraciones de conocimientos técnicos sensibles a través de inversiones europeas en el extranjero.
¿Cómo va a funcionar este sistema? En principio, Bruselas va a obligar a los Estados miembros que todavía no lo aplican a incorporar un sistema de control de inversiones extranjeras directas en las industrias sensibles para determinar si plantean un riesgo para la seguridad europea.
La intención de Bruselas es poder incrementar la protección de sectores clave como los semiconductores, la computación cuántica, la biotecnología, la industria cero emisiones, las energías limpias y los minerales críticos. Para ello, es necesario un cambio en la regulación interna.
El Ejecutivo comunitario pretende crear un sistema unificado para todo el bloque, ya que, en la actualidad, los Estados miembros de la UE no están obligados a implantar este sistema. España, por ejemplo, sí que cuenta con estas medidas.
En el marco de las tecnologías del futuro, la Comisión quiere aplicar plenamente el Reglamento de la UE sobre control de las exportaciones de productos de doble uso y presentar una propuesta para garantizar su eficacia y eficiencia, especialmente en los asuntos relacionados con la tecnología de semiconductores.
En el seno del Parlamento Europeo no todos han recibido la noticia de la misma forma. La UE lleva meses preparando la propuesta, mientras detractores y partidarios se enfrascaban en debates sobre competencia y ayudas estatales. Es el caso de la danesa Margrethe Vestager, comisaria de Competencia, y del francés Thierry Breton, comisario de Mercado interior.
Mientras la danesa defiende la libre elección de los ciudadanos europeos, el francés aboga por abrir la mano y permitir que los países europeos inyecten dinero público para luchar contra EEUU y China en el tablero global.
De esta manera, se formarían en Europa lo que ya se conoce como "campeones europeos", empresas gigantes que apoyadas por el dinero público puedan hacer frente a las grandes corporaciones de países como Estados Unidos y China. El problema aquí es el de siempre: el miedo de que no todos los países reciban la misma inversión y de que estas medidas acaben inflando empresas francesas o alemanas, que son los países que salen mejor parados gracias a la normativa europea.
Por el momento, la UE ha decidido coger el toro por los cuernos con el fin de proteger su industria y evitar que los nuevos emprendedores hagan las maletas y pongan rumbo a lugares con más facilidad para crear estos grandes conglomerados hiper competitivos.