En los últimos meses, los mercados financieros globales han vuelto a hablar del llamado debasement trade, o “operativa de devaluación”, un término que, aunque suena moderno, tiene raíces tan antiguas como el propio dinero. Esta estrategia de inversión describe el movimiento de los capitales desde las monedas fiduciarias como el dólar, el euro o el yen, hacia activos escasos o duros, tales como el oro, la plata o el bitcoin, cada vez que los inversores perciben que los gobiernos están debilitando el valor de sus monedas mediante la impresión de dinero o el exceso de gasto público. En esencia, se trata de una apuesta contra las divisas fiat y a favor de los activos que no pueden ser “diluidos”.
El concepto de debasement no es nuevo. Históricamente, hace referencia al acto de reducir el valor o la pureza de una moneda. Uno de los ejemplos más recordados ocurrió durante el Imperio Romano, cuando los emperadores comenzaron a disminuir el contenido de plata del denario para financiar guerras y gastos públicos. Lo que comenzó con una moneda casi pura terminó siendo una pieza de cobre con apenas trazas del metal precioso, provocando una inflación descontrolada, pérdida de confianza y colapso del comercio interno. Este deterioro monetario fue tan severo que muchos historiadores lo consideran una de las causas estructurales de la crisis del siglo III d.C.
Siglos más tarde, Enrique VIII de Inglaterra repitió la jugada al sustituir el oro y la plata de las monedas por metales más baratos para financiar su lujoso estilo de vida y sus guerras. Su retrato en las monedas terminaba con la nariz cobriza al desgastarse el baño de plata, ganándose así el apodo de “Old Coppernose” (Viejo Nariz de Cobre). La moraleja es simple: cuando un gobierno debilita su moneda para financiar sus excesos, la población acaba perdiendo confianza y busca refugio en activos más sólidos.
La versión moderna del debasement trade se desarrolla en los mercados financieros actuales. Tras décadas de políticas monetarias expansivas y tipos de interés históricamente bajos, muchos inversores temen que las divisas fiduciarias estén en un proceso de devaluación silenciosa. Desde la suspensión del patrón oro en 1971 por Richard Nixon, el llamado Nixon Shock, los bancos centrales han tenido libertad total para crear dinero sin respaldo físico. Este cambio marcó el nacimiento del dinero fiat y el fin de las restricciones sobre la cantidad de moneda en circulación. Desde entonces, cada crisis -1987, 2008 o la pandemia de 2020-, ha sido combatida con nuevas rondas de liquidez, ampliando la base monetaria y reduciendo el poder adquisitivo del dinero.
En este contexto, activos con oferta limitada como el oro o el bitcoin han resurgido como refugios frente a la pérdida de valor del dinero. Bitcoin, cuyo suministro está limitado a 21 millones de unidades, representa para muchos la versión digital del oro: un activo finito, descentralizado y resistente a la inflación. Su creador, Satoshi Nakamoto, dejó en el primer bloque de la red un mensaje emblemático: “Chancellor on brink of second bailout for banks”, una crítica directa al exceso monetario posterior a la crisis de 2008. Desde entonces, muchos ven en Bitcoin una cobertura frente a la irresponsabilidad fiscal y monetaria de los gobiernos.
El debasement trade también se ve impulsado por factores estructurales recientes: el endeudamiento público récord, los déficits fiscales crónicos y la creciente interferencia política en los bancos centrales. Estados Unidos, por ejemplo, acumula una deuda cercana a los 37 billones de dólares, y su gasto continúa creciendo a un ritmo superior al del PIB. Japón, el Reino Unido, Francia y Alemania enfrentan situaciones similares. Los inversores temen que los gobiernos opten por financiar estas deudas mediante políticas inflacionarias o recortes de tasas, lo que erosiona el valor de las divisas y favorece el ascenso de los activos refugio.
No es casualidad que, en este entorno, el oro haya alcanzado máximos históricos de más de 4.000 dólares por onza y que Bitcoin se acerque a los 125.000 dólares por unidad. Los fondos cotizados (ETF) respaldados por oro registran entradas récord, mientras que los flujos institucionales hacia productos de Bitcoin han superado los 3.000 millones de dólares en una sola semana. La tendencia es clara: los inversores buscan alejarse del dinero que se devalúa para refugiarse en lo que no puede imprimirse.
La bolsa teme al debasement trade porque, en el fondo, implica una pérdida de confianza en el sistema financiero tradicional. Cuando los inversores venden acciones o bonos para comprar oro o criptomonedas, están expresando su escepticismo hacia la estabilidad de las políticas monetarias y fiscales. Esta huida hacia activos duros puede generar volatilidad, caída de los mercados de renta variable y tensiones en el crédito.
