Economía

Tesla, aranceles y déficit: así se ha quebrado la alianza Musk-Trump

El empresario anunció este miércoles, 28 de mayo, su salida del cargo de "Empleado Especial" del Gobierno federal

Archivo - Elon Musk
Por Marta Menéndez

Elon Musk ha puesto fin oficialmente a su participación en el Gobierno de Estados Unidos, marcando el cierre de una etapa tan breve como turbulenta en su trayectoria. El empresario anunció este miércoles, 28 de mayo, su salida del cargo de "Empleado Especial" del Gobierno federal, un rol informal pero con fuerte visibilidad mediática, dentro del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), impulsado por Donald Trump en su segundo mandato. Su mensaje, publicado en su red social X, fue tan escueto como irónico: "Quiero agradecer al presidente Trump la oportunidad de reducir el gasto innecesario. La misión de DOGE se fortalecerá con el tiempo a medida que se convierta en una costumbre en todo el gobierno".

La ironía de sus palabras no ha pasado desapercibida. Su dimisión se produjo apenas 24 horas después de la difusión de una entrevista en la que Musk criticaba abiertamente el proyecto estrella de Trump: la llamada "gran y bella" reforma fiscal. En esa conversación, Musk acusó a la administración de promover una iniciativa "fiscalmente irresponsable", basada en reducciones masivas de impuestos acompañadas por un incremento alarmante del gasto público. En palabras del propio Musk, el plan era "inflacionista, electoralista y estructuralmente insostenible".

Este ataque frontal supuso el golpe final a una relación que ya venía desgastada. La alianza Musk-Trump, que en su momento generó titulares por su insólita naturaleza, había comenzado con intereses comunes: eficiencia administrativa, reducción del tamaño del Estado, impulso a la innovación tecnológica y desconfianza frente a los organismos multilaterales. Sin embargo, el entendimiento entre ambos se fue resquebrajando a medida que la retórica populista de Trump se imponía sobre cualquier racionalidad presupuestaria, y Musk veía cómo sus propuestas técnicas eran ignoradas o instrumentalizadas con fines electorales.

¿Qué papel ha jugado Musk en el Departamento DOGE?

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) fue concebido como una oficina ad hoc dentro del ala oeste de la Casa Blanca, destinada a revisar agencias federales y proponer recortes o reestructuraciones. Musk fue designado como su "coordinador general", sin rango de gabinete ni voto en el Consejo Nacional de Seguridad, pero con acceso directo al presidente y a la Oficina de Gestión y Presupuesto (OMB).

Durante sus cinco meses en el cargo, Musk propuso una batería de medidas: automatización de procesos administrativos, cierre de departamentos redundantes, evaluación de contratos de defensa y digitalización acelerada del sistema federal de recursos humanos. Pese a su perfil tecnócrata, sus recomendaciones fueron recibidas con frialdad en casi todos los departamentos. El Pentágono bloqueó sus auditorías; el Departamento de Educación rechazó cualquier intento de reforma sin pasar por el Congreso, y el Tesoro apenas aplicó recomendaciones menores sobre licitaciones electrónicas.

Así, en la práctica, el DOGE quedó reducido a una oficina simbólica con poco margen de maniobra y Musk se replegó progresivamente de las reuniones ejecutivas y comenzó a manifestar en privado su incomodidad ante lo que percibía como un "teatro de gobierno". Las filtraciones de esas conversaciones avivaron las tensiones en la Casa Blanca, y sus críticas públicas a la reforma fiscal precipitaron su caída en desgracia.

Tesla, los aranceles y el desgaste de la relación

Además de las diferencias ideológicas, el deterioro de la relación entre Musk y Trump tiene un componente claramente económico que afecta directamente a Tesla. Durante los meses en que Musk formó parte del Gobierno, su compañía enfrentó una serie de desafíos vinculados a la política comercial de Estados Unidos y a las represalias por parte de socios internacionales. Una de las principales fricciones surgió con la imposición de nuevos aranceles por parte de la Unión Europea a los vehículos eléctricos fabricados en China. Tesla produce una parte significativa de sus modelos Model 3 y Model Y para Europa en su gigafactoría de Shanghái. A raíz de los subsidios otorgados por el Gobierno chino a su industria automotriz, Bruselas impuso aranceles especiales -del 9% en el caso específico de Tesla-, lo que obligó a la compañía a anunciar un alza de precios a partir de julio de 2025 en varios mercados europeos, incluida España.

La reacción de Musk fue crítica hacia ambas partes. Desde dentro del Gobierno estadounidense, propuso sin éxito que se utilizara su oficina como punto de negociación con la UE para contener los efectos de los aranceles sobre empresas estadounidenses que producen en el extranjero. Sin embargo, el ala comercial de la Casa Blanca no respaldó sus planteamientos, priorizando una línea dura contra China en un contexto de creciente presión electoral.

A la par, la presión sobre Musk como CEO de Tesla aumentó. La compañía registró una caída del 71% en sus beneficios trimestrales, y los accionistas comenzaron a cuestionar el tiempo que el empresario dedicaba a actividades gubernamentales. En paralelo, el comité ejecutivo de Tesla instó a Musk a desligarse de compromisos políticos y concentrarse en el relanzamiento de la empresa, que además enfrenta una competencia feroz por parte de BYD, Nio y otras firmas chinas en Europa. Este entrecruzamiento entre política comercial, intereses empresariales y conflictos internos terminó de agotar la relación entre Musk y el equipo económico de Trump, que consideraba cada vez más injerencistas y problemáticas las sugerencias del magnate, especialmente aquellas que afectaban la soberanía arancelaria del país.

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