Telefónica se encuentra en un momento clave de revisión estratégica y uno de los movimientos que analiza con más detenimiento es la posible venta de su sede corporativa en Madrid, conocida como Distrito C. Este complejo, situado en el barrio de Las Tablas, al noreste de la capital y próximo a Alcobendas, constituye no solo un referente arquitectónico y de sostenibilidad, sino también uno de los activos inmobiliarios más valiosos de la multinacional. La operación, según estimaciones del mercado, podría alcanzar entre 800 y 900 millones de euros, aunque la cifra final dependería de cómo se configure el destino de algunos de sus edificios.
El Distrito Telefónica está compuesto por 15 inmuebles de entre cinco y once plantas, que suman alrededor de 200.000 metros cuadrados de oficinas, además de 190.000 metros cuadrados adicionales de accesos, zonas ajardinadas y áreas comunes. Estas características, unidas a la buena conexión de transporte, incluida la estación de metro Ronda de la Comunicación dentro del propio complejo, elevan su atractivo tanto para fondos de inversión como para patrimonialistas de gran envergadura. Entre los potenciales interesados se mencionan perfiles similares a Pontegadea, la sociedad inmobiliaria de Amancio Ortega, conocida por adquirir activos emblemáticos en España y en el extranjero.
En caso de materializarse la venta, Telefónica no tiene intención de abandonar el recinto. La compañía prevé recurrir a un modelo de Sale & Leaseback, fórmula habitual en grandes corporaciones como ING, Naturgy, Planeta, Mango o BBVA. Bajo este esquema, el grupo vendería el complejo y, simultáneamente, firmaría un contrato de alquiler a largo plazo, lo que le permitiría continuar operando con normalidad en sus instalaciones. El coste estimado de dicho arrendamiento superaría los 22 millones de euros anuales, con un precio medio de 13 euros por metro cuadrado. Este mecanismo no es nuevo para la teleco, que ya lo aplicó en 2011 con el rascacielos Diagonal Zero Zero, su sede en Cataluña.
La estrategia responde a la necesidad de la empresa de reforzar su liquidez en un contexto en el que planea posibles operaciones de crecimiento inorgánico, como la compra de Vodafone España. El propio presidente de la compañía, Marc Murtra, ha señalado en reiteradas ocasiones que cualquier movimiento de este tipo estará condicionado por una “disciplina financiera de hierro”. En este sentido, la venta de Distrito C podría aportar recursos frescos sin comprometer los ratios de endeudamiento ni la política de dividendos. Además, Telefónica podría beneficiarse de ventajas fiscales al considerar los arrendamientos como gastos operativos deducibles.
Paralelamente, la compañía estudia la venta de otros activos, entre ellos su antigua sede de Gran Vía 28, en pleno centro de Madrid. Este edificio histórico de 14 plantas, donde se ubica la tienda insignia de Movistar, podría alcanzar un precio cercano a los 300 millones de euros. La suma de ambas operaciones reforzaría la caja de Telefónica y pondría en valor su amplio patrimonio inmobiliario, parte del cual se encuentra infrautilizado.
El atractivo de Distrito C no se limita a su tamaño o ubicación. El complejo, diseñado por el arquitecto Rafael de la Hoz, se ha consolidado como un ejemplo de arquitectura sostenible. Entre sus principales credenciales medioambientales destacan los 16.000 paneles fotovoltaicos instalados en fachadas y cubiertas, que generan más de 3,6 GWh anuales, equivalentes al consumo de más de mil hogares, con una reducción de 1.600 toneladas de CO₂ cada año. Esta infraestructura permite cubrir alrededor del 18% de la demanda energética del recinto. Además, los 160.000 metros cuadrados de vidrio especial en techos y fachadas optimizan la entrada de luz natural y reducen el gasto en climatización.
Los servicios complementarios también suman valor: guarderías, gimnasios, clínicas, zonas comerciales, restaurantes, jardines e incluso un lago convierten a Distrito C en un espacio de trabajo moderno y multifuncional, diseñado para mejorar la experiencia de empleados y visitantes.
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