En los últimos meses, Tesla ha sido protagonista no solo por su posición en el mercado de los vehículos eléctricos, sino también por una creciente inestabilidad interna que amenaza su futuro. La fuga de talento que se ha producido recientemente en la empresa es una señal preocupante que coincide con un período de agitación marcado por decisiones políticas polémicas, una caída en ventas y un clima de incertidumbre corporativa.
La relación entre Elon Musk y Donald Trump ha generado una gran controversia que ha salpicado directamente la imagen pública de Tesla. Lo que comenzó como una alianza estratégica terminó en un desencuentro público que ha dañado gravemente la reputación de Musk, sobre todo en Europa, donde las ventas de la marca han experimentado una fuerte contracción durante el primer semestre de 2025. En este contexto, Tesla ha registrado una caída del 20% en los ingresos por venta de vehículos y una alarmante reducción del 71% en su beneficio neto, mientras que su producción bajó un 16% y el valor de sus acciones ha disminuido un 18% en lo que va del año.
Este escenario financiero desfavorable ha coincidido con una salida progresiva de figuras clave dentro de la empresa. La más reciente ha sido la de Troy Jones, vicepresidente de ventas, servicios y entregas para Norteamérica, quien abandonó Tesla tras 15 años en la compañía. Jones no solo era un alto ejecutivo, sino también una pieza fundamental en la gestión de los concesionarios, uno de los canales más importantes para la distribución de los vehículos de la marca en EEUU.
Su marcha se suma a una lista creciente de bajas: Omead Afshar, uno de los hombres de confianza de Musk; Jenna Ferrua, directora de recursos humanos para Norteamérica; Milan Kovac, responsable de la división de Inteligencia Artificial y del proyecto de robots humanoides Optimus; y Mark Westfall, director de ingeniería mecánica en la división de energía. Estas salidas no parecen ser meras coincidencias ni decisiones individuales sin conexión. Al contrario, forman parte de una tendencia que refleja el clima interno de inestabilidad, presión e incertidumbre que reina en la empresa desde los masivos despidos del año pasado, en los que se redujo el 10% de la plantilla.
En lugar de abordar directamente esta crisis, Musk ha optado por desviar la atención con grandes promesas de futuro. Tras visitar el centro de desarrollo creativo de Tesla en Hawthorne, California, anunció en redes sociales que la empresa está preparando “la presentación más épica de la historia” para finales de año. Aunque estas declaraciones han generado expectativas entre algunos seguidores, muchos otros las han recibido con escepticismo. No sería la primera vez que Musk lanza afirmaciones grandilocuentes que luego no se concretan.
Just left the @Tesla design studio.
Most epic demo ever by end of year.
Ever.
— Elon Musk (@elonmusk) July 14, 2025
El problema es que las promesas no están logrando ocultar la realidad: Tesla sigue dependiendo en gran medida de la venta de coches, a pesar de los intentos por pivotar hacia taxis autónomos y robots humanoides como nuevas líneas de negocio. La apuesta por productos como el Cybertruck, cuyo modelo más económico sigue sin lograr tracción en el mercado, y el relanzamiento de los modelos S y X no han sido suficientes para revertir la tendencia negativa.
Mientras tanto, Tesla está perdiendo terreno frente a sus competidores europeos y a las marcas chinas de bajo coste, que ganan cuota de mercado mes a mes. El daño reputacional derivado del vínculo político de Musk con Trump, especialmente en mercados sensibles como el europeo, no ha hecho más que acelerar este retroceso y en Wall Street, las alarmas están encendidas. Los inversores observan con preocupación cómo una compañía que durante años lideró la innovación en movilidad eléctrica parece tambalearse. La fuga de talento, en este sentido, no es solo un síntoma más, sino una clara señal de que muchos dentro de la propia Tesla ya no creen en la dirección que está tomando la empresa.
Para que Tesla recupere la confianza de empleados, consumidores e inversores, no bastará con promesas ni con presentaciones épicas. Será necesario un cambio estratégico real, acompañado de una gestión más prudente y menos centrada en las controversias personales de su CEO.
