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El origen de la guerra Ryanair-Aena: cómo una subida de tasas desató el conflicto

La aerolínea anuncia la reducción de un millón de plazas y la salida de cuatro aeropuertos españoles, marcando un pulso directo con el monopolio aeroportuario

Por Redacción Capital

El enfrentamiento entre Ryanair y Aena ha estallado en pleno inicio de septiembre, pero sus raíces se remontan a meses atrás. La chispa definitiva saltó cuando Eddie Wilson, CEO de la aerolínea irlandesa, convocó a la prensa en Madrid para anunciar un recorte drástico: un millón de plazas menos en sus rutas españolas este invierno. El motivo, según explicó, no es otro que el aumento de las tarifas aeroportuarias anunciado por Aena. La reacción de Wilson fue clara y contundente: calificó al Gobierno y al gestor aeroportuario de "no tener voluntad de colaborar".

La respuesta no se hizo esperar. Apenas tres horas después, Aena contraatacó con un comunicado inusualmente duro, firmado por su presidente, Maurici Lucena. En cinco páginas repletas de acusaciones, el gestor aeroportuario tachó a Ryanair de "deshonesta" y "chantajista", recurriendo a todo un abanico de sinónimos de la mentira: "falacias", "embustes", "sofismas". El tono, hasta ahora inédito en la relación entre ambas entidades, confirmaba que lo que estaba en juego era más que una simple discrepancia tarifaria: era una guerra abierta por el control del relato público y, en última instancia, por el modelo de aviación que España quiere sostener.

La raíz del conflicto se remonta al 30 de julio, cuando Aena presentó sus cuentas semestrales. Con beneficios en alza y previsiones de récord en pasajeros, la empresa aprovechó para anunciar la primera subida de tasas en más de una década: un 6,5% a partir de 2026, lo que equivale a 68 céntimos por viajero. Para Aena, esta cifra era casi simbólica; para las aerolíneas, encabezadas por la Asociación de Líneas Aéreas (ALA), suponía un golpe directo a su competitividad. La primera en reaccionar fue Ryanair, que advirtió que reduciría su presencia en España, sobre todo en aeropuertos regionales que ya sufren bajas ocupaciones.

Desde entonces, la tensión ha ido en aumento. Wilson volvió a cargar a finales de agosto, adelantando que anunciaría recortes inmediatos. Dicho y hecho: el 3 de septiembre confirmó que Ryanair abandonará cuatro aeropuertos españoles y reducirá capacidad en varios más. Para la aerolínea, el problema es doble: por un lado, las tasas de Aena encarecen la operativa; por otro, el Gobierno, a través del Ministerio de Consumo, mantiene un pulso regulatorio con la compañía por sus prácticas comerciales, como el cobro por equipaje de mano. En enero, la aerolínea llegó a caricaturizar al ministro Pablo Bustinduy como un “payaso”, lo que agravó el deterioro de las relaciones institucionales.

El Gobierno, por su parte, respalda a Aena. Jordi Hereu, ministro de Industria y Turismo, ha defendido que España no puede someterse "a las decisiones arbitrarias de una compañía" y que el interés general prima sobre las amenazas de retirada. Además, aseguró que ya se buscan alternativas con otras aerolíneas para cubrir el hueco que pueda dejar Ryanair.

El discurso de Aena va más allá de la defensa de sus cuentas. Lucena ha recalcado que Ryanair utiliza los aeropuertos españoles porque le conviene, no por obligación, y que el tráfico aéreo nacional no depende de una sola compañía. La low cost, en cambio, sostiene que España se rezaga frente a países como Italia o Hungría, que han reducido impuestos para atraer vuelos, mientras Aena se comporta como un "monopolio insaciable".

En paralelo, la aerolínea ha intentado suavizar su imagen ante los pasajeros con un anuncio estratégico: desde este jueves, permitirá llevar gratuitamente un equipaje de mano de mayores dimensiones que el estándar de la UE. Un gesto de aparente generosidad que busca ganarse a los viajeros mientras redobla la presión contra Aena en el plano institucional.

Sea como fuere, lo cierto es que el pulso apenas comienza. Ryanair planea invertir casi 3.000 millones en España en los próximos siete años, pero ha condicionado esa apuesta a que se congelen las tarifas y se ofrezcan incentivos al uso de combustibles sostenibles. Aena, en cambio, insiste en que su propuesta tarifaria es transparente, legal y mínima, y acusa a la aerolínea de manipular datos para sacar ventaja.

Exceltur pide al Gobierno evitar la subida de tasas de Aena por sus efectos negativos en el turismo

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