El cine clásico no es un capricho de nostálgicos; es la base de todo lo que vemos hoy. Películas como las que a continuación te presentamos, aquellas de la década de los 40, 50 y 60, siguen vigentes -y quizá deberían estarlo más nunca- porque hablan de lo esencial: el humor, el amor, la lucha y la humanidad. En una sociedad inmersa en la inmediatez y saturada de novedades, volver a estas historias es un acto de reconocimiento hacia los maestros que definieron el arte de contar.
Los clásicos del cine son pilares que definieron géneros, técnicas y formas de contar historias. Si en 2025 buscas disfrutar del séptimo arte en su estado más puro, existen algunas cintas imprescindibles que te recomendamos desde la redacción de Capital y no sólo debes ver, sino disfrutar con el respeto de quien se acerca a un arte mayor. Recopilamos una selección comentada de títulos que han resistido el paso del tiempo.
Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946)
Si alguna película define el poder transformador del cine, esa es Qué bello es vivir. Frank Capra creó un cuento de Navidad que va mucho más allá de su ambientación festiva. George Bailey, interpretado magistralmente por James Stewart, representa al hombre común que lucha por mantener sus valores en un mundo que parece premiar la avaricia. La dirección de Capra nos lleva por un viaje que culmina con un mensaje universal: la vida de una persona puede cambiar el destino de muchas.
Este clásico, que comenzó como un fracaso en taquilla, se convirtió en un símbolo gracias a las retransmisiones televisivas de los años 70. Lo que lo hace especialmente relevante en 2025 es su vigencia: en una época que nos invita al individualismo, el mensaje de comunidad y solidaridad de Capra es más necesario que nunca.
La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938)
Si el humor tiene una piedra angular en la historia del cine, Howard Hawks probablemente la cinceló con La fiera de mi niña. Esta comedia loca (screwball comedy), protagonizada por Cary Grant y Katharine Hepburn, es un torbellino de diálogos rápidos, situaciones absurdas y personajes inolvidables.
Grant, como el paleontólogo David Huxley, es el perfecto hombre serio cuya vida se pone patas arriba gracias a Susan Vance, una Hepburn en estado de gracia. Juntos protagonizan momentos hilarantes, como perseguir a un leopardo domesticado o intentar recuperar un hueso perdido.
Lo que hace de esta película un clásico inmortal es su ritmo: Hawks domina la comedia como un director de orquesta, marcando cada gag con precisión milimétrica. Si quieres entender cómo Hollywood revolucionó la comedia, aquí tienes una lección magistral.
Luna Nueva (Howard Hawks, 1940)
Howard Hawks regresa a la lista con otra joya de la comedia: His Girl Friday (traducida, sin sentido, como Luna Nueva). Esta adaptación de la obra teatral The Front Page se centra en un frenético duelo verbal entre Walter Burns (Cary Grant) y su exesposa y reportera estrella, Hildy Johnson (Rosalind Russell).
La cinta brilla gracias a sus diálogos y a la química explosiva entre Grant y Russell. Hawks dio un giro magistral al género al convertir el personaje de Hildy, originalmente masculino, en una mujer fuerte e independiente, adelantándose décadas a su tiempo. His Girl Friday es una mirada divertida y perspicaz sobre los roles de poder y la relación entre el trabajo y la vida personal con la que no pararás de reír.
Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959)
Billy Wilder fue un genio capaz de navegar por todos los géneros, pero en Con faldas y a lo loco demostró que la comedia también puede ser arte mayor. Protagonizada por Jack Lemmon, Tony Curtis y Marilyn Monroe, la película es un viaje disparatado que mezcla humor, romance y crimen en el contexto de la Gran Depresión.
El guión, escrito por Wilder y I.A.L. Diamond, es un manual de cómo estructurar una comedia. Desde su icónica frase final —“Nadie es perfecto”— hasta las situaciones hilarantes de Curtis y Lemmon disfrazados de mujeres, todo en esta película es un homenaje a la capacidad del cine para hacernos reír y reflexionar al mismo tiempo.
Un, dos, tres (Billy Wilder, 1961)
Billy Wilder era un maestro de la sátira, y con Un, dos, tres llevó el género al límite. Esta comedia frenética, ambientada en Berlín durante la Guerra Fría, disecciona con ironía las tensiones políticas de la época. James Cagney, en uno de sus últimos grandes papeles, interpreta al frenético ejecutivo de Coca-Cola que intenta mantener la paz entre capitalistas, comunistas y su propia familia.
El ritmo de la película es pura dinamita: una carrera contrarreloj de gags visuales, diálogos inteligentes y momentos brillantes que solo un genio como Wilder podía orquestar. En 2025, donde el absurdo político parece la norma, este clásico cobra nueva relevancia. Es una lección de cómo reírse de los sistemas, sin importar cuán serios quieran parecer.
Vive como quieras (Frank Capra, 1938)
Vive como quieras, también de Frank Capra, es una obra maestra que captura el choque entre los valores humanos y la lógica implacable del capitalismo. Protagonizada por Lionel Barrymore y Jean Arthur, la película celebra la alegría de vivir sin las cadenas de la avaricia.
Con un tono que mezcla comedia y drama, Capra cuenta la historia de dos familias radicalmente opuestas: una rica y atrapada por las convenciones, y otra excéntrica, que vive despreocupada y en libertad. En tiempos en los que la felicidad a menudo se mide en bienes materiales, este clásico nos recuerda que el verdadero éxito reside en hacer lo que amas.
Bola de fuego (Howard Hawks, 1941)
Cuando pensamos en comedias sofisticadas de los años 40, Bola de fuego surge como una obra imprescindible. Dirigida por el gran -y siempre brillante- Howard Hawks y escrita por Billy Wilder, esta película logra mezclar romance, humor y crimen en una trama que rebosa ingenio. Gary Cooper interpreta a Bertram Potts, un académico que, junto a otros profesores, lleva años aislado del mundo para escribir una enciclopedia. Todo cambia cuando necesitan investigar el argot contemporáneo y entran en contacto con Sugarpuss O’Shea, una cantante de club nocturno interpretada magistralmente por Barbara Stanwyck.
La química entre Cooper y Stanwyck es tan inesperada como magnética, y la película brilla al confrontar dos mundos opuestos: el puritano e intelectual frente al desenfrenado y urbano. Entre las curiosidades, destacan los diálogos agudos, fruto del talento de Billy Wilder antes de consolidarse como director. Hawks, un maestro de la comedia y el drama, logró con esta cinta una transición perfecta entre ambos géneros, dejando claro que la inteligencia no está reñida con el entretenimiento.
Casablanca (Michael Curtiz, 1942)
Pocas películas resumen mejor la magia del cine clásico que Casablanca. Dirigida por Michael Curtiz, este drama romántico ambientado durante la Segunda Guerra Mundial nos lleva al exilio y a la resistencia en la ciudad marroquí de Casablanca. Humphrey Bogart, en su icónico papel de Rick Blaine, se enfrenta a los fantasmas del pasado cuando Ilsa Lund (Ingrid Bergman), su antiguo amor, reaparece inesperadamente.
Entre las muchas razones para revisitar este filme está su guión, lleno de frases inolvidables: “Siempre nos quedará París” o “El comienzo de una hermosa amistad” se han convertido en parte del imaginario cultural. Además, la música, con “As Time Goes By” como tema central, se fusiona de manera sublime con las emociones de los protagonistas.
En este clásico universal, Curtiz logra que cada fotograma sea arte puro, combinando la épica histórica con lo más íntimo del ser humano.
Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962)
Basada en la novela de Harper Lee, Matar a un ruiseñor es una obra moral que trasciende su época. La historia, ambientada en un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos, narra el juicio de un hombre negro acusado injustamente de violación, visto a través de los ojos de Scout, la hija de Atticus Finch. Gregory Peck da vida a Finch, un abogado que encarna la integridad y la lucha contra la injusticia.
El filme, dirigido por Robert Mulligan, aborda temas como el racismo, la inocencia y la pérdida de esta última en una sociedad desigual. Una de las escenas más memorables es el discurso final de Atticus en el tribunal, donde Peck, con una interpretación majestuosa, apela a la humanidad de los jurados. De obligado visionado.
Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942)
Ser o no ser (también conocida como To Be or Not to Be) es un ejemplo perfecto del llamado “toque Lubitsch”, esa mezcla de humor sofisticado y profundidad emocional que hizo único al director. La película, protagonizada por Jack Benny y Carole Lombard, narra la historia de una compañía teatral polaca que se ve envuelta en una trama de espionaje durante la ocupación nazi.
Lo más fascinante de esta cinta es su valentía: en plena Segunda Guerra Mundial, Lubitsch se atreve a satirizar al régimen nazi, exponiendo sus absurdos mientras nunca pierde de vista el peligro real que representaban. La química entre Benny y Lombard es impecable, y los momentos cómicos no sólo funcionan como alivio, sino que también refuerzan el mensaje de resistencia y creatividad frente a la opresión.
La mujer del año (George Stevens, 1942)
Con Spencer Tracy y Katharine Hepburn como protagonistas, La mujer del año es una película que mezcla comedia y drama para explorar las dinámicas de género y las tensiones entre trabajo y vida personal. Hepburn interpreta a Tess Harding, una brillante periodista feminista, mientras Tracy es Sam Craig, un periodista deportivo que representa los valores tradicionales.
La relación entre ambos personajes, llena de enfrentamientos verbales y momentos de complicidad, muestra cómo dos mundos aparentemente incompatibles pueden aprender a coexistir. Stevens, como director, logra un equilibrio perfecto entre el humor y el análisis social, ofreciendo una película que sigue siendo relevante en sus temas.
Entre las curiosidades hay que destacar que este fue el inicio de una de las parejas más emblemáticas de Hollywood, ya que Tracy y Hepburn comenzaron una relación que duraría toda la vida.
Mi desconfiada esposa (George Cukor, 1941)
Dirigida por el gran George Cukor, Mi desconfiada esposa combina comedia de enredos y una aguda observación de las relaciones humanas. Cary Grant y Joan Fontaine protagonizan esta historia de celos y malentendidos, en la que un esposo inseguro empieza a sospechar que su mujer puede tener secretos inconfesables.
Cukor, conocido como “el director de las mujeres” por su habilidad para trabajar con actrices, saca lo mejor de Fontaine, un personaje que transita entre la dulzura y la ambigüedad. Mientras tanto, Grant demuestra una vez más su talento (y sobre esto, no hay mucho más que explicar).
12 hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957)
Pocas películas logran la intensidad de 12 hombres sin piedad, un drama judicial ambientado casi en su totalidad en una única sala. Henry Fonda lidera un reparto que encarna a los miembros de un jurado enfrentados a un caso aparentemente sencillo, pero que pronto revela las complejidades del prejuicio y la psicología grupal.
Lumet, en su debut como director de cine, utiliza la cámara de forma magistral, estrechando los encuadres a medida que la tensión crece. Este filme es una lección de guión, actuación y dirección, y sigue siendo un referente para cualquiera que busque explorar las posibilidades del cine como herramienta para el debate y la introspección.
Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940)
Con Katharine Hepburn, Cary Grant y James Stewart como protagonistas, Historias de Filadelfia es una comedia exquisita que mezcla romance, sátira social y personajes de lo más complejos. La historia, centrada en una mujer de la alta sociedad (Hepburn) a punto de casarse, explora las complejidades del amor y la percepción pública. Con su inminente boda como telón de fondo, la historia revela un desfile de personajes que encarnan, cada uno a su manera, las tensiones entre el orgullo y la vulnerabilidad. Cary Grant, con su elegancia cínica y ese aire de quien siempre sabe más de lo que dice y James Stewart, en un papel que le valió un Oscar, son el contrapeso perfecto a los vaivenes emocionales de Hepburn.
No es exagerado decir que Historias de Filadelfia sentó las bases del género de la comedia romántica moderna, pero limitarla a esa etiqueta sería una injusticia.
Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961)
Desayuno con diamantes es un icono del cine. Basada en la novela de Truman Capote, esta película nos presenta a Holly Golightly -Audrey Hepburn-, una joven excéntrica que busca casarse con un hombre rico mientras se enfrenta a un pasado tormentoso. Nadie como ella podía interpretar su personaje; a pesar de que Truman Capote, guionista, se empeñó en que fuese Marilyn Monroe quien protagonizase la cinta. El director Blake Edwards y los productores de Paramount finalmente optaron por Hepburn, una decisión que se convirtió en un punto de discordia para Capote, quien nunca quedó del todo satisfecho con el cambio (y aún nos preguntamos porqué).
¿Lo mejor? La banda sonora, la icónica primera escena de la actriz desayunando un croissant con un café en la Quinta Avenida de Nueva York, deleitándose con los diamantes del escaparate de Tiffany&Co…, y ella, claro.
Con la muerte en los talones
Alfred Hitchcock firma en Con la muerte en los talones una obra maestra del thriller, tan elegante como trepidante. Cary Grant, en uno de sus mejores papeles, interpreta a Roger Thornhill, un hombre común atrapado en un enredo de espionaje, persecuciones y giros inesperados. Desde la icónica escena del avión fumigador hasta el clímax en el Monte Rushmore, cada secuencia deslumbra con la precisión visual y narrativa del maestro del suspense.
El guión de Lehman combina humor, tensión y romance, mientras Eva Marie Saint y James Mason aportan sofisticación y misterio. Con una banda sonora de Bernard Herrmann y una fotografía impecable, es una película que no envejece. Si buscas un clásico que combine emoción, estilo y entretenimiento puro, esta es tu opción. Imprescindible.


