En 2003, cuando David Beckham fichó por el Real Madrid, su llegada fue tratada como un fenómeno de masas. Dos décadas más tarde, su valor trasciende lo deportivo. Retirado desde 2013, el inglés ha sabido reinventarse en un negocio global que no solo le mantiene en el centro del escaparate mediático, sino que le convierte en caso de estudio en escuelas de negocios. Ya no hablamos del futbolista, sino de la marca Beckham, un ecosistema empresarial con cifras propias de una multinacional.
La prueba está en los números. En 2024, el holding DRJB Holdings, que agrupa DB Ventures, Studio 99 y Seven Global, facturó 92,3 millones de dólares, con un beneficio antes de impuestos cercano a 45 millones, según sus cuentas más recientes. Entre 2024 y 2025, la compañía distribuyó más de 80 millones de dólares en dividendos, un flujo de caja que rivaliza con los salarios que Beckham percibía en su época como estrella del fútbol.
Este rendimiento es fruto de una estrategia bien planificada. En 2022, Beckham vendió el 55% de su negocio comercial a Authentic Brands Group (ABG) por unos 269 millones de dólares. Con esa operación, profesionalizó la gestión de sus derechos de imagen y aseguró la escala global necesaria para mantener su relevancia. El 45% restante continúa en manos de su sociedad familiar, Footwork Productions, lo que le permite seguir influyendo en la toma de decisiones estratégicas.
La arquitectura de la marca es clara. DB Ventures gestiona sus acuerdos comerciales con marcas de moda y consumo como Boss, Stella Artois, Safilo o Verizon. Studio 99, su productora audiovisual, ha sido clave para mantener viva la narrativa. El documental Beckham, estrenado en Netflix en 2023, debutó como número uno global en la plataforma y reforzó su alcance entre nuevas generaciones. Además, prepara nuevos contenidos, incluida una serie sobre la carrera de Victoria Beckham. Seven Global, por su parte, se centra en licencias y productos de estilo de vida.

El magnetismo digital es otro de sus pilares. Beckham cuenta con casi 89 millones de seguidores en Instagram, una cifra que lo sitúa por encima de la mayoría de clubes europeos en cuanto a alcance. Este público asegura retornos publicitarios elevados y refuerza su atractivo como embajador global. Además, su presencia mediática no se limita a redes sociales: sigue siendo portada en revistas de moda y negocios, y participa en campañas globales que lo colocan en el centro de las conversaciones culturales, algo que pocos ex deportistas consiguen mantener tras su retirada.
La inversión más visionaria, sin embargo, ha sido el fútbol estadounidense. Como copropietario y presidente del Inter Miami CF, Beckham ha visto cómo el valor del club se disparaba tras la llegada de Lionel Messi en 2023. Según estimaciones de Forbes, el equipo es ya el segundo más valioso de la MLS, con una valoración de 1.200 millones de dólares, ingresos de 180 millones y un beneficio operativo de 50 millones en 2024/25.
Aunque el porcentaje exacto de Beckham en la sociedad no se ha revelado, su participación representa hoy uno de los activos más relevantes de su cartera. Ese salto en la valoración convierte al club no solo en una fuente de ingresos deportivos, sino en un activo financiero con potencial de seguir apreciándose en los próximos años, gracias al auge del fútbol en Estados Unidos de cara al Mundial de 2026.
El prestigio institucional también alimenta la marca. En junio de 2025, Carlos III le concedió la distinción de knighthood, que lo convierte oficialmente en Sir David Beckham. Para las marcas, este reconocimiento refuerza el posicionamiento de Beckham como embajador premium y añade una capa de legitimidad que se traduce en valor económico. En Reino Unido, este honor lo sitúa a la altura de otros iconos culturales como Paul McCartney o Elton John, y en mercados emergentes refuerza la percepción de lujo y exclusividad en torno a su figura.
El camino no está exento de riesgos. Su papel como embajador del Mundial de Qatar en 2022 generó críticas y recordó lo frágil que puede ser el capital reputacional. Sin embargo, la diversificación de sus negocios y el control narrativo que ejerce a través de su productora le permiten equilibrar posibles impactos negativos. Beckham entiende que, en la economía de la atención, lo importante es mantener el relato bajo control. De hecho, su estrategia comunicativa se centra en enfatizar valores de familia, cercanía y compromiso social, mensajes que neutralizan polémicas y consolidan una imagen positiva ante el gran público.
Lo más llamativo desde la óptica económica es cómo Beckham ha convertido su imagen en un flujo de ingresos recurrentes. Sus dividendos, superiores a los 80 millones de dólares en apenas dos ejercicios, muestran que la "marca Beckham" es hoy más rentable que el propio Beckham futbolista. La diversificación -con moda, medios, licencias y deporte- convierte al exjugador en un conglomerado global que combina rentabilidad a corto plazo con un patrimonio a largo plazo en forma de club de fútbol. Es, en la práctica, un holding personal que opera con lógica de multinacional: diversifica riesgos, genera caja estable y mantiene capacidad de expansión en nuevos sectores como el bienestar, la gastronomía o el turismo deportivo.
La trayectoria de Beckham demuestra que un deportista de élite puede reinventarse en una multinacional sin balón. Si Michael Jordan abrió el camino con su alianza con Nike, Beckham ha adaptado el modelo a la era digital y del streaming, apoyado en redes sociales y contenidos propios. Su caso es ya referencia académica: cómo pasar de estrella deportiva a marca global con ingresos estables, narrativa propia y legitimidad institucional.
Escuelas como el IESE o la London Business School han llegado a incluir casos de estudio sobre el modelo Beckham, analizando cómo un activo intangible, la reputación, puede gestionarse con herramientas de gestión empresarial para producir resultados financieros comparables a los de grandes corporaciones.
A sus 50 años, Beckham es hoy un icono empresarial y cultural. Si alguna vez fue el futbolista más mediático del planeta, hoy es una empresa global que factura, reparte dividendos y capitaliza su nombre como un activo eterno. El césped quedó atrás, pero los dividendos siguen llegando. Y lo que parece claro es que, lejos de apagarse, la marca Beckham todavía tiene recorrido: ya no se trata solo de recordar a un futbolista, sino de seguir construyendo un legado empresarial que podría inspirar a toda una generación de deportistas-emprendedores.



