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Leica celebra cien años de historia

La cámara que revolucionó la forma de mirar el mundo cumple un siglo

Por Marta Díaz de Santos

La historia de Leica empieza con la intuición de un ingeniero. En 1914, Oskar Barnack, trabajador de la firma Ernst Leitz Optische Werke en la ciudad alemana de Wetzlar, tuvo la idea de miniaturizar la fotografía. Frente a las pesadas cámaras de placas y trípodes de la época, Barnack adaptó la película de cine de 35 mm a un formato portátil y ligero.

Nacía así el prototipo conocido como Ur-Leica, una máquina capaz de ser sostenida con las manos, transportada en un bolsillo y disparada en cualquier lugar. Su potencial era inmenso, pero la irrupción de la Primera Guerra Mundial obligó a posponer su producción. No fue hasta 1925, con Ernst Leitz II al frente de la compañía, cuando la primera Leica I salió al mercado. Aquel aparato de apenas 400 gramos se convirtió en una herramienta revolucionaria que abrió las puertas al fotoperiodismo moderno y a una nueva manera de entender la fotografía: espontánea, móvil, inmediata.

Durante décadas, la pequeña cámara de Wetzlar acompañó a generaciones de fotógrafos que captaron con ella guerras, revoluciones, celebraciones y retratos personales. Leica no tardó en convertirse en un símbolo cultural y en un objeto de deseo para profesionales y aficionados. Su éxito residía en un equilibrio casi perfecto entre técnica y portabilidad: la precisión de su óptica unida a la libertad de movimiento que ofrecía un dispositivo compacto. No se trataba solo de hacer fotografías, sino de capturar la vida en su transcurso, lo cotidiano y lo efímero, aquello que con cámaras anteriores resultaba inaccesible. De esta manera, Leica ayudó a cambiar para siempre la forma de mirar el mundo.

Con motivo del centenario de aquel lanzamiento de 1925, Madrid acoge ahora la gran exposición Leica. Un siglo de fotografía. La muestra se inauguró el pasado 10 de septiembre en el Teatro Fernán Gómez - Centro Cultural de la Villa, en la Plaza de Colón, y permanecerá abierta hasta el 11 de enero de 2026 con entrada gratuita. Concebida como un homenaje a la historia de la marca y a su influencia cultural, reúne un total de 174 fotografías de autores de 38 nacionalidades diferentes.

El recorrido propone un viaje emocional a través de imágenes que, más allá de la técnica, narran historias personales y colectivas. Entre los nombres presentes figuran auténticos referentes de la fotografía universal como Bruce Davidson, Elliott Erwitt, Ralph Gibson, Sebastião Salgado, Steve McCurry, Joel Meyerowitz o Jane Evelyn Atwood, junto a una representación española que incluye a Agustín Centelles, Ricard Terré, Gonzalo Juanes o Anna Turbau. La exposición pone así en diálogo generaciones y sensibilidades distintas, demostrando que el espíritu Leica ha sido capaz de trascender fronteras, lenguajes y estilos.

El visitante se encuentra no solo con copias de época y obras icónicas, sino también con material histórico que ayuda a contextualizar la importancia de la marca. Se exhiben modelos clásicos de cámaras, documentos originales y fotografías tempranas vinculadas al prototipo de 1914. Además, la propuesta va más allá del simple despliegue museográfico y se complementa con actividades paralelas que invitan a profundizar en la experiencia: desde audioguías y visitas comentadas hasta charlas especializadas y una jornada especial denominada Leica Classic Day, pensada para reunir a entusiastas y expertos en torno a la herencia de la marca.

Lo verdaderamente destacado de esta conmemoración no es solo el despliegue de nombres célebres ni la oportunidad de contemplar piezas históricas, sino la reflexión que propone sobre el legado de Leica. Sus cámaras han sido mucho más que instrumentos técnicos: han funcionado como catalizadores de una forma nueva de ver, de una estética que influyó en la construcción de nuestra memoria visual contemporánea. Buena parte de las fotografías que hoy reconocemos como esenciales de la historia del siglo XX y comienzos del XXI -escenas de conflictos bélicos, retratos de líderes políticos, iconos de la cultura popular- fueron tomadas con una Leica. Su huella es tan profunda que muchas de esas imágenes se identifican de inmediato no por el nombre de su autor, sino por el estilo, por esa sensibilidad particular que la cámara parecía facilitar.

Al recorrer la exposición madrileña, queda patente que celebrar cien años de Leica es celebrar también un siglo de fotografía en movimiento, de captación de lo fugaz, de testimonio visual de una época. La Leica I, aquella pequeña máquina nacida en 1925, se ha convertido en emblema de cómo la tecnología puede democratizar el arte y hacerlo parte de la vida diaria.

Hoy, en pleno siglo XXI y en un contexto en el que la imagen se ha vuelto omnipresente gracias a los dispositivos digitales, la exposición invita a recordar el momento en que mirar el mundo a través de un visor ligero, portátil y preciso cambió radicalmente nuestra forma de contar historias. Es un viaje hacia atrás y hacia adelante: hacia los orígenes de la modernidad fotográfica y hacia el presente, donde esas mismas imágenes siguen conmoviendo, sorprendiendo y revelando verdades que trascienden al tiempo.

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