Lifestyle

Madrid se viste de chulapo: guía viva para disfrutar San Isidro con ojos nuevos

Este reportaje no es una guía clásica. Es una forma de pasear Madrid con los ojos abiertos y los sentidos despiertos, como si fuera la primera vez, aunque ya la conozcas. Vamos a hablar de historia, de sitios donde comer sin que te estafen, de planes que no salen en los folletos. Todo con ese fondo de orquesta que a veces acompaña mejor que un Spotify premium

Por Marta Díaz de Santos

Madrid en mayo tiene algo que no se puede explicar del todo. El sol cae distinto, la ciudad respira hondo y se le escapa una sonrisa por la comisura. No es por las terrazas llenas, que también. Es por San Isidro, esa celebración que parece un guiño del pasado al presente, una forma que tiene Madrid de acordarse de quién es, aunque sea solo por unos días. Esta ciudad tiene esa magia: adopta a todo el que llega sin hacer preguntas. El centro se llena de trajes de chulapo, mantones bordados, claveles rojos y blancos, y esa mezcla de verbena, orgullo de barrio y ganas de disfrutar que tan bien define a esta ciudad. 

Bajo sus adoquines hay siglos de reyes, guerras, barrios que se inventaron solos y santos que regaban los campos mientras trabajaban poco y rezaban mucho. San Isidro Labrador, el protagonista de estas fiestas, vivió en el siglo XII. Era un campesino, dicen, que hablaba con Dios y al que le salía el agua milagrosa con solo cavar un poco. Su tumba está en la Colegiata de San Isidro, en la calle Toledo, y cada 15 de mayo, miles se acercan a pedirle cosas: salud, suerte, que no llueva ese día. Y si vas a Las Ventas durante San Isidro, verás otra cara muy tradicional de estas fiestas: los toros. La plaza, con su arquitectura imponente, es escenario de una de las ferias taurinas más importantes del mundo. 

Plaza de toros de Las Ventas

Pero San Isidro no es una fiesta religiosa, o al menos no solo. En la pradera del santo, a orillas del Manzanares, hay música, baile, puestos de comida, gente haciendo picnic como si fuera Hyde Park pero con tortilla de patatas. La escena es surrealista y perfecta: una abuela bailando chotis con su nieto mientras su hija se hace un selfie con una rosquilla en la boca. Y si paseando estos días ves a una pareja muy agarradita girando sobre sí misma 360 grados sin salirse de un ladrillo, eso se llama chotis. Es el baile más castizo de Madrid. Pero si te animas a vestirte como madrileño, no lo dudes y busca una parpusa, la boina castiza que corona a los chulapos con todo el estilo del siglo pasado. 

Las Vistillas, otro clásico, es donde se mezclan los conciertos con las vistas más bonitas de la ciudad. Ahí suena desde una banda de pop indie hasta una copla. Todo vale mientras se cante con ganas. Y en Lavapiés, el Rastro y hasta en Malasaña, el ambiente es de fiesta sin imposturas. Nada de disfraces, aquí se va de chulapo con naturalidad, como quien se pone unas Converse. También es imprescindible un paseo por el Retiro. Alquilar una barca en el estanque, perderse entre sus paseos arbolados o sentarse a ver a los músicos callejeros cerca del Palacio de Cristal es casi una obligación para entender el alma de Madrid. 

Y claro, hay que comer. Aquí se viene a por un buen cocido, unos callos que te reconcilien con la vida y un bocata de calamares que, si es en El Brillante, mejor. Casa Lucio en la Cava Baja sigue sirviendo sus famosos huevos con la misma seguridad de siempre: esto está bueno, no hace falta darle muchas vueltas. Malacatín, en La Latina, es lugar de peregrinación para los que creen que el cocido madrileño es más que un plato: es una declaración de intenciones. Para un bocado con historia, Casa Lhardy es otro templo de la gastronomía madrileña: su consomé servido en copa es casi tan famoso como sus salones decimonónicos. Y si quieres un dulce diferente, en la Taberna La Bola, un clásico del Madrid de los Austrias, puedes probar sus legendarios buñuelos de manzana con helado, un postre que cierra con broche de oro cualquier comida castiza.​ 

Si quieres algo más desenfadado pero con alma madrileña, hay tabernas que siguen funcionando sin necesidad de venderse en Instagram. Ricla, en Cuchilleros, es una bodega como las de antes, con vermú servido sin pretensiones y tapas de las que piden pan. Y si el cuerpo te pide algo más moderno, Taberna Averías en Valverde te reconcilia con la nueva cocina sin traicionar al barrio. 

El parque del Retiro

También están los museos, claro. Pero no los de siempre. El Museo de San Isidro, en la Plaza de San Andrés, cuenta la historia de Madrid desde mucho antes de que se llamara así. El de Historia de Madrid, en la calle Fuencarral, guarda mapas antiguos, trajes de chulapo originales y una maqueta de la ciudad que da para perderse un buen rato. Y si lo tuyo es el cotilleo de época, el Museo del Romanticismo es una ventana perfecta a los salones decimonónicos donde se hablaba de amor y de política con un chocolate caliente en la mano. 

Si prefieres arte a gran escala, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Sorolla forman una trilogía imprescindible: desde los clásicos eternos hasta la luz única de Joaquín Sorolla en su propia casa. 

El mercado de San Miguel

Durante las fiestas, lo mejor es perderse sin prisa. Empieza el día con un chocolate con churros en San Ginés y deja que Madrid te lleve. Ve a misa romera si te apetece ver a los vecinos sacar al santo en procesión, o súbete a la pradera con unos amigos y una tortilla casera. Baja por La Latina, píllate un vermú en la barra de una taberna y luego vete a bailar a Las Vistillas. Cena tarde, como toca, y si hay fuegos artificiales, quédate a verlos. Al día siguiente, lo mismo pero distinto: museo por la mañana, siesta en el parque del Oeste, y otra vez a la pradera. 

Cómics El Coleccionista, en el barrio de Lavapiés

El Rastro, mucho más que un mercadillo 

Los domingos madrileños tienen una cita que nunca falla: El Rastro. No importa cuántas veces hayas ido, siempre hay algo que no habías visto. Desde muebles antiguos hasta vinilos, ropa vintage o chapas de cerveza que alguien busca desde 1983. Las calles de Ribera de Curtidores y adyacentes se llenan de vida, voces, acentos, y una energía que contagia. 

Su origen se remonta al siglo XV, cuando las carnicerías cercanas a la plaza de Cascorro dejaban un reguero de sangre al arrastrar las reses desde el matadero, lo que dio nombre al lugar. Con los siglos, se transformó en un punto de intercambio, trueque y compraventa de lo imaginable. Hoy es una mezcla entre mercado de pulgas, escaparate cultural y museo al aire libre. 

Algunas tiendas se han vuelto iconos: Gonzalo Antigüedades (Ribera de Curtidores, 12), especializada en objetos religiosos y arte sacro; Galería Piquer, un espacio cerrado lleno de antigüedades de calidad; o Lotus Club, una tienda de ropa retro que parece salida de una película de Almodóvar. También están los puestos de siempre, los que venden sellos, cubiertos sueltos, cámaras Polaroid, libros de segunda mano o juguetes de hojalata. Otro clásico imprescindible es Casa Postal, donde se pueden encontrar miles de postales antiguas perfectamente organizadas por temas, países y décadas, una delicia para coleccionistas. 

Lo bonito del Rastro es perderse sin mapa. Tomar un café en El Capricho Extremeño, ojear libros en la Cuesta de Moyano, regatear por una litografía o simplemente observar. Luego, si hay hambre, un bocata de calamares en El Campesino o unas tapas en El Imparcial. Porque el Rastro no se visita: se vive. Y se vuelve a él como quien vuelve a casa. 

El Rastro

Un barrio que merece su propio paseo: Chamberí 

Chamberí es ese barrio que no suele salir en las listas de imprescindibles y sin embargo, es de los que más enamoran. Sus calles arboladas respiran una calma que cuesta encontrar en otros puntos de Madrid. Aquí se vive sin prisas. Hay cafeterías de barrio con café recién molido, tabernas donde todavía se sirve cocido en cazuela de barro, y librerías que huelen a madera vieja y papel. 

Uno de sus grandes tesoros es la antigua estación de Chamberí, reconvertida en museo del Metro: un viaje en el tiempo a los años 20, con carteles publicitarios originales y azulejos de época. También merece una parada el Museo Sorolla, instalado en la casa del pintor valenciano: su jardín es un oasis silencioso y su interior, una joya. Muy cerca, la calle Zurbano ofrece arquitectura señorial, galerías discretas y restaurantes tranquilos donde el tiempo parece pasar más despacio. Chamberí es, en resumen, el lugar al que ir cuando te apetece ver otro Madrid: menos turístico, más real, sin poses. 

Restaurante Casa Lhardy

Dónde comer la comida más castiza 

  • Casa Lucio – Cava Baja, 35 
  • Malacatín – Calle de la Ruda, 5 
  • Bodegas Ricla – Calle Cuchilleros, 6 
  • El Brillante – Plaza del Emperador Carlos V (frente a Atocha) 
  • Taberna Averías – Calle Valverde, 28 
  • La Casa del Abuelo – Calle Victoria, 12 (gambas al ajillo de las de siempre) 
  • Casa Labra – Calle Tetuán, 12 (bacalao rebozado y cañas bien tiradas) 
  • Casa Lhardy – Carrera de San Jerónimo, 8 (consomé en un ambiente clásico) 
  • Restaurante Botín – Calle Cuchilleros, 17 (cochinillo con historia) 
  • Taberna La Bola – Calle de la Bola, 5 (cocido madrileño y buñuelos de manzana con helado)​ 

Museos con sabor local 

  • Museo de San Isidro – Plaza de San Andrés, 2 
  • Museo de Historia de Madrid – Calle Fuencarral, 78 
  • Museo del Romanticismo – Calle San Mateo, 13 
  • Museo del Traje – Avenida Juan de Herrera, 2 (ideal para ver la evolución del traje castizo y más) 
  • Museo de Artes y Tradiciones Populares – Calle Carlos Arniches, 3 y 5 
  • Museo del Prado – Calle Ruiz de Alarcón, 23 
  • Museo Nacional Thyssen-Bornemisza – Paseo del Prado, 8 
  • Museo Sorolla – Calle General Martínez Campos, 37 

Lugares para pasear, mirar y dejarse llevar 

  • La Pradera de San Isidro – Paseo de la Ermita del Santo, s/n 
  • Las Vistillas – Calle Moreria, 2 
  • Madrid Río – a lo largo del Manzanares, para paseos y descanso 
  • Parque del Oeste – entre Moncloa y Argüelles, con vistas y sombra 
  • El Rastro – domingos por la mañana, calles de Ribera de Curtidores 
  • Plaza de la Paja – uno de los rincones con más encanto de La Latina 
  • Paseo del Retiro – con su estanque, barquitas y jardines históricos, es un remanso imprescindible en el corazón de Madrid. 
  • Paseo por el Madrid de los Austrias – desde la Plaza Mayor hasta la Cava Alta y la Cava Baja, un recorrido lleno de historia, tabernas y leyendas. 
  • Banco de España – su sede imponente en la Plaza de Cibeles guarda leyendas urbanas y uno de los patrimonios más valiosos del país bajo tierra.
Chocolatería San Ginés

Para los golosos: chocolate con churros en templos del sabor 

Madrid tiene una tradición chocolatera que no entiende de modas. El chocolate espeso, casi para comer con cuchara, y los churros finos o porras gruesas son parte del ritual castizo. Y aunque San Ginés es el más conocido, hay otras paradas obligadas para los que se rinden al dulce: 

  • Chocolatería San Ginés – Pasadizo de San Ginés, 5. Abierta desde 1894, es la más famosa por algo. 
  • Chocolatería Valor – Calle Postigo de San Martín, 7. Amplia variedad de chocolates y porras. 
  • Chocolat – Calle Santa María, 30. En pleno Barrio de Las Letras, con encanto local. 
  • La Antigua Churrería – Calle Bravo Murillo, 190. Un clásico en Cuatro Caminos. 

Iglesias con historia que merecen una visita

Iglesia de San Jerónimo el Real

La fe, la arquitectura y la historia se dan la mano en varios templos madrileños que, más allá de su función religiosa, cuentan parte del alma de la ciudad. Entre ellas: 

  • Colegiata de San Isidro – Calle Toledo, 37. La iglesia del santo, con cripta y retablo imponentes. 
  • Iglesia de San Antonio de los Alemanes – Calle de la Puebla, 22. Frescos que rivalizan con Roma. 
  • Basílica de San Francisco el Grande – Calle San Buenaventura, 1. Una de las cúpulas más grandes de Europa. 
  • Real Oratorio del Caballero de Gracia – Gran Vía, 17. Pequeña joya clásica entre el bullicio moderno. 
  • Iglesia de Santa Bárbara (Salesas Reales) – Calle Bárbara de Braganza, 3. Un templo real, barroco, elegante, con historia borbónica. 
  • Basílica de Nuestra Señora de Atocha – Avenida Ciudad de Barcelona, 1. Lugar de devoción popular, reformada tras la Guerra Civil. 
  • Iglesia de los Jerónimos (San Jerónimo el Real) – Calle Moreto, 4. A un paso del Prado, con una historia que se remonta a los Reyes Católicos. Su silueta gótica y sus vínculos con la monarquía la convierten en una visita imprescindible. 
  • Iglesia de la Paloma – Calle de la Paloma, 1. Muy castiza, ligada a los bomberos, que cada año le rinden homenaje con devoción popular. 
  • Ermita de San Antonio de la Florida – Paseo de la Florida, 5. Sus frescos pintados por Goya son una joya del arte español escondida a simple vista. 

En Madrid en San Isidro no hace falta disfrazarse ni entender todos los códigos. Basta con dejarse llevar, comer bien, y bailar aunque no sepas. Porque al final, eso es lo que hace Madrid tan suyo: que te adopta sin pedir explicaciones. 

Únete a nuestra Newsletter

A través de nuestra Newsletter con Capital te hacemos llegar lo más importante que ocurre en el mundo de la #economía, los #negocios, las #empresas, etc… Desde las últimas noticias hasta un resumen con toda la información más relevante al final del día, con toda comodidad.