Treinta años sobre los escenarios no se cumplen todos los días. Mónica Naranjo, una de las voces más potentes e icónicas del panorama musical, celebra tres décadas de carrera con una gira mundial que está haciendo historia.
Tras arrasar en México y Estados Unidos con su imponente ‘Greatest Hits Tour’, la artista regresa a casa para ofrecer en España un espectáculo que promete ser inolvidable.
Capital habla con ella en exclusiva sobre este momento tan especial, su evolución artística, lo que ha significado este viaje por América y lo que sus fans pueden esperar en esta recta final del tour. Mónica Naranjo está más viva, honesta y deslumbrante que nunca.
Celebra 30 años de carrera. ¿Qué le diría a la Mónica Naranjo de hace tres décadas si hubiese visto todo lo que ha logrado?
Llevo 30 años viviendo de la música. Tenía clarísimo que quería dedicarme a esto. No existía otro camino. Estaba convencida. Cuando empecé, era una gran estudiante y estaba en el conservatorio; era una persona con mucha técnica. Estaba segura de que era la vida que quería, el propósito que tenía que seguir y tenía el hambre suficiente para poder hacer lo que yo quisiera. No había excusas. Eso sí, esto se llama 24/7. Pero claro, no tienes vida.
¿Qué ha tenido que sacrificar para llegar hasta aquí?
Dios me ha dado este viaje. Lo único que he podido sacrificar en mi vida ha sido la adolescencia, pero tampoco considero que haya sido así. La gente se emborrachaba en las discotecas y jugaba a enamorarse de esa manera, o sea, con los desamores. Yo estaba construyendo una carrera. Ahora tengo 50 años y todo está construido.
¿Cuánto hay de usted en la Mónica Naranjo que vemos sobre el escenario, y cuánto de ella permanece cuando se apagan los focos?
El personaje sobre el escenario es un personaje intenso, dramático… Si yo fuera así, creo que sería difícil convivir conmigo. Sería como Gloria Swanson en ‘El crepúsculo de los dioses’ bajando las escaleras con una teatralidad desbordante. ¡Cuántas veces he vivido ese momento narrativo! El otro día hablaba con una amiga y le decía “¿Te imaginas que nos hemos convertido en eso y no nos hemos dado cuenta?” Nos reímos.
"Mi personaje sobre el escenario es intenso, dramático. Si yo fuera así, sería difícil convivir conmigo"
¿Quién o qué le ayuda a mantener los pies en la tierra cuando todo alrededor gira tan deprisa?
La familia. Siempre. Al final, las personas que más te quieren, los amigos que más te quieren, las personas cercanas… siempre te dan un toque de atención, claro.
Ha mencionado el proceso creativo de este espectáculo. ¿Cómo se construye desde dentro una gira de esta magnitud?
Sin prisa, pero sin pausa, hay que hacerlo bien. Y piensas qué se necesita. Hay que hacer también el estudio de mercado. Aquí el público también es algo verbal. Las redes dan mucha información, averiguas cosas y actúas. Este tipo de información te ayuda a afinar y a sorprender, porque son 30 años. Tiene que haber muchas sorpresas y cosas bonitas para que la gente diga: “¡Qué guay, no me esperaba esto!”. Pero para eso tienes que estar muy involucrado.
"La verdadera libertad es no tener miedo"
Su voz sigue siendo inconfundible. ¿Tiene algún ritual o rutina especial para cuidarla antes de cada concierto?
Esto consiste en seguir formándose toda la vida. Un artista tiene la obligación. Si quieres tener una salud vocal y seguir mejorando, tienes que seguir formándote toda la vida. No te levantas por la mañana y dices: “Mira, voy a cantar esto”. Esto no funciona así. Me acuerdo de que, cuando era pequeña, escuchaba a grandes intérpretes y decía: “Ay, ¿cómo será esto? ¿Podré llegar a hacerlo?”. Y, cuando empecé con la técnica, a partir de los diez años, descubrí un nuevo mundo. Y aprendí a hacerlo bien, sin dañarme. No es magia, es incluir la disciplina, el descanso, el silencio, la técnica… con eso, obtienes todo lo que se desea.
En su experiencia, ¿cuánto hay de talento innato y cuánto de disciplina, constancia y trabajo diario en una voz como la suya?
Llevo toda mi vida, no va de dones. Yo tengo la herramienta, pero hay que educarla. Uno no se levanta por la mañana y decide que va a cantar como Freddie Mercury. Es una fantasía. En su caso, se formó toda la vida porque era su pasión y su desafío diario. Si echas mano de la discografía de los grandes y comparas del primer disco al último que se edita, te das cuenta de que es un mundo infinito.
¿Cómo logra mantener el equilibrio entre el torbellino del escenario y la calma -o el intento de calma- de su vida personal, especialmente cuando está de gira?
Siempre. Yo preparo la mente y sé que durante ese momento solamente existe eso; pero cuando llego a casa eso ya no existe. Eso no entra en casa. No entran ni los zapatos. No, jamás. Es peligrosísimo. No se puede ser un artista las 24 horas del día. Es enfermizo y lo único que hace es alimentar el narcisismo, es un monstruo que acaba contigo. Yo siempre digo que un egocentrista o un narcisista llega lejos, pero está muy solo. Eso lo tengo clarísimo, en mi casa no entra el trabajo.
"Las redes son muy peligrosas para el ego, no me parecen sanas”
¿Se sigue poniendo nerviosa cuando sale al escenario?
Hombre, el día que eso no pase… Lo que te pone nerviosa es la responsabilidad. Si tú no sientes la responsabilidad cada vez que pisas un escenario, tampoco sientes mucho respeto.
¿Hay algún proyecto en concreto que le ilusione especialmente a futuro?
No soy muy de pensar a largo plazo, porque la vida me ha enseñado que puede dar giros muy drásticos. Soy muy de vivir el presente, me gusta el presente, lo absorbo y aprendo de él. Lo más cercano que tengo a un futuro es lo que va a pasar a partir de octubre, cuando arranque la gira española.
Si esta gira fuese una película, ¿cuál sería su título y qué género tendría?
El título sería muy ordinario, porque, para dedicarse a esto, hay que estar bastante desequilibrada. Aunque creo que, de todo el equipo, soy la más normal de todos, ¡te lo prometo! Sería una película como las comedias de cine británico en las que es todo humor negro. Ahora me viene a la cabeza ‘La boda de mi mejor amiga’.
“No tengo miedo a la muerte, es un ciclo más”
¿Se juzga mucho?
Cuando tenía 25 años tenía más inseguridades. Era más dura y más tirana. Ahora soy yo con la vida y más feliz. Antes era muy inquisidora conmigo misma, no me permitía un fallo. Tenía clarísimo dónde quería estar, qué quería hacer, cómo lo quería hacer. No me permitía nada.
Ahora desaparezco para irme de vacaciones y no sé cuándo vuelvo… y no pasa nada. Al final, cuando uno hace todo lo que tiene que hacer y se deja la piel en todo lo que hace, si las cosas no salen no hay que machacarse y mañana será otro día. Oye, es que esto nos pasa a todos. ¿Qué voy a hacer?
Lleva 30 años cantándole al amor, a la libertad… ¿Cómo ha cambiado su manera de amar y de entender la libertad desde sus primeros conciertos hasta hoy?
Entendí hace muchos años que la verdadera libertad es no tener miedo. Lo único a lo que le tengo miedo es a vivir un duelo, un desapego, porque ya he pasado por ello y es lo peor que te puede pasar en la vida. Es un tsunami. Te destroza por dentro y tardas muchos años en poder recuperar el equilibrio, aunque nunca jamás lo vas a recuperar del todo, porque se te queda devastado el corazón, el alma. Pero el resto de cosas, no. Es que ni siquiera tengo miedo a la muerte. La muerte es otro plano vital, un ciclo más.
¿Es muy creyente?
Tengo mucha fe, de siempre, pero ahora todavía más. Siempre he sido una persona practicante. Lo tengo más claro que nada y que nunca. No soy una persona a la que si le pasa algo malo se tire diez años llorando. Yo digo lo que pienso; y después pienso y analizo; y me pregunto “¿qué me estás queriendo enseñar?”. Después, te das cuenta de que era necesario y que los cambios siempre son para bien.




