Miércoles, 26 de Marzo de 2025

Lifestyle

Otazu, donde el vino reescribe la historia: la cosecha de la Berués y el arte de esperar

Por Marta Díaz de Santos

En Otazu, el tiempo no solo se mide en cosechas, sino en siglos. En los muros de piedra del Señorío, que se alzan desde el siglo XII, las sombras se alargan al ritmo de la historia, y las barricas subterráneas, que custodian el vino como si de un tesoro se tratara, saben que cada gota es la memoria líquida de un lugar donde la tradición y la vanguardia se entrelazan con precisión.

Aquí, el vino es un acto de devoción. Es el testimonio de generaciones que han trabajado la tierra con la certeza de que la paciencia da frutos. Su bodega, fundada en 1840, ha sido testigo del paso del tiempo y, en ese viaje, ha evolucionado hasta convertirse en un referente en la fusión de vino y arte. No es casualidad que en sus instalaciones coexistan más de 150 obras de arte contemporáneo, que dialogan con la tradición vinícola como si de un maridaje perfecto se tratase.

Otazu ha sido reconocida en múltiples ocasiones por su compromiso con el enoturismo y su capacidad de ofrecer experiencias únicas. En 2020, la Asociación Española de Ciudades del Vino (ACEVIN) la nombró la Mejor Bodega Abierta al Turismo en los V Premios de Enoturismo ‘Ruta del Vino de España’. Un reconocimiento que destaca la forma en la que la bodega une historia, arte y cultura en un mismo espacio.

Una vendimia histórica: el renacer de la Berués

Este año, la vendimia ha sido histórica, y no es una metáfora hueca. Por primera vez en su historia moderna, Otazu ha recogido la variedad Berués, una uva autóctona que dormía en el olvido desde la Edad Media. Rescatada con paciencia, como quien busca una palabra extraviada en un libro antiguo, la Berués ha vuelto a pisar las tierras de la Cuenca de Pamplona, teñida de púrpura y con un aroma a frutillos rojos y flores silvestres. Es el pasado reescrito en cada racimo, una prueba de que en Otazu, mirar hacia atrás es también una manera de avanzar.

Las condiciones climáticas de este año han favorecido una cosecha excepcional: lluvias en septiembre, seguidas de días soleados y vientos del norte, han creado un escenario ideal para que las uvas alcanzaran su punto óptimo de maduración. La vendimia comenzó con la Chardonnay, avanzó con la Berués en septiembre y culminó con la Merlot y la Cabernet Sauvignon en octubre. Cada variedad es tratada con el respeto que merece, cada racimo recogido con la consciencia de que representa el esfuerzo de generaciones.

“Berués representa un puente entre el pasado y el presente”, nos explican. “Conectar con las tradiciones vitivinícolas de nuestra tierra nos permite innovar con raíces profundas y auténticas”. La recuperación de esta uva es el resultado de años de investigación y experimentación, y su primer contacto con la vendimia ha sido un éxito rotundo.

Lanzamientos que refuerzan la unión entre arte y vino

Si la vendimia ha sido histórica, los lanzamientos de Otazu no se quedan atrás. La añada 2022 de Pago de Otazu llega con una nueva etiqueta que refuerza el vínculo entre el vino y el arte, como si fueran dos caras de la misma moneda. Una mezcla de Merlot (61%) y Cabernet Sauvignon (39%) que ha sido calificado con 94 puntos en la Guía Peñín y con 93 en Robert Parker Wine Advocate, y que se presentan con una imagen renovada, más precisa, más consciente de su identidad.

“El estreno de esta etiqueta marca el inicio de un cambio en la imagen de los vinos de Pago de Otazu y Altar”, aseguran. Esta renovación también se ha aplicado a Pago de Otazu Chardonnay 2023 y Altar 2016.

Lo mismo ocurre con Altar 2016, última obra maestra de la bodega. Un Cabernet Sauvignon que ha reposado en silencio durante más de 60 meses, esperando el momento exacto para revelarse. Y lo hace con una etiqueta diseñada en colaboración con Héctor Zamora, que ha plasmado en cada botella una huella única hecha con el suelo de Otazu, como si el propio terroir quisiera firmar su obra. “La mano trabaja la tierra, la tierra dibuja la mano”, explica Zamora sobre su obra. “Es un tributo a la simbiosis entre el vino y el arte”.

El arte como identidad

Otazu no es solo vino, es un museo al aire libre, un viaje sensorial que va más allá del paladar. En sus instalaciones, el arte se mezcla con la viticultura hasta el punto de que no se sabe dónde empieza una y termina la otra. Prueba de ello es la experiencia ‘El Sonido del Vino’, donde el gusto y el oído se confunden en una sinestesia inesperada: un vino de alta gama acompañado de una pieza musical compuesta expresamente para él, como si cada nota pudiera traducirse en un matiz de sabor.

Y la fusión entre arte y vino sigue expandiéndose con AS #5, la última entrega de la Artist Series de Otazu. En esta ocasión, el protagonista es el artista Asier Mendizabal, cuya obra ‘Crudo Zarzo’ inspira la etiqueta de esta edición limitada. Un ensamblaje de Cabernet Sauvignon (85%) y Merlot (15%), que con 94 puntos en Robert Parker Wine Advocate, rinde homenaje a la interacción entre el paisaje y la intervención cultural. Con solo 900 botellas disponibles, AS #5 es una obra que, como el resto de Otazu, se bebe con los sentidos y se contempla con el alma.

“Asier Mendizabal ha logrado plasmar en Crudo Zarzo una visión que resuena con nuestra filosofía: el paisaje como construcción cultural, como un testigo de la relación entre el hombre y su entorno”, explican desde Otazu. Y es que, en Otazu, cada botella cuenta una historia, cada etiqueta es un lienzo, y cada vendimia un capítulo nuevo en un relato que nunca deja de escribirse.

Un futuro que bebe del pasado

Otazu es un lugar donde el pasado y el futuro se encuentran en cada copa. Donde la historia medieval se mezcla con la modernidad de una bodega que no deja de innovar. Donde el vino no es solo una bebida, sino una forma de arte. “Crear un vino es una forma de expresión artística y, al igual que el arte, es un reflejo de su tiempo con una mirada al futuro”, reflexiona Guillermo Penso, presidente de la Fundación Otazu. “Por lo cual, inexorablemente, nos comprometemos con la continuidad a través de nuestras futuras generaciones”.

En este 2024, Otazu ha escrito un nuevo capítulo en su historia. Y lo ha hecho con una vendimia histórica, con vinos que reflejan la grandeza de su terroir y con una apuesta firme por la fusión entre arte y vino. Porque en Otazu, el tiempo avanza con la cadencia del vino al servirse en una copa. Y pocas veces el pasado y el futuro han estado tan cerca como en esta cosecha que huele a Berués, a arte y a eternidad.

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