El 4 y 5 de junio toca Van Morrison en Madrid, en el Botánico. No es una gira para celebrar nada, ni una despedida disfrazada de tour mundial. Es un tipo que viene, canta, y se va. Como siempre. Es el que abre Noches del Botánico 2025, un festival que -pese a los food trucks y los tickets digitales- aún conserva algo parecido al alma. Y sí, abrirá él. Porque nadie como Van Morrison para inaugurar algo sin necesidad de hacer ruido.
El alma de Belfast no necesita presentación. Con una carrera que abarca más de seis décadas, ha sido una figura clave en la evolución del rock, el soul y el jazz. Su voz inconfundible y su estilo introspectivo lo han convertido en un referente para generaciones de músicos y aficionados.
Van no dice nada en el escenario. No saluda. No cuenta anécdotas. No agita los brazos para que aplaudas. Lo suyo no es el espectáculo, es el oficio. A veces da la sensación de que ni le importa si estás ahí. Pero eso es mentira. Le importa más que a muchos otros. Solo que no lo grita. Y así hay que escucharlo: sin pantalla, sin expectativas, sin querer entenderlo todo. No es un artista de grandes gestos ni de discursos elaborados. Su música habla por sí sola, y en estos conciertos, seguramente ofrecerá una mezcla de clásicos y nuevas interpretaciones.
Tiene 79 años y acaba de sacar un disco -Accentuate the Positive- que es puro rock & roll de antes. Versiones de los que le enseñaron lo que era esto: Fats Domino, Chuck Berry, The Platters.
En directo va con su banda, se sienta, toca el saxo, canta si le apetece. Si no, deja que lo haga otro. Pero cuando arranca Into the Mystic, o Days Like This, o lo que le dé la gana esa noche, el que está atento sabe que está ocurriendo algo.
En los conciertos del Botánico todo es más lento, más natural. Hay árboles, bancos, cerveza fría, y un escenario pequeño. A veces hasta el público baja la voz. Y ahí, entre esas cosas que ya casi no pasan, suena la música de un tipo que lleva 60 años haciendo canciones que no pasan de moda porque no pasaban ni cuando las escribió.
Van Morrison no viene a entretenerte. Viene a hacer lo suyo. Para quienes buscan una noche de buena música, lejos del ruido y la parafernalia, estas dos citas con Van Morrison son una oportunidad imperdible.
