Parece que fue ayer, pero ya ha pasado un cuarto de siglo…. Todavía recuerdo esa llamada de Carlos Salas en verano del año 2000. ¿Quieres ser una de mis jefas de sección? Llevaba dos años en una revista consagrada, Actualidad Económica, y me iba bien. Pero la tentación de aterrizar en un proyecto nuevo, de preparar un número cero para una revista de economía para todos los públicos, que en Francia estaba arrasando, era una oferta imposible de rechazar.
Perteneciente al Grupo Gruner+Jahr, del gigante Bertelsmann, editor en España de cabeceras tan conocidas como Muy Interesante, Marie Claire, Cosmopolitan o Mia, una revista de economía suponía el paso lógico para aumentar su base de lectores y llegar a un público influyente del mundo empresarial. Había ganas y muchas esperanzas -aquí la porra interna que hicimos en el lanzamiento hablaba de vender 400.000 ejemplares-.
¿Por qué no? Había interés por la economía y dinero, mucho dinero. Arrancamos en la cuarta planta de la calle Serrano 49 en Madrid, hoy tienda de Gucci. Desde mi ventana veía pasear a todos los ejecutivos que iban corriendo a la Castellana. Muchos de ellos se convertirían en protagonistas de nuestras páginas.
Capitaneada por el gran periodista Carlos Salas -siempre digo que el mejor storyteller del panorama periodístico, español, un periodista de pura raza-, su obsesión era tener textos entretenidos -apasionantes diría yo-, con las imágenes más impactantes y las maquetas más trabajadas, convirtiendo las aburridas crónicas empresariales en artículos llenos de vida, de anécdotas, de fuerza.
El equipo comercial se echaba a temblar cada vez que una empresa entraba en la sección de Patinazos, más de una compañía amenazaba con retirar la publicidad de todo el grupo
Junto al gran Pepe Macca, tristemente fallecido recientemente, y a Chema Zavala, llevaban a un equipo de periodistas muy jóvenes y muy top, muchos de ellos grandes amigos. Pilar Blázquez, Estefanía González Castellanos, Miguel Villar, Valentín Bustos, Rafa Pascual, Carlos Ribagorda, Manuel Curdi, Jordi Benítez, Lucía Martín, Vanessa Sanchidrián… y de maquetadores estrella como Julián Casas, Jorge, Joaquín… y nuestra assistant más top, Mariola, tristemente fallecida también hace unos años.
Los enfoques y la aproximación a los temas tenían que ser muy disruptivos, con una sola consigna: entretener e informar desde la rigurosidad más absoluta y desde el periodismo más independiente. Y lo llevábamos al extremo. No íbamos invitados a ningún viaje por ninguna empresa, todo salía del bolsillo de Bertelsmann…. nuestra sección de Éxitos y Patinazos era la más leída de la revista. Y no precisamente por la primera parte.
Todavía recuerdo cómo el equipo comercial se echaba a temblar cada vez que una empresa entraba en la sección de Patinazos. Más de una compañía -y más de dos- amenazaban con retirar la publicidad de todo el grupo, y alguna de ellas, llegaba a hacerlo. El equipo comercial nos quería matar, y nosotros nos creíamos Oriana Fallaci o Bob Woodward.
Capital era el sueño de todo periodista de investigación. Por muchos motivos. Primero por sentir la libertad de escribir y proponer todo lo que quisiéramos -siempre que fuera demostrable- por tener tiempo para investigar cualquier tema relevante, y por tener el respaldo de nuestros jefes y nuestro grupo editorial.
Si había que dedicar un mes -o dos- a investigar el patrimonio de la Casa de Alba o de la familia Ruíz Mateos, se hacía. Si había que ir a juicio para defender el famoso artículo del fraude de los paralímpicos -Carlos Ribagorda llegó a los Juegos Paralímpicos de Sidney sin tener ninguna discapacidad-, se hacía…
Fueron años dorados para el periodismo español, nueve años de mi vida profesional que guardo con muchísimo cariño, y que ha conseguido que jamás haya olvidado esta época gloriosa para nuestro mundo. Hoy, desde mi papel como directora de Comunicación de Heineken España, doy las gracias a Capital por seguir existiendo, por seguir apostando por el periodismo de calidad y por mantener vivo el legado. Larga vida al periodismo.


