Opinión

Francisco Silván - EY abogados
Francisco Silván
Socio de Corporate M&A y Talent Leader del área legal de EY Abogados

Abogados y tecnología: de personas y máquinas

Comencemos con dos obviedades y una pregunta que no es tal: en los últimos años la transformación digital ha revolucionado prácticamente todos los sectores profesionales y el mundo del Derecho no ha sido la excepción. Entonces, ¿puede la tecnología sustituir al profesional del Derecho? Intentaré dar una respuesta objetiva a esta pregunta reconociendo, eso sí, que quien firma esta pieza es un abogado más bien veterano, inquieto y curioso en lo que a tecnología se refiere y que forma parte de una firma de servicios profesionales que apuesta decididamente por la innovación en todas y cada de una de sus áreas de actividad.

La abogacía es, ante todo, una profesión sustancialmente humana. Aunque nos servimos y apoyamos en las leyes, todo nuestro trabajo pivota sobre las personas, nuestros clientes, y sus problemas, inquietudes y aspiraciones. La empatía, la integridad, las habilidades comunicativas y la capacidad de interpretación de los matices emocionales y contextuales de cada caso son cualidades que ningún algoritmo puede replicar (por el momento).

Un abogado asesora en cuestiones legales, pero también acompaña a sus clientes en momentos críticos de sus vidas y negocios. La ética, la honestidad, la humildad y la generosidad son pilares fundamentales de la relación abogado-cliente. La toma de decisiones en el ámbito legal muchas veces requiere de un juicio ponderado, de la valoración de riesgos y oportunidades en un contexto que hay que saber interpretar, y de una creatividad que va mucho más allá de la simple aplicación de normas.

El abogado será siempre mucho más que un mero intérprete de la ley: es un aliado estratégico y humano, potenciado por el uso de la tecnología

Además de conocimiento, el abogado aporta experiencia y una sensibilidad cultural y social que modula la interpretación de las leyes y también permite afrontar cada caso en las mejores condiciones posibles para su cliente. Entender el contexto de una empresa, su sector, su historia y sus valores, así como los de la contraparte, es esencial para ofrecer un asesoramiento eficaz y personalizado. Las habilidades de negociación y persuasión, la oratoria y la capacidad para mediar y resolver conflictos son, igualmente, atributos personales que diferencian al buen abogado.

Sin embargo, sería cuanto menos ingenuo ignorar el impacto positivo y revolucionario que las nuevas tecnologías han tenido, tienen y tendrán en el ejercicio de la abogacía. Así, resulta evidente que la tecnología ha permitido agilizar procesos hasta límites insospechados, reducir el margen de error humano y mejorar la eficiencia y productividad de los abogados.

Hoy en día, todos tenemos a nuestro alcance herramientas que permiten automatizar tareas repetitivas, analizar grandes volúmenes de información e incluso obtener recomendaciones basadas en datos, estadísticas y probabilidades. De este modo, el abogado puede disponer de más tiempo para centrarse en el asesoramiento estratégico y la atención personalizada al cliente.

Por otro lado, la tecnología ha democratizado el acceso a la información, facilitando que tanto abogados como clientes puedan informarse y colaborar de forma más transparente y eficaz. La firma electrónica, las videoconferencias y las plataformas de comunicación segura han transformado la forma en la que interactuamos, permitiendo una mayor flexibilidad y adaptabilidad a las necesidades de nuestros clientes.

Además, la inteligencia artificial (IA) juega ya un papel relevante en distintos ámbitos. Su uso en el análisis predictivo de casos y en la identificación de riesgos legales ayuda a los abogados a ofrecer asesoramiento más preciso y proactivo, y su integración en todo lo relacionado con la gestión del conocimiento permite organizar lo que constituye el principal activo de un despacho o de un departamento legal.

A la vista de todo lo anteriormente expuesto, parece razonable sostener que no estamos ante un enfrentamiento entre las personas (los abogados) y las máquinas y que en ningún caso asistimos a los estertores de una profesión milenaria. Por el contrario, la clave del éxito en la abogacía del futuro pasa por la capacidad de adaptarnos, aprender y combinar ambos ámbitos en beneficio de nuestros clientes y de la sociedad en su conjunto. En este nuevo escenario, el abogado sigue siendo, y será siempre, mucho más que un mero intérprete de la ley: es un aliado estratégico y humano, potenciado por el uso de una tecnología en constante evolución.

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