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Opinión

David García Núñez
Presidente de MWCC

El futuro de las infraestructuras

Debemos repensar el mundo, considerando características como la imitación de la naturaleza, la racionalidad espacial, la durabilidad y la eficiencia en las instalaciones físicas, desde carreteras y puentes hasta redes de telecomunicaciones y sistemas de suministro de agua y energía.

Debemos restaurar el equilibrio en los ecosistemas en lugar de simplemente minimizar su impacto. En mi opinión, no es suficiente mejorar la conectividad, debemos adaptarnos a un nuevo contexto, debemos diseñar y construir las infraestructuras resistentes a los cambios del clima. Las infraestructuras mundiales están bajo bastante presión. Entre el crecimiento de las ciudades, el cambio climático y el avance vertiginoso de la tecnología, encargarse solamente de estrechar la brecha existente no es suficiente como objetivo.

En una era de complejidad y transformación sin precedentes para los gobiernos de todo el mundo, pongo como punto clave un desarrollo de las infraestructuras comprometido por el rápido desarrollo urbano, el cambio demográfico y la madurez de nuestra era digital. A ello sumamos una profunda brecha entre financiación e inversión, una necesidad creciente de infraestructuras resilientes, así como un sector debe estar innovando rápidamente.

Necesitamos cambios en la legislación y modelos innovadores de financiación para eliminar obstáculos y permitir que el sector público tenga más acceso a la inversión privada. Entrando en la cuarta revolución industrial, el mundo de las infraestructuras necesita replantearse el diseño y la entrega de los proyectos.

Soy consciente de que las infraestructuras seguras y resilientes son críticas para lograr el crecimiento económico y el progreso social. Es por ello, que el único camino a recorrer debe ser de la mano de la innovación, así como del desarrollo de nuevas formas de financiación y entrega de proyectos de una forma más una manera más rápida e inteligente.

“Necesitamos cambios legislativos y modelos innovadores de financiación para eliminar obstáculos y permitir que el sector público tenga más acceso a la inversión privada”

Pero hablemos de infraestructuras de movilidad. El transporte juega un papel fundamental en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Está presente en varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados con la energía, la salud, las infraestructuras y el crecimiento económico, entre otros. Debemos diseñar y construir infraestructuras seguras, sostenibles y conectadas, permitiendo actuar descarbonizando nuestras vidas a través de una gestión sostenible desde el punto de vista ambiental, social y económico, y en este objetivo común, las carreteras del futuro deberán cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que impactan directamente en el cambio climático.

En España, debemos asegurar un modelo de infraestructuras de movilidad, unificadas, claras para todo el país y que asegure una movilidad descarbonizada y descongestionada, alineada con la de otros países europeos vecinos, que posibilite alcanzar: un modelo que cuente con la participación, el esfuerzo y la implicación de todos los agentes políticos, económicos y sociales, y que necesita igualmente de un fuerte impulso inversor que debe partir, como ya ocurre en otros países de la Unión Europea (UE), de la colaboración público-privada.

La movilidad del futuro ha de ser justa, verde, bien estructurada y conectada, que permita cumplir con el ‘Green Deal’ europeo y que impulse, desde la movilidad, una sociedad inclusiva, moderna y progresista. Sea cual sea el modelo que finalmente se implante, es evidente que las infraestructuras en España, de las mejores de la Unión Europea (UE), deben tecnificarse, modernizarse y adaptarse a un futuro sostenible que asegure las inversiones necesarias para conservar, mejorar, extender y digitalizar la red viaria. Así se garantizan infraestructuras modernas y preparadas para dar respuesta a los grandes retos que plantea la movilidad del futuro.

Necesitamos una colaboración constante con administraciones y gobiernos, dirigida a la consecución de los ODS que tanto urgen y que ahora mismo son críticos para revertir el cambio climático. El nuevo modelo de movilidad debe contar con la participación, el esfuerzo y la implicación de todos los agentes políticos, económicos y sociales, y sin duda necesitará de un fuerte impulso inversor que debe nacer, como ya está pasando en otros países de la UE, de la colaboración público-privada. El objetivo lo tenemos claro, pero entre todos debemos dibujar y diseñar el recorrido.

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