Opinión

La libertad como motor del crecimiento moderno
Juan Ramón Rallo
Doctor en Economía. Profesor en la Universidad Francisco Marroquín, en el centro de estudios OMMA, en IE University y en IE Business School

El oro brilla

En los últimos doce meses, el precio del oro ha subido nada menos que un 40%. Y en los últimos años, ha llegado a superar una revalorización acumulada del 100%. Los grandes bancos internacionales han reforzado sus previsiones optimistas. UBS proyecta un precio de 3.500 dólares por onza para finales de 2025, mientras Goldman Sachs y Deutsche Bank van aún más lejos, situándolo en torno a los 3.700 dólares a finales de 2025 o principios de 2026. ¿A qué se debe semejante optimismo entre los analistas? 

La primera razón tiene un claro origen geopolítico. Desde que Occidente decidiera congelar las reservas internacionales rusas denominadas en dólares y euros tras la invasión de Ucrania, numerosos bancos centrales han optado por diversificar agresivamente sus reservas, reemplazando parcialmente los activos financieros occidentales por oro físico. Países como China y Rusia, claramente enfrentados a Estados Unidos, están liderando esta tendencia. 

Este cambio estratégico de reservas internacionales refleja un creciente descrédito del dólar como activo seguro global. En medio de las actuales tensiones comerciales impulsadas por Estados Unidos, los bancos centrales perciben crecientes riesgos al depender excesivamente de activos financieros denominados en dólares. Así pues, están optando por un activo tangible y de reconocida liquidez internacional como el oro, considerado tradicionalmente el refugio último en contextos de desconfianza y tensiones geopolíticas. 

A medida que el dólar pierde relevancia como reserva global, y siendo improbable que el euro tome su relevo, el oro emerge como la opción más sólida. De hecho, el Banco Central de China ya ha comenzado a reducir sus tenencias de deuda pública estadounidense en favor de aumentar considerablemente su stock de oro. No es casualidad: el metal precioso representa un seguro frente a la posible intensificación de sanciones financieras occidentales. 

Pero no solo la demanda estatal explica el auge del oro, también la privada está creciendo rápidamente. El inversor privado busca oro cuando confluyen dos circunstancias principales: incertidumbre económica y bajos tipos de interés reales. Actualmente, ambas condiciones se están cumpliendo sobradamente. 

“Puesto que este metal precioso no ofrece rentabilidad explícita, su atractivo aumenta cuando otros activos rentables pierden competitividad por tipos reales muy deprimidos”

Por un lado, la incertidumbre económica ha aumentado sustancialmente debido a la guerra comercial que Estados Unidos ha intensificado bajo la presidencia de Donald Trump. Este conflicto ha elevado significativamente las probabilidades de recesión global, generando inquietud entre inversores y ahorradores. 

En paralelo, los tipos de interés reales se mantienen bajos e incluso con perspectivas a la baja. Recientemente, el Banco Central Europeo redujo sus tipos nominales y la Reserva Federal estadounidense ha mostrado disposición a hacerlo también si la economía lo requiere. Estos bajos tipos reales constituyen un reducido coste de oportunidad para mantener oro en cartera. 

Puesto que el oro no ofrece rentabilidad explícita, su atractivo aumenta cuando otros activos rentables pierden competitividad por tipos reales muy deprimidos. Mientras estas condiciones económicas prevalezcan, es razonable esperar que la demanda privada siga presionando al alza. 

Y claro, cuando un activo tiene una oferta tan inelástica como el oro (a efectos prácticos, podríamos considerar que su oferta es constante), toda elevación de la demanda se traslada a mayores precios. Eso es precisamente lo que estamos viendo en estos momentos: un oro más caro por el incremento sostenido de su demanda pública y privada. Mientras esa demanda pública y privada no afloje, su precio tampoco lo hará. 

Pero en este punto también hallamos los mayores riesgos para los precios de este metal precioso. Si las tensiones geopolíticas disminuyesen, si Estados Unidos alcanzara acuerdos comerciales estables con China y otras economías importantes, y si, como consecuencia, la economía global retomara una senda vigorosa de crecimiento con tipos de interés reales más elevados, entonces el atractivo relativo del oro podría erosionarse en parte. La demanda caería (por canalizarse hacia otros activos) y su precio también lo haría. 

En definitiva, el oro prospera fundamentalmente en ambientes de desconfianza, tensión política e incertidumbre económica. El contexto actual cumple ampliamente estos requisitos. Por tanto, salvo una inesperada estabilización política y económica global, el metal precioso podría mantener su pujanza durante algún tiempo más. 

Únete a nuestra Newsletter

A través de nuestra Newsletter con Capital te hacemos llegar lo más importante que ocurre en el mundo de la #economía, los #negocios, las #empresas, etc… Desde las últimas noticias hasta un resumen con toda la información más relevante al final del día, con toda comodidad.