Opinión

El papel estratégico de la distribución alimentaria en la creación de riqueza en la España vaciada
David Navas
Director general de Cooperativa Unide

El papel estratégico de la distribución alimentaria en la creación de riqueza en la España vaciada

La España rural es hoy una fuente de oportunidades: en sus pueblos encontramos una producción local de calidad, tradiciones culturales únicas y una identidad que configura nuestro patrimonio común. Más allá de los desafíos a los que se enfrentan para su supervivencia, estos territorios representan una posibilidad real para construir un desarrollo equilibrado, sostenible y con vocación de futuro.

En este horizonte, la distribución alimentaria juega un papel decisivo. No se limita a garantizar que cualquier ciudadano tenga acceso a productos locales de una excelencia inigualable, sino que actúa como motor de generación de riqueza y, sobre todo, de cohesión social. Allí donde abre o se mantiene un comercio de proximidad, se crean empleos directos e indirectos, se activa la economía local y se refuerza la confianza de la comunidad en su propio porvenir.

En los municipios rurales, cada establecimiento comercial abierto significa mucho más que un negocio: es un punto de encuentro social, un garante de servicios básicos y un generador de riqueza que ayuda a fijar población. Por resaltar algunos datos: el sector alimentario en su conjunto da trabajo a más de dos millones de personas en España, y de ellos, 305 424 empleos (el 15%) se ubican en la España vaciada, donde representan el 17,2% del empleo total en estos territorios, frente al 10% en el conjunto del país según datos de la Federación española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB). Esta diferencia revela hasta qué punto la industria alimentaria es una pieza crítica para la economía de estos territorios.

El valor que aporta la distribución va acompañado de efectos multiplicadores. La integración de productores locales en los lineales refuerza el tejido agroalimentario y genera cadenas de suministro más cortas, con menor huella ambiental y mayor valor añadido en el territorio. Este modelo favorece la economía circular y contribuye a que la riqueza se quede en el lugar donde se produce, creando un círculo virtuoso de sostenibilidad económica, social y ambiental.

La actividad de la industria alimentaria tiene también un impacto indirecto que a menudo pasa desapercibido: en infraestructuras, conectividad y servicios, en un contexto donde la digitalización es clave para el desarrollo del país, la inversión asociada a la actividad alimentaria ayuda a reducir la brecha tecnológica de estas zonas.

El futuro de nuestro país no se construye solo en grandes ciudades, está también en cada tienda de pueblo, en cada productor local y en cada empleo que se crea en el territorio

Sin embargo, no podemos ignorar las dificultades. España se encuentra entre los países europeos con menos vacantes de empleo -solo el 0,8% sobre el total de empleos en el segundo trimestre de 2025, según Eurostat- y, aun así, el 42,9 % de las empresas declara dificultades para contratar personal, especialmente en sectores vinculados al medio rural. Esto plantea la urgencia de reforzar la formación, la atracción de talento y la mejora de la empleabilidad en los territorios menos poblados.

La conclusión parece evidente: la distribución alimentaria no es solo un eslabón logístico ni un servicio de consumo. Es una palanca de desarrollo estratégico para los pueblos y comarcas que luchan contra la despoblación. Genera empleo, impulsa el tejido productivo, mejora la sostenibilidad de la cadena agroalimentaria y contribuye a la cohesión territorial, permitiendo a muchos emprendedores quedarse y crear su propio negocio.

Convertir la ‘España vaciada’ en la ‘España de las oportunidades’ exige reconocer este papel y potenciarlo. Y es aquí donde se necesita un compromiso compartido entre empresas, instituciones y sociedad para apoyar el comercio local, facilitar la inversión en infraestructuras y garantizar un marco favorable para que la distribución pueda seguir generando valor donde más se necesita.

El futuro de nuestro país no se construirá solo en las grandes ciudades. Está también en cada pueblo que mantiene abierta una tienda, en cada productor que ve cómo sus productos llegan al consumidor cercano y en cada empleo que se crea en el territorio. Ahí, en la distribución alimentaria, está una de las claves para que la España rural siga siendo sinónimo de vida, riqueza y futuro.

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