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Opinión

Redacción Capital

España retrocede en libertad económica

Por José Francisco Rodríguez, presidente de Capital

El índice de Libertad Económica presentado por la Fundación Heritage, que considera las políticas y condiciones económicas en 184 países desde el 1 de julio de 2020 hasta el 30 de junio de 2022, el cual evalúa diferentes componentes de la libertad económica y mide el grado de apertura económica de los estados analizados, se ha convertido en una publicación de referencia para evaluar las políticas económicas y también las reformas que realizan los diferentes gobiernos del mundo, lo que permite identificar referencias comparativas sobre la evolución anual que se producen. Por eso esta publicación se ha convertido en un exponente comparativo muy interesante, aunque en esta nueva edición no deje a España en muy buen lugar.

Este índice ha vuelto a ubicar a nuestro país lejos de las posiciones de referencia, con una puntuación de libertad económica de 68,2, lo que convierte a nuestra economía en la 41ª del ranking. Además, España ocupa el puesto 26 entre 45 países de la región de Europa, que a mi juicio es aún más significativo, ya que nos sitúa incluso por debajo del promedio regional.

El crecimiento más desacelerado de nuestro país en relación con otras economías del entorno se refleja también en este índice. Especialmente, por el importante gasto público y lo que el informe denomina como “salud fiscal”, aspecto de plena actualidad con la reciente presentación realizada por el Ministerio de Hacienda del Libro Blanco de Reforma Fiscal, que, entre otros, apenas aborda medidas para el uso eficiente del gasto público y nos convierte así en uno de los países de la Unión Europea más ineficientes en este aspecto.

Según el índice, la tasa impositiva máxima sobre la renta individual es del 47% y la tasa impositiva corporativa máxima es del 25%. La carga fiscal general equivale al 34,7% del ingreso nacional total. El gasto público ha ascendido al 45,3% de la producción total (PIB) en los últimos tres años y los déficits presupuestarios han promediado el 5,6% del PIB. A esto hay que añadir que la deuda pública equivale al 117,1% del PIB y el aumento de los costes de las pensiones y la incertidumbre en la regulación del mercado laboral también nos penaliza.

Singapur, con 84,4 puntos, es el país con mayor libertad económica del mundo y Suiza (84,2) ocupa la segunda posición. La tercera nación es Irlanda (82,0), que además progresa dos lugares. El cuarto, Nueva Zelanda (80,6); mientras que Luxemburgo (80,6) es el quinto. Y, entre los países considerados como “bastante libres”, dentro de los países europeos, destaca Países Bajos 79,5.

En este contexto la situación de España es inferior. Tanto es así que ha bajado dos puestos en la clasificación mundial y 1,7 puntos con respecto al anterior ranking, situándole en el decepcionante lugar 41 y sumar 68,2 puntos. Este valor pertenece a la tercera división de libertad económica, la de “moderadamente libres”, una categoría que no nos hace justicia en términos de PIB relativo.

Sin embargo, este Índice es claro y los resultados no hacen más que aflorar de nuevo las debilidades de la economía española: falta de competencia en sectores clave como el energético, gasto público desorbitado, distorsiones del mercado de trabajo, deficiencias del sistema educativo. Una combinación de elementos que impacta directamente en la productividad y el nivel de competitividad de nuestras empresas.

La economía española sigue rezagada en los rankings que sirven de guía a los inversores internacionales como el Global Competitiveness Report, en la que aparecemos en el puesto 23, una ubicación incoherente respecto al tamaño de nuestro PIB, por el que nos correspondería el cuarto más grande de la UE y el decimotercero del mundo. Algo falla. Nuestra competitividad "es superior a la de países con niveles de renta inferiores, pero está alejada aún del grupo de países más avanzados”.

Por último, no puedo acabar sin volver a referirme a la presión fiscal, porque a pesar del “relato” que nos llega desde el Gobierno, nos encontramos como uno de los peores países en presión fiscal, situándonos en el puesto 172 de 184 de libertad económica.

Los expertos del Libro Blanco de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, deberían empezar la segunda versión y revisar las 800 páginas del informe, ya que, en momentos de crisis e incertidumbre económica, la receta es bajar la presión fiscal, que es lo que están haciendo Alemania, Francia o Portugal.

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