En una era marcada por los cambios vertiginosos, hablar de permanencia puede parecer un anacronismo o una rareza y, sin embargo, existen empresas e instituciones que no solo han logrado sobrevivir al paso del tiempo, sino crecer, reinventarse y consolidarse a lo largo de décadas o incluso de siglos. ¿Cómo se consigue algo así sin perder la esencia? ¿Dónde reside el secreto para perdurar sin renunciar a lo que eres?
Desde mi experiencia al frente de Viena Capellanes, una empresa familiar con 152 años de historia, creo que puedo afirmar que la clave está en encontrar el equilibrio entre dos fuerzas aparentemente opuestas: la solidez de unos valores firmes y la capacidad constante de evolucionar. Permanecer en el tiempo no es cuestión de suerte, sino de principios y también de coraje.
Desde 1873, en Viena Capellanes elaboramos productos artesanos, cuidamos la calidad, cultivamos una atención personal cercana y nos comprometemos con nuestros clientes. El mundo ha cambiado mucho desde nuestros primeros hornos de leña hasta la actualidad, donde el reto digital y la innovación en todos nuestros procesos y productos siguen conviviendo con nuestras recetas tradicionales. Pero lo que no ha cambiado es la brújula que guía cada paso que damos: nuestros valores.
Cualquier empresa que aspire a perdurar en el tiempo necesita tener claras sus convicciones, pero no sólo como un mero ejercicio de marketing, sino como una práctica real y cotidiana
Estoy convencido de que cualquier empresa que aspire a perdurar en el tiempo necesita tener claras sus convicciones, pero no sólo como un mero ejercicio de marketing, sino como una práctica real y cotidiana. La honestidad, la calidad, el servicio y el compromiso con la sociedad no son solo meras palabras bonitas para un decálogo corporativo; son el fundamento de la confianza que nuestros clientes, equipos y colaboradores depositan en nosotros. Los árboles necesitan raíces profundas para resistir las tormentas.
En Viena Capellanes, el respeto por el oficio, el cuidado del producto y la vocación de servicio no son eslóganes: son el alma de nuestro trabajo diario, son un legado intangible que se ha transmitido de generación en generación y que nuestros clientes reconocen como una seña de autenticidad, algo que nos hace genuinos en un mundo lleno de apariencias.
Pero la autenticidad no está reñida con la transformación, muy al contrario: los valores tienen que ser la base firme desde la cual adaptarse al mundo. Porque quien no se transforma, se queda atrás. La innovación no es solo cuestión de tecnología; también es cultural, estratégica y humana. Implica escuchar -al cliente, al equipo, al entorno-, hacerse preguntas incómodas, arriesgar y seguir aprendiendo. Es saber ponerse a lanzar una gama de productos saludables y seguir horneando nuestras míticas palmeras. Es digitalizar nuestros canales sin perder la sonrisa y la humanidad en nuestras tiendas físicas.
En un entorno empresarial que a menudo prioriza el resultado inmediato, apostar por el futuro es una decisión valiente, pero es esa mirada la que permite tomar decisiones coherentes, construir legado y resistir la tentación de modas efímeras que desdibujan la identidad
Posiblemente el mayor reto para cualquier proyecto que aspire a perdurar sea el de cultivar una visión a largo plazo. En un entorno empresarial que a menudo prioriza el resultado inmediato, apostar por el futuro es una decisión valiente, pero es esa mirada la que permite tomar decisiones coherentes, construir legado y resistir la tentación de modas efímeras que desdibujan la identidad.
En este sentido, celebrar aniversarios no es un gesto nostálgico, sino una oportunidad para mirar atrás con gratitud y con orgullo, pero también de mirar hacia adelante con compromiso. Por eso, desde una empresa que, como Viena Capellanes, ha atravesado un largo camino, quiero felicitar a Capital por sus 25 años. Porque en un panorama mediático muchas veces marcado por la prisa y lo superficial, mantener un medio centrado en el análisis riguroso y el pensamiento empresarial profundo es un verdadero motivo de orgullo y de celebración.
Hoy, más que nunca, construir proyectos duraderos, humanos y sostenibles es un acto de audacia. Y si algo hemos aprendido quienes llevamos tiempo recorriendo este camino es que lo que perdura no es aquello que resiste el cambio, sino lo que sabe transformarse sin dejar de ser fiel a sí mismo.
