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Opinión

Redacción Capital

La inflación sí es un riesgo real

JF

La escalada de precios que estamos sufriendo oculta un efecto que pasa desapercebido como es la inflación subyacente, es decir, la inflación que no tiene en cuenta los precios energéticos y la de los productos no elaborados, y que manifiesta la realidad del incremento del coste de vida y a su vez sigue disparada situándose en el 4,4%, el índice más alto desde 1995. Porque hay que recordar que este índice incluye el grueso de la cesta de la compra.

Lo cierto es que el efecto del incremento de costes de la energía, materias primas y logísticos que han sufrido las empresas ha provocado que estas hayan comenzado a trasladar dichos costes al precio final de los productos. Algo que ya se vaticinaba el año pasado a la vista de la progresiva evolución de los mismos, pero que, en general, no se llegaron a trasladar a los precios. Era lógico esperar un repunte de la inflación de la cesta de la compra, con la reactivación económica, que claramente se ha acelerado en nuestro país por el bueno comportamiento del consumo interno durante estos últimos 3 meses.

El riego es que la inflación subyacente se desacople del índice global, ya que, como hemos podido observar, mientras la inflación ha bajado del 9,8% al 8,3%, el índice que representa la bolsa de la compra, continúa creciendo situándose en ese 4,4%.

Creo que hay varios elementos que nos permiten vaticinar que la reducción va a llevar su tiempo. El primero, lógicamente, la inestabilidad en las condiciones de los precios energéticos, tanto por el impacto real pero más aún por el efecto a la hora de definir horizontes y estrategias, de inversión. Pero quizás en estos momentos es más relevante conocer como es la respuesta salarial que se va a plantear para este año. Ya estamos asistiendo a una discrepancia importante en el proceso de negociación que se debería plantear en un contexto que permita este control de la inflación.

Y, por supuesto, un impulso a la demanda interna y a las exportaciones que podrían facilitar que la estructura de ingresos de las empresas absorbiera el incremento de precios.

Sin duda, es imprescindible una política de estado coordinada que contemple los escenarios globales, pero también los nacionales. Y, en este último caso, manejar el proceso de negociación salarial en un marco que evite el crecimiento del coste de la bolsa de la compra y, además, avanzar de manera urgente en medidas fiscales para las empresas que permitan amortizar los impactos externos en sus costes.

Ya lo anticipaba la pasada semana Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EEUU: debemos controlar lo controlable para minimizar el impacto.

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