En el primer trimestre de 2024, EEUU vivió una situación poco común a lo largo de su historia: el gasto en intereses del Tesoro superó su gasto en Defensa. Concretamente, en los doce meses que transcurren desde el segundo trimestre de 2023 al primer trimestre de 2024, el gasto en intereses totalizó los 1,059 billones de dólares, mientras que el desembolso en Defensa fue de 1,029 billones.
Y acaso pensemos que este sorpasso de los desembolsos financieros sobre los desembolsos bélicos se deba a que estos últimos han experimentado un importante recorte durante los últimos trimestres, pero no: en términos nominales (que de eso hablamos, de dólares corrientes), el gasto en Defensa se halla en máximos históricos. Lo que ha sucedido, más bien, es que el gasto financiero federal se ha disparado a un ritmo vertiginoso.
No en vano, apenas tres años atrás, durante el primer trimestre de 2021, los pagos en intereses del Tesoro apenas ascendían a 535.000 millones de dólares… prácticamente la mitad que ahora. Entonces, ¿qué ha sucedido en este último trienio para que el gasto federal en intereses haya aumentado tan rápido en tan poco tiempo? Pues, por un lado, que en estos tres años el endeudamiento federal ha aumentado en la friolera de 6,4 billones de dólares. A un tipo de interés promedio del 3% (el actual tipo promedio de toda la deuda) sólo eso ya suponen casi 200.000 millones de dólares en nuevos intereses cada año.
Pero, por otro lado, y, sobre todo, en estos últimos tres años, el tipo de interés promedio de la deuda ha pasado del 1,97% al 3,06%: esto es, aunque el Tesoro hubiese congelado el stock de deuda pública en los niveles de comienzos de 2021, sólo la subida de tipos ya habría elevado sus gastos financieros anuales en más de 300.000 millones de dólares. Sumando ambos efectos, tenemos la explicación de por qué esta partida se ha duplicado hasta desbordar el gasto militar.
"El rumbo del Tesoro de EEUU debería ser obvio: estabilización presupuestaria contra la inflación y posibilitar que la Fed baje tipos, abaratando asimismo la factura financiera del gobierno"
Ahora bien, ¿por qué se ha encarecido el tipo de interés de la deuda pública estadounidense? Pues porque la Reserva Federal (Fed) ha tenido que adoptar una política monetaria contractiva para contener la inflación. ¿Y por qué se ha producido ese fogonazo inflacionista que ha empujado a la Fed a aplicar la ya mencionada política monetaria contractiva? Pues, en parte, porque el Tesoro estadounidense emitió más pasivos (monetarios y no monetarios) durante los últimos años de la que aquellos que los inversores estaban dispuestos a absorber a bajos tipos de interés.
Si la oferta de moneda supera la demanda de moneda, ésta se deprecia y hay inflación. Si la oferta supera la demanda de bonos, éstos se deprecian y hay subida de tipos de interés. Si emite un exceso de moneda que genera inflación y ésta se pretende frenar reemplazándola por bonos, entonces el exceso de bonos provocará subidas de tipos.
Y en ésas estamos ahora mismo: la mayor inclinación al endeudamiento del gobierno estadounidense está generando una pelota de deuda que, si no se desactiva a tiempo, amenaza con poner en jaque o la estabilidad del valor de la moneda o la solvencia del Tesoro (en realidad, ambas). De momento, la situación no ha alcanzado un punto de no retorno: el pago de intereses sobre el PIB todavía está por debajo de los máximos de la década de los 80… pero la distancia cada vez se acorta más.
Y es que a comienzos de los 90, el gasto en intereses llegó a absorber el 5% del PIB, frente al 3,75% actual: pero hace tres años era el 2,3% del PIB y, si los actuales tipos de interés no se reducen sostenidamente, vamos camino de superar el 5% a lo largo de los próximos años. Y cuanto más porcentaje del PIB sea consumido por los intereses, mayor superávit necesitaremos para estabilizarlo de un modo no inflacionista.
Al final, el rumbo que debería empezar a seguir el Tesoro es obvio: estabilización presupuestaria para contribuir a frenar la inflación y posibilitar que la Fed baje tipos de interés, abaratando asimismo la factura financiera del gobierno. Por desgracia, ni Biden ni Trump parecen dispuestos a abandonar los enormes déficits públicos.