La inteligencia artificial (IA) ya forma parte de nuestro día a día, es una realidad que está transformando empresas, servicios y, sí, también la forma en que trabajamos y aprendemos. Igual que la llegada de Internet, primero, y la digitalización, después, cambiaron nuestra forma de trabajar y aparecieron nuevos puestos de trabajo, con la IA esperamos que ocurra lo mismo más pronto que tarde. Es un desafío gigantesco, pero también una oportunidad de oro frente a la que debemos permanecer atentos y formarnos para sacarle partido.
Los trabajos están cambiando y la IA lleva la batuta de esta transformación. Lo primero que salta a la vista es cómo esta tecnología está asumiendo una gran variedad de tareas. Desde fábricas hasta oficinas, muchos procesos que antes realizábamos las personas ahora los resuelven algoritmos con gran rapidez. ¿Significa esto que todos vamos a perder nuestros empleos? En absoluto. Lo que sí es evidente es que los puestos de trabajo están evolucionando a una velocidad vertiginosa. Ya no basta con saber hacer, ahora es necesario supervisar esas máquinas inteligentes, mantenerlas y aportar ese valor humano que, por ahora, la IA no puede ofrecer.
En nuestra opinión, la Formación Profesional (FP) debe dejar de centrarse en enseñar tareas que una máquina puede realizar mejor y más rápido, y enfocarse en proporcionarnos las herramientas necesarias para gestionar esa tecnología y aportar valor donde realmente marcamos la diferencia.
La revolución de la IA está dejando obsoletos algunos trabajos, pero también están surgiendo nuevos perfiles profesionales que hace poco ni nos imaginábamos: técnicos que instalan y ajustan sistemas de IA, curadores de contenido, analistas de datos, o nuevos docentes que enseñan a trabajadores a no quedarse atrás en esta carrera. Tanto la formación profesional como las universidades y escuelas de negocio tenemos la obligación de ser rápidos detectando estas nuevas tendencias y desarrollar nuevos planes de estudio que ayuden en esta adaptación.
“La revolución de la IA está dejando obsoletos algunos trabajos, pero también están surgiendo nuevos perfiles profesionales que hace poco ni nos imaginábamos”
Si el trabajo cambia, la formación no puede ser menos. Para estar a la altura, todo debe actualizarse. Los temarios tienen que empezar a hablar de IA, de cómo funciona, de sus implicaciones éticas, de ciberseguridad en este nuevo entorno y, por supuesto, de cómo aplicar las herramientas basadas en esta tecnología para cada oficio. La clave va a estar en potenciar esas habilidades que nos hacen genuinamente humanos: el pensamiento crítico, la creatividad para encontrar soluciones nuevas, la inteligencia emocional para trabajar en equipo y tratar con clientes, y esa capacidad de adaptación que nos va a hacer falta sí o sí.
La propia IA debe ser una aliada dentro de las aulas. Imaginaos tener asistentes virtuales que nos ayuden a personalizar el aprendizaje, simuladores que nos permitan practicar en entornos casi reales sin riesgo, como pacientes generados con IA, o sistemas que nos evalúen de forma más ajustada. Estas herramientas no vienen a quitarle el puesto al profesor, vienen a darle superpoderes, a quitarle tareas repetitivas para que pueda centrarse en lo importante: guiarnos, inspirarnos y ayudarnos a desarrollar ese pensamiento crítico tan necesario.
A partir de aquí, los centros educativos de todo tipo, tenemos mucha tarea por delante. Debemos formar a nuestros profesores para que estén al día, invertir en tecnología para las aulas presenciales y virtuales, evangelizar mucho y crear entornos inclusivos que nos aseguren que nadie se quede atrás por no tener acceso a estas herramientas.
Si lo hacemos bien, la formación continua impedirá que esta nueva tecnología nos arrolle. Como escuché hace poco, “el enemigo no es la IA, si no alguien que sepa utilizarla mejor que nosotros”.
