Revista Capital

Carlos López Fidalgo, Fundador de L.A. STUDIO: “Rodéate de personas que te incomoden intelectualmente”

Desde Madrid, lidera un estudio que mezcla arte, diseño y estrategia empresarial para crear espacios únicos con alma y propósito

Carlos López Fidalgo, Fundador de L.A. STUDIO: “Rodéate de personas que te incomoden intelectualmente”
Por Mónica Maldonado

Carlos López Fidalgo, fundador y alma de L.A. Studio, ha convertido su pasión por las piezas con historia en una marca de referencia en el interiorismo internacional. Desde Madrid, lidera un estudio que mezcla arte, diseño y estrategia empresarial para crear espacios únicos con alma y propósito.

Háblenos sobre su trayectoria profesional

Mi trayectoria no empezó con un máster ni en un despacho elegante, sino entre muebles antiguos, olor a barniz y ferias interminables donde aprendí más que en cualquier aula. Provengo de una familia dedicada al anticuariado: mis abuelos fueron los pioneros, mis padres continuaron, y yo… digamos que heredé el virus del objeto con historia. Más que una carrera profesional, ha sido una especie de destino emocional con vocación de empresa.

¿Cómo nació su interés por el interiorismo y el diseño?

Nació sin darme cuenta. Mientras otros niños jugaban a la consola, yo aprendía a diferenciar una silla Thonet de una Eames en plena feria de Bruselas. Crecí rodeado de piezas que tenían más historia que algunos manuales de arte. Lo absorbí todo como quien aprende a hablar otro idioma. Y ahora, cada vez que entro en un espacio, mi cabeza empieza a componer. Como si el lugar me pidiera su propia banda sonora visual.

Crecí rodeado de piezas que tenían más historia que algunos manuales de arte

¿Cómo surgió L.A. Studio y cuál fue su punto de partida?

L.A. Studio nació en 1998, en un antiguo garaje de gran tamaño en la zona de Puerta de Toledo. Era un espacio industrial, amplio, con una estructura que nos permitía trabajar con libertad y empezar a dar forma a lo que hoy es nuestra manera de entender el diseño. Allí mezclábamos piezas del siglo XX con otras más contemporáneas, buscando siempre ese equilibrio entre historia, estética y carácter. Fue un arranque muy orgánico, casi intuitivo, pero con una dirección clara: hacer del interiorismo algo personal, con alma.

En 2014 nos trasladamos a nuestra sede actual, en el número 8 de la calle Castelló, en pleno barrio de Salamanca. Una nave con más de 700 metros. El lugar no podía tener más historia: durante décadas fue el horno del barrio, desde donde salía el pan que luego se repartía en coches de caballos por las panaderías de la zona. Cuando lo descubrimos, sentimos que tenía algo especial. Decidimos restaurarlo con cuidado, conservando su esencia, pero dotándolo de la personalidad que necesitábamos. Hoy, ese antiguo horno es nuestro centro creativo: un espacio que, como nuestras piezas, ha vivido varias vidas… y todas con mucho estilo.

¿Cómo evolucionó el proyecto hacia el interiorismo y qué lo hizo diferente?

La evolución fue un hecho natural. Surgió de la necesidad de adquirir piezas de carácter internacional, lo que me permitió detectar muy pronto un cambio de paradigma: las antigüedades clásicas comenzaban a dejar paso a tendencias más contemporáneas y hasta entonces poco exploradas en nuestro país, como las piezas diseñadas a lo largo del siglo XX. Empecé a introducir en el showroom diseños que rompían con la estética predominante, ya fuera por sus materiales, sus formas o su lenguaje disruptivo.

Esto generó de forma orgánica un sello propio, una identidad que terminó por definir lo que hoy conocemos como L.A. Studio. Finalmente entendimos que ese concepto único que poseíamos debía ir más allá del objeto individual y pasar a generar atmósferas completas, ambientes con narrativa. Fue así como nació nuestro estudio de interiorismo: una extensión natural que nos permitió abordar proyectos integrales tanto en vivienda privada como en espacios públicos.

¿Cómo definiría la esencia y propuesta de valor de L.A. Studio Interiorismo?

Nuestra esencia es el cruce de caminos. Nos gusta mezclar piezas del siglo XX con diseño contemporáneo, y sumar creaciones propias que hacemos con nuestro equipo. No creemos en seguir modas como si fueran estaciones del año. Creemos en contar historias visuales que perduren. Cada proyecto es como una novela: cambia el escenario, los personajes, pero el estilo tiene que ser reconocible.

¿Qué distingue a su estudio de otros en el mercado?

No nos interesa lo ‘bonito’ sin más. Preferimos lo que tiene personalidad. Lo que deja huella. Nos obsesiona construir un lenguaje propio. Nuestras piezas tienen autonomía, carácter. No están ahí solo para decorar, están para decir algo. Hay espacios que entran por los ojos, pero no se quedan. Nosotros buscamos lo contrario: crear atmósferas que se te queden grabadas.

¿Algún proyecto especialmente significativo o desafiante?

‘La Toscana’. Nos encargaron intervenir un monasterio cisterciense del siglo XVI, y lo primero que pensé fue “¿Y si la piedra habla?”. Lo tomamos con mucha responsabilidad. Nuestra intención era hacer una actualización sin ruido, donde el tiempo siguiera presente. Nada de maquillajes. Pero lo interesante vino después: propusimos un amueblamiento contemporáneo, casi atrevido, que contrastara con la serenidad del espacio. Fue como sentar a un monje del siglo XVI en una silla de Gio Ponti: extrañamente natural y funcionó.

¿Qué tendencias actuales en interiorismo considera más relevantes?

Estamos en un momento donde lo personal vuelve a importar. Durante años vivimos el boom del minimalismo sin alma: mucho blanco, mucha perfección… y poca emoción. Hoy lo que se busca es autenticidad. Mezclar estilos, épocas, materiales. Que tu casa hable de ti, no de Pinterest. Y eso nos encanta, porque la mezcla con sentido siempre genera profundidad.

¿Qué piensa del ecosistema emprendedor en España?

Tiene más mérito del que se le reconoce. Emprender aquí es como montar un castillo de naipes en una tormenta: se puede, pero hay que tener paciencia, equilibrio… y buen pulso. En nuestro caso, el 70 % de las ventas son internacionales, pero seguimos apostando por Madrid como base. No es fácil, entre la fiscalidad del arte y los vaivenes burocráticos. Pero si crees en tu proyecto, aprendes a bailar con las dificultades.

Emprender en España es como montar un castillo de naipes en una tormenta

¿Qué consejo daría a quien quiera emprender?

Lo primero: tener muy claro qué quieres construir… y también qué no quieres permitir en tu proyecto. Porque a veces saber lo que no eres es el primer paso para encontrar tu voz.

Después, tu plan de negocio debe ser tu hoja de ruta, casi como una brújula emocional: cuanto más claro lo tengas, más fácil será tomar decisiones cuando llegue la niebla (que llega, siempre).

Y, por último -y quizá lo más importante-: forma un equipo que no piense como tú. Rodéate de personas que te incomoden un poco intelectualmente, que vean lo que tú no ves. Recuerdo que en los inicios alguien del equipo propuso mezclar una lámpara Memphis con una mesa francesa de los años 40 en un mismo montaje. Confieso que me pilló por sorpresa… y hoy es una de nuestras imágenes más compartidas en redes. Esa mezcla improbable es lo que genera magia. Si solo te rodeas de clones, no hay evolución posible. El talento está en la diferencia.

¿Qué dificultades ha encontrado al emprender?

La gestión del crecimiento. Cuando algo empieza a funcionar, es fácil dejarse llevar por la inercia. Pero crecer sin control puede hacerte perder el rumbo. A eso se suman los clásicos: burocracia, fiscalidad, falta de apoyos reales… Pero al final, el reto más grande es mantenerte fiel a tu idea, incluso cuando todo a tu alrededor cambia.

Errores o desafíos que se transformaron en aprendizajes valiosos

Aprendí que no saber algo no es un fracaso, sino una puerta. La incertidumbre, cuando se acepta, puede ser muy productiva. Algunos de nuestros mejores proyectos nacieron en momentos de duda. No tener todas las respuestas te obliga a escuchar más, a observar mejor, y a tomar decisiones con más intuición que ego. Y eso se nota en el resultado.

¿Cuál es su visión de futuro en una sola frase?

Seguir rodeado de piezas con alma, de personas que suman… y de espacios que nos recuerden por qué amamos lo que hacemos.

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