Háblenos sobre su trayectoria profesional...
Nunca fui de tenerlo todo claro desde el principio. Pero sí había una certeza: no quería una vida de ocho horas al día frente a un ordenador. Con el tiempo, descubrí que eso era incluso optimista… y que las pantallas no tienen horario. Lo que sí sabía era que quería movimiento, retos distintos cada día, y un trabajo que me permitiera aprender constantemente.
Estudié Publicidad y Relaciones Públicas y, desde el primer momento, me sentí atraída por las ideas que se podían convertir en experiencias. Empecé en agencias de publicidad no convencional, y después me especialicé en eventos. Fueron años intensos, llenos de creatividad, producción, soluciones inesperadas, días que se convertían en noches y ese vértigo maravilloso de ver cómo algo que estaba en papel, de pronto, cobraba vida. Una vida efímera que desaparecía en cuestión de horas.
También tuve una etapa en cliente, construyendo el e-commerce de una floristería, y más adelante volví a agencia. En el fondo, siempre he sido así: curiosa, inquieta, con la necesidad de tocar muchas teclas.
Esa curiosidad ha sido mi mejor aliada. Me ha llevado a trabajar para industrias tan distintas como la automoción, la tecnología, el software, la cosmética, la alimentación o la industria farmacéutica. Puedo contarte con detalle la temperatura perfecta para tomar una bebida carbonatada o explicarte cómo funciona un dispositivo para mejorar la vida de pacientes con Parkinson. Y justo eso es lo que más me gusta: la posibilidad de entrar en mundos distintos, investigar, aprender y traducirlo todo en conceptos, en acciones, en soluciones reales.
En paralelo a mi carrera, siempre he tenido ese impulso emprendedor. A mi marido y a mí nos encanta analizar negocios que vemos, costes, logística, barreras de entrada… Desde muy joven, he tenido esa chispa de inventar cosas, de buscar ideas, de intentar llevarlas a cabo -algunas vieron la luz, otras se quedaron en el cuaderno-. Pero todas ellas fueron ensayos de algo que estaba por venir. Bagabal, de alguna manera, es la maduración de todo eso: la creatividad, la estrategia, la sensibilidad estética y la necesidad de crear algo propio, con alma y propósito.
¿Cómo nace Bagabal?
Bagabal no nació como una gran idea de negocio, sino como una necesidad vital. Surgió, casi sin darme cuenta, en medio de mi vida real: trabajando como freelance en una industria muy demandante, donde ser madre y mantener el ritmo que exigen los clientes no es precisamente fácil. Corriendo de un lado a otro entre reuniones, colegio, casa, médicos, la compra… intentando hacer algo de deporte para mantener la cordura y la energía. Ese caos precioso que muchas mujeres vivimos y entendemos sin tener que explicarlo demasiado.
Un día, buscando un bolso de pádel que pudiera acompañarme en todo eso, me di cuenta de que no existía nada que se pareciera a mí. Todo lo que encontraba era demasiado deportivo, muy masculino, o simplemente enorme. Yo quería algo funcional, sí, pero también bonito, versátil, con diseño. Y no lo encontré. Esa necesidad, unida a mi espíritu emprendedor y a un momento vital muy potente... bingo: nació Bagabal.
Mi primera idea era sencilla: hacer un bolso mono de loneta, funcional, práctico. Pero al empezar a investigar sobre producción, me choqué con una realidad que me removió mucho. Me di cuenta de que lo más costoso no eran los materiales, sino la mano de obra. Y que, para que los márgenes funcionaran, prácticamente todo el mundo terminaba produciendo en Asia. Pero yo no quería eso. No me veía creando algo que no estuviera alineado con mis valores, solo por hacerlo más fácil o rentable.
Ahí fue cuando todo cambió. Mi visión evolucionó. Decidí que, si iba a crear una marca, tenía que hacerla bien. Con propósito, con conciencia. Con alma. Dejé atrás la idea ‘sencilla’ para empezar a diseñar piezas de marroquinería, fabricadas en España, con pieles de calidad y un proceso completamente artesanal.
Hoy, Bagabal es eso: una marca que nace del deporte pero que va mucho más allá. Una firma que apuesta por el trabajo bien hecho, por lo local, por lo duradero. Que defiende la belleza funcional, el diseño que no caduca y la elegancia que está en los pequeños detalles. Como esa puntada amarilla que está presente en todos nuestros productos y que, sin decir nada, lo dice todo.
El nombre también tiene su historia. Fue una de las decisiones más emocionales del proceso. Porque si todo salía bien -y ese es mi mayor deseo-, ese nombre me iba a acompañar muchos, muchos años. Quería que tuviera sonoridad internacional, que estuviera disponible en redes, en dominios... Pero, por encima de todo, quería que llevara algo de mi padre, que falleció en 2022. Él fue -y es- un pilar fundamental en mi vida. Me enseñó el valor del esfuerzo, la tenacidad y la humildad. Todo lo que soy se lo debo a mis padres y a la educación que eligieron para nosotros.
Estuve semanas combinando el apellido de mi padre con palabras clave, partes de su nombre… descarté más de mil nombres hasta que apareció Bagabal. Y lo vi claro. Tenía sentido y, al mismo tiempo, no significaba nada. Sonaba bien, y llevaba su huella. Así nació Bagabal, no como una idea brillante de PowerPoint, sino como una respuesta real a una necesidad que muchas compartimos. Y con la intención de construir algo que perdure. Algo con intención, con belleza y con fondo.
“Bagabal está hecha por personas, no por máquinas o algoritmos”
¿Cuáles son los valores diferenciales de Bagabal?
Bagabal está hecha por personas. No por máquinas ni algoritmos. Personas con nombre propio, con oficio, con criterio y con manos que sienten lo que hacen. Detrás de cada pieza están Fernando, Julia, Jorge, Gerard, Sergi, Valentín… Ellos no solo fabrican, también acompañan, asesoran, proponen, corrigen. Se implican. Y eso lo cambia todo. En un mundo donde todo es inmediato, impersonal y silenciosamente deshumanizado, nosotros elegimos el camino inverso: la lentitud. La intención. La presencia.
Elegimos procesos lentos porque respetan el tiempo de las cosas bien hechas. Elegimos a personas reales porque creemos que en lo humano está la diferencia. Y claro que eso tiene un coste. Pero también un valor inmenso. Cuando adquieres un Bagabal, no estás adquiriendo solo un bolso, una pala o un accesorio. Estás siendo parte de la vida de personas reales. Estás apoyando un sistema más justo, más ético, más consciente. Estás diciendo: “me importa de dónde viene lo que llevo”. Y eso, en los tiempos que corren, es una decisión profundamente valiente.
Bagabal es mucho más que pádel. Es una forma de entender el estilo de vida activo, respeto por los procesos y una apuesta real por el diseño bien hecho. Hemos empezado por el pádel, sí, pero nuestra visión es crecer hacia otros deportes. Siempre con el mismo propósito: acompañar a mujeres reales con accesorios funcionales, de calidad y con alma.
El pádel ha experimentado un boom considerable en España, ¿a qué cree que se debe?
Creo que el pádel ha crecido tanto porque tiene algo que conecta muy bien con nuestra forma de entender el ocio y la socialización. Es accesible, divertido, fácil de aprender y, sobre todo, muy social. No necesitas ser una atleta profesional para disfrutarlo, pero sí te hace sentir activa, viva, conectada. En mi caso, más que un deporte, el pádel se ha convertido en una terapia. Un momento para mí. Para salir de la pantalla, del trabajo, de las responsabilidades. Es el único momento de la semana en que no pienso en nada más porque tengo que estar concentrada en dónde va a ir la pelota. Reconectar conmigo y con otras mujeres. Muchas lo vivimos así: como un pequeño parón entre el caos del día a día.
Y ese componente emocional es muy potente. Porque no se trata solo de golpear una pelota, sino de todo lo que pasa alrededor: las risas, las conversaciones, el café después (cuando se puede), la sensación de haber hecho algo por una misma y el sentimiento de pertenencia a un equipo a un clan, yo lo llamo “padelhood”. Por eso creo que ha crecido tanto… porque no es solo un deporte. Es bienestar, comunidad y autocuidado.
¿Qué opina del ecosistema emprendedor en España?
España está llena de talento. Pero emprender aquí sigue siendo muy difícil. Hay mucha burocracia, poca flexibilidad y un sistema que no siempre acompaña. A veces da la sensación de que te lo ponen difícil desde el minuto uno: por los impuestos, por la falta de apoyo, por lo complicado que es acceder a financiación y se puede hacer diferente, porque en otros países, algunos muy cercanos, no es así. Sin embargo, hay una comunidad emprendedora increíble, con muchas ganas de hacer las cosas de otra manera. Y eso inspira. Porque más allá de los obstáculos, también encuentras personas generosas, que comparten, que se ayudan entre sí y que entienden que emprender no es solo montar un negocio.
Y si algo me está dejando esta aventura es la certeza de que hay mujeres brillantes, inteligentes, creativas y generosas haciendo cosas increíbles. Mujeres que no compiten, que no se guardan los trucos, que te abren puertas y te dicen: “¿cómo puedo ayudarte?”. Esas relaciones son oro. De lo más valioso que me llevo del camino.
Y no solo en España. Estoy tejiendo una red de mujeres relacionadas con el pádel en toda Europa que me inspiran cada día y que hacen que esta aventura ya valga la pena. Ese sentimiento de comunidad, de apoyo real, de admiración mutua, es lo que le da aún más sentido a todo esto.
¿Le ha resultado fácil poner en marcha el proyecto? ¿Cree que hay suficiente ayuda y apoyo de la Administración para emprender?
No, no está siendo nada fácil. Y no porque me falten ideas, ganas o energía, sino porque el sistema no acompaña. Empecé Bagabal sin capital, sin estructura detrás, con dos niños pequeños y un trabajo como freelance. Solo tenía una visión clara y muchas ganas. Y cuando decidí apostar por la producción local, la calidad y los procesos responsables, empecé a ver lo complicado que iba a ser sacarlo adelante.
Sí, existen ayudas, pero no están pensadas para los ritmos ni las realidades de quienes empiezan sin red de contactos ni músculo financiero. Y si, además, quieres hacerlo bien -producir en España, trabajar con talleres artesanos o empresas familiares, diseñar piezas con verdadero valor-, las barreras se multiplican.
Lo más difícil ha sido encontrar proveedores con la calidad que buscaba y que quisieran embarcarse en un proyecto pequeño, con mucha visión de futuro, pero pequeño, al fin y al cabo. Producir en España es posible, pero no fácil: los talleres están copados por grandes marcas, los mínimos de producción son altísimos, y las condiciones están pensadas para quien ya está establecido.
Crear una marca como Bagabal no es solo hacer productos bonitos. Es construir una cadena entera de decisiones éticas, de compromisos reales, de cuidado en cada detalle. Y eso no solo es complejo, es caro. Y emocionalmente exigente, porque los avances son lentos, a veces desesperadamente lentos.
Por eso creo que debería haber más apoyo real desde las instituciones. No solo ayudas económicas para arrancar sin tener que destinar los primeros euros a la Seguridad Social -cuando todavía ni facturas-, sino también asesoría para quienes están empezando. Formación. Acompañamiento. Apoyo para negociar condiciones con fabricantes, entender procesos, y no tener que aprenderlo todo desde la intuición o el error.
Si no se apoya a las marcas pequeñas desde el principio, muchas nunca llegarán a despegar. Y eso es una pena, porque hay talento, hay ideas… solo falta el impulso.
“Elegimos procesos lentos porque respetan el tiempo de las cosas bien hechas”
¿Próximos retos y desafíos?
El gran reto ahora mismo está en entrar y consolidar Bagabal en Europa, que es donde realmente está nuestro público. Son mercados en plena expansión, donde el pádel todavía es un deporte muy vinculado a un estilo de vida exclusivo, practicado por un público reducido, pero con un alto nivel adquisitivo. Y ahí es donde Bagabal tiene mucho sentido: como marca que combina funcionalidad, diseño y artesanía con una mirada sofisticada y consciente.
Nuestro foco a corto y medio plazo está totalmente puesto en posicionarnos en ese territorio. Queremos construir una marca con una identidad sólida, reconocible y deseada dentro del mundo del pádel. Solo cuando hayamos conseguido eso, tendrá sentido abrirnos a otros deportes que compartan nuestros valores.
Lo que no cambia, independientemente del producto o del mercado, es nuestra esencia: hacer las cosas bien, sin prisas, sin ruido. Diseñar piezas con propósito, producir con respeto, construir una comunidad auténtica. Todo eso seguirá siendo nuestra brújula.
Y por supuesto, seguir creciendo sin perder el alma. Porque crecer es bonito, sí, pero hacerlo sin traicionarte a ti misma es el verdadero desafío.
¿Cuál es su máxima cuando vienen malos tiempos?
Hay una frase que escuché a Karol G: “Mañana será bonito.” Y la creo profundamente. Porque todo pasa. Lo bueno y lo malo. Solo hay que aguantar el chaparrón, perseverar, y seguir adelante.
Cuando vienen malos tiempos, lo que hago es volver al origen: a por qué empecé esto, a lo que quiero construir, y sobre todo, a mi padre y a mi marido, que también fue emprendedor. Sé que cada uno, en sus vidas, vivieron momentos duros, pero siguieron adelante. Con tenacidad, constancia y humildad. Las cosas no siempre salen como uno quiere, pero, al final, siempre tiene sentido. Así que cuando las cosas se tuercen, hay que confiar. Porque sé que mañana, será bonito.
¿Cómo definiría su visión de futuro en una frase?
Quiero construir algo que perdure, que tenga alma, que se reconozca al ver un simple detalle y que, de alguna forma, siga hablando de mí incluso cuando yo ya no esté para explicarlo.


