Revista Capital

Cristóbal Montoro, ex ministro de Hacienda: “La globalización ha sido el gran hallazgo de la humanidad”

Analizamos la evolución de la economía española junto a Cristóbal Montoro, ex ministro de Hacienda

Por Borja Carrascosa

La economía española cierra este año un primer cuarto de siglo ciertamente sobresaliente, pese a los múltiples retos que ha tenido que afrontar. Si nos ceñimos simplemente a las cifras, el Producto Interior Bruto (PIB) de nuestro país ha pasado de los 647.569 millones de euros registrados en el año 2000 a los más de 1,59 billones registrados en 2024. Es decir, que la capacidad anual de generación de riqueza de España se ha multiplicado casi por 2,5 en 25 años, con un crecimiento del 146% en el citado periodo. 

Analizamos la evolución de la economía española junto a Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda -y, posteriormente, Administraciones Públicas- más longevo del citado periodo, durante más de 10 años. Concretamente, lideró esta cartera tanto en la última legislatura de José María Aznar en el Gobierno (2000-2004) como en las dos de Mariano Rajoy (de 2011 a 2018). Anteriormente, fue secretario de Estado de Economía (1996-2000) y actualmente también es conferenciante de Thinking Heads. 

¿Qué destaca de la transformación económica en este primer cuarto del siglo XXI? 

Hemos vivido una transformación económica muy importante, en la que el turismo cada vez ha aportado más impulso. Estamos en cotas de empleo históricas, ya que a mitad de los años 90 había 12,5 millones y medio de personas ocupadas, igual que al final del franquismo, y ahora somos 21 millones de ocupados, con cada vez más mujeres y con el fenómeno de la inmigración, que nos ha transformado tanto en términos sociales como económico.  

¿Qué es lo que hace diferente a la economía española, por qué crecemos más?  

Las crisis financiera y de deuda pública europea nos afectó mucho y, si se nos olvida nuestra propia historia reciente, vamos a repetir los errores. La gran diferencia de España está en el saldo de la balanza de pagos, ya que salimos con la cuenta corriente positiva en 2012 y estamos en el año 25 y seguimos con un saldo por cuenta corriente positivo. Eso no había pasado nunca en la historia de España y es ahora cuando se le empieza a dar una cierta importancia. 

El ciclo de recuperación económica iniciada en España en 2013 tiene otra característica, y es que la inversión empresarial está completamente autofinanciada, las empresas están invirtiendo con sus propios recursos sin tomar nueva deuda. Las compañías y las familias -el sector privado- se están ‘desapalancando’ (por valor de 600.000 millones de euros), generando una recuperación muy sana, como nunca la habíamos tenido, y basada en la cuenta corriente. 

“Deberíamos haber usado el incremento de los ingresos tributarios para reducir el déficit público”

Y llega la pandemia, que paró la economía, y España, con tanto servicio, tanta empresa pequeña y mediana del sector turístico y la hostelería, sufrió un desplome de actividad económica. Pero, aun paralizando la economía, en un año tan excepcional como el de la pandemia, la balanza de pagos siguió siendo positiva. Fue una auténtica exhibición y, 

en los últimos siete años, se ha producido un cambio político de gobierno en España, y este Ejecutivo, en mi opinión, no ha hecho nada para mantener esta evolución económica. 

Estamos creciendo porque nunca habíamos tenido un crecimiento económico tan equilibrado, capaz de absorber un shock petrolífero o una pandemia, eso sí, con una mayor inflación. Ha aumentado la desigualdad, porque los salarios han perdido poder adquisitivo y la acción del Estado no es suficiente para compensar esa pérdida. En cualquier caso, podríamos estar creciendo bastante más si tuviéramos un contexto positivo a nuestro alrededor. 

¿Qué deberes tenemos como país en materia económica? 

Debemos aprender de dónde venimos, es algo que olvidamos. Somos uno de los países que más mejoras ha aplicado en el mundo, estamos a la cabeza, pero nos negamos a aprender de nuestro propio pasado reciente. Cuando un país se estabiliza internamente y apuesta claramente por las libertades y por la iniciativa privada compatible con un Estado eficiente, adquiere una capacidad de emprender y de generar actividad económica. 

No debemos dejarnos llevar por cantos de sirena, como ese izquierdismo que tan atrevidamente usa la palabra progreso. Se pueden reivindicar derechos sociales, sin duda alguna, pero eso no es progreso si no hay actividad económica, si no ha aumento de la renta disponible, si no hay creación de empleo, si no hay distribución equitativa de la renta a través del sistema tributario… 

“La figura del empresario es esencial, pero el actual Gobierno va contra ellos”

Soy optimista, porque veo el contexto actual con el retrovisor puesto. Los conflictos bélicos que vivimos implican el retroceso de las libertades en el mundo y me preocupa muchísimo este despliegue de aranceles, así como el cuestionamiento de la globalización. La globalización ha sido realmente el gran hallazgo de la humanidad, ha permitido que miles de millones de personas salgan de la extrema pobreza en un tiempo récord, y ahora resulta que lo que estamos haciendo es parar este proceso de globalización.  

¿No cree que debemos empezar a reducir el nivel de esfuerzo fiscal que imponemos a los ciudadanos y a alas empresas? 

Nosotros bajamos los impuestos en 2015, tanto el IRPF como el impuesto sobre Sociedades, y seguimos haciendo reformas hasta el último presupuesto que yo tuve el honor de defender, en 2018. Ya teníamos un nivel de crecimiento económico y de inversión empresarial para que la recaudación se retroalimentara. 

El nuevo Gobierno planteó una reforma fiscal integral, que no hemos visto, y dijo que iba a subir impuestos a los ricos y el impuesto sobre el Patrimonio. Además, ha llevado adelante una tributación mínima en el impuesto sobre Sociedades para grandes empresas que es desconcertante, porque no se puede hacer aisladamente. Si tú no controlas los beneficios que efectivamente se generan en tu país, no puedes llevarlo a cabo. 

Hay que leer el BOE, porque es la auténtica historia de un país y sirve para entender lo que pasa, y hay que seguir la evolución de la recaudación tributaria.  

¿Por qué no se reduce el déficit y la deuda pública en la misma medida que aumentan los ingresos tributarios? El problema está en el gasto, ¿no? 

Ahora, que estamos en niveles máximos de ingresos, deberíamos haber reducido el déficit público y bajar la deuda, y no solo en función del Producto Interior Bruto (PIB). Si un país está debilitado y muy endeudado, está contra las cuerdas. Tenemos que seguir avanzando en el desapalancamiento internacional de nuestro país, que es lo que facilita que la balanza de pagos esté también equilibrada. 

Lo realmente difícil es que el ajuste de gasto no perjudique a servicios sociales esenciales, la evolución del gasto de un país tiene que ir acorde a la evolución económica. España en los primeros años del siglo invirtió muchísimo en infraestructura (carreteras, Adif, aeropuertos…) con participación público-privada y por tanto, es algo que se puede hacer, combinar inversiones y servicios públicos esenciales.  

“Subir el IVA en 2012 fue la decisión más difícil que tuve que tomar como ministro”

El problema es que la inversión privada, con el Gobierno actual, no se puede ni contemplar. La figura del empresario es necesaria, pero van contra los empresarios, con nombres y apellidos, y hasta contra los periodistas. contra los periodistas con nombre y apellidos. Este escenario, en un mundo económico tan complejo, tan diverso y tan internacionalizado como el actual, genera una tensión de fondo y siembra el caos. Tenemos que fomentar el ambiente y la confianza necesarios para que haya iniciativa económica creadora de empleo y de bienestar, sin cuestionar elementos que son sustanciales en una sociedad moderna.  

¿Cuál es la decisión más difícil que tuvo que tomar como ministro?  

La decisión más complicada fue la de subir el IVA en 2012. Entonces, esta medida era una especie de moda, los organismos internacionales decían que había que apoyarse más en la fiscalidad indirecta, decían que podíamos recaudar mucho más a través del IVA de la hostelería en España, un sector importantísimo en nuestro país. En mi opinión, la subida del IVA es muy negativa desde el punto de vista de la equidad tributaria, ya que impacta más, proporcionalmente, en los que menos renta tienen. 

Hay decisiones que son muy duras y que tuvimos que compaginar al mismo tiempo con decisiones positivas como los planes de pago a proveedores, que salvaron a cientos de empresas. La política es el arte de diagnosticar correctamente un problema y aplicar el mal menor para corregirlo. La dificultad es diagnosticar correctamente, sin equivocarse en el diagnóstico.  

¿Tiene alguna espinita clavada de su etapa como ministro?  

Claro, muchísimas. Yo fui ministro de Hacienda después de haber sido secretario de Estado de Economía, durante la época de fundación del euro. Yo soy europeísta, creo en Dios y en Europa, y creo que los españoles tenemos que estar orgullosos por ser europeos, y ahora estamos en el camino de que eso sea así.  

Además, se dice que todo gobierno es una coalición entre el presidente del Gobierno y el ministro de Hacienda, lo cual es una gran verdad. El ministro de Hacienda tiene una responsabilidad de gestión del conjunto de los recursos públicos que es incómoda para mucha gente, que se enfada y que se pelea, ya que entiende que la política tendría que hacerse con más recursos. Pero el avance de un país no se basa solo los recursos públicos, si fuera así, no habríamos evolucionado desde los Reyes Católicos. 

Cuando uno está en una posición de responsabilidad pública, duelen las hipótesis de las denuncias, de injurias, de los falsos testimonios… Pero, sobre todo, lo que más duele es cuando viene de dentro de tu partido o de tu grupo de Gobierno. 

“Ser ministro de Hacienda es muy difícil, enfadas a mucha gente”

La política es la tarea más importante que puede hacer y está claro que la crítica es inherente a la función pública. ¿Qué sería del ser humano sin su crítica? Para alguien que estudia Economía y se especializa en Hacienda Pública, y se convierte en catedrático y luego tiene la oportunidad de desempeñar ese puesto político, eso es lo más importante que puede hacer en la vida. 

Echo de menos haber podido hacer mil cosas y tuve decepciones personales brutales, con impacto en mi propia familia. Si quieres es ser un buen ministro de Hacienda, en mi caso, el más longevo de la Historia, no debes ser demasiado curioso. No entiendo los programas del corazón, no me parecen interesantes. 

¿Cómo percibe la situación política actual? ¿Cree que, en comparación con el año 2000, tenemos mejores o peores representantes públicos? 

No me gusta generalizar, no me parece justo. Conozco a representantes políticos actuales que no están precisamente en primera línea, pero están sentados en el Congreso de Diputados, nada menos. Están renunciando a sus carreras profesionales, son personas de mediana edad, muy preparada, y las generalizaciones creo que les penalizan. 

Los problemas que sufrimos realmente son otros, la polarización, el extremismo, el nacionalismo extremista que hace incompatible tu nacionalidad con la de los demás, como si realmente hubiéramos elegido ninguno donde nacemos… Vivimos en una época precisamente en la que, no tanto por la clase política, sino que la propia democracia está llevando a una selección y a una priorización de valores y principios que deberían estar ya superados en una época etapa como la que vivimos. 

Y eso tiene que ver con esto, con las ideologías enfrentadas y con los extremismos. Mirad lo que sucede en Estados Unidos, es un país que pretende cerrarse. Pero yo sigo confiando en que no podrán hacerlo. Lo que me preocupa no es la clase política, sino las ideas que enfrentan, los extremos que provocan enfrentamiento en el sentido cainita de la expresión. 

Tendríamos que evitar esa polarización y superarla para que la clase política también fuera más normal. Siempre hay sospechas, porque vivimos en una sociedad justa, una sociedad de controles y de contrapoderes, porque el poder político necesita siempre contrapoderes externos. 

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