Soñar Despierto es una fundación que acompaña a niños y jóvenes que viven en hogares de acogida tras haber sido separados de sus familias y que actualmente opera en Madrid, Cataluña y la Comunidad Valenciana, con una próxima apertura en Andalucía. Aunque estos recursos residenciales cubren sus necesidades básicas, la organización se ocupa de todo aquello que queda fuera del día a día esencial: refuerzo educativo, ocio saludable y acompañamiento emocional. A través del voluntariado, trabajan para que estos menores crezcan con las mismas oportunidades que cualquier niño de su edad.
Operamos en Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid y, pronto, en Andalucía
El sistema de protección atiende a los jóvenes hasta los 18 años, pero la fundación los acompaña más allá -hasta los 22, 23 o incluso 24- para que alcancen una verdadera autonomía. “Vimos que no podíamos dejarles solos justo cuando el sistema deja de cubrirles”, explica Marta Cuesta, directora general de Soñar Despierto. Con ella hablamos para comprender mejor los retos y las urgencias de la infancia tutelada en España.
Soñar Despierto lleva más de dos décadas trabajando por la igualdad de oportunidades de la infancia tutelada. ¿Cuál diría que es hoy el mayor desafío al que se enfrentan estos niños y jóvenes?
Diría que hay tres grandes desafíos. El primero es la estigmatización: la realidad de los niños tutelados es muy desconocida y lo poco que se conoce suele ser negativo. El segundo es encontrar una familia. Lo ideal sería que los niños estuvieran con su familia biológica o una familia de acogida, pero esta realidad sigue siendo muy poco conocida y hacen falta muchas más familias.
El tercer reto es el salto a la vida adulta. A los 18 años, deben ser adultos funcionales de la noche a la mañana, cuando el resto de los jóvenes en España se emancipa a los 30 o 31. Deben pagarse un alquiler, estudios, trabajo… todo, sin red.
Sus programas de voluntariado, mentoría y apoyo educativo generan vínculos muy significativos con los menores. ¿Qué impacto directo han observado en su desarrollo emocional y académico?
A nivel emocional, les damos red y estabilidad. Saber que no están solos cuando cumplen 18 les aporta seguridad y autoestima. Muchos de ellos dicen que siempre tienen un teléfono al que llamar. A nivel académico, los jóvenes que han recibido becas y apoyo han podido terminar estudios, encontrar trabajo e incluso formar sus propias familias. Vemos que, si tienen igualdad de oportunidades, pueden salir adelante como cualquier persona, aunque necesiten un apoyo adicional durante su infancia y adolescencia.
Proporcionamos a los jóvenes una red, estabilidad y un teléfono al que llamar cuando cumplen 18
La transición a la vida adulta es un momento crítico para los jóvenes ex tutelados. ¿Qué necesidades siguen sin estar cubiertas y cómo se posiciona Soñar Despierto para responder a ellas?
Cuando cumplen 18 años, todo lo que tenían cubierto desaparece. Necesitan soluciones habitacionales, pero las plazas del plan de autonomía no son suficientes. También tienen dificultades para continuar con los estudios, porque no pueden permitirse el coste y muchas veces las becas se les deniega por falta de documentación. A nivel emocional, pasan de estar acompañados por educadores y psicólogos a estar solos. Las carencias más allá de los 18 son enormes.
En este contexto, nace ‘Un techo para soñar’. ¿Qué motivó a la fundación a impulsar un proyecto centrado específicamente en el acceso a la vivienda?
Surgió mientras colaborábamos con la Fundación EY. Ellos conocían nuestra realidad y nuestro programa de becas. Veíamos que muchos jóvenes becados tenían que abandonar los estudios cuando se acababa su recurso habitacional a los dos años. Tenían que priorizar trabajar para pagar un alquiler, especialmente en Madrid.
“Un techo para soñar” nace para permitir que puedan seguir estudiando: en los pisos no pagan alquiler, reciben dinero para manutención y una pequeña bolsa de ahorro. Les pedimos que prioricen los estudios, aunque pueden trabajar algunos fines de semana. Además, hacen voluntariado en Casa San Cristóbal, lo que les permite sentir que también aportan y no solo reciben. En los pisos encuentran familia, apoyo mutuo y acompañamiento semanal. Empezamos con un piso, ahora tenemos dos.
El proyecto no solo ofrece alojamiento, sino también estabilidad para que los jóvenes puedan continuar formándose. ¿Qué resultados están viendo en esta primera etapa?
El rendimiento académico ha mejorado mucho. Están tranquilos, pueden centrarse en estudiar. Emocionalmente, también han crecido. Un ejemplo es un chico que vivió en el piso, terminó su proceso y ahora está trabajando en EY, en marketing, con una beca de prácticas.
‘Un techo para soñar’ une a EY, TuTECHÔ y Soñar Despierto. ¿Qué aporta cada uno y qué valor tiene un modelo de colaboración tan transversal para el impacto social?
TuTECHÔ aporta su experiencia en sinhogarismo y gestión de recursos habitacionales, que son esenciales para el proyecto. EY aporta financiación y también apoyo emocional y comunitario: voluntariado, actividades, acompañamiento. Soñar Despierto hace el acompañamiento directo de los jóvenes en los pisos: supervisión, apoyo emocional, seguimiento y esa figura ‘paternal’ cuando toca poner límites.
La fundación también impulsa campañas de sensibilización sobre el acogimiento familiar. ¿Cómo perciben la evolución de la sociedad respecto a esta realidad y qué barreras quedan por superar?
El acogimiento familiar sigue siendo muy desconocido. Cada campaña lo confirma: muchas personas no saben que existen diferentes tipos de acogimiento ni que se puede acoger adolescentes. Nuestro objetivo no es solo encontrar familias, sino visibilizar que el acogimiento existe.
En España hay más de 17.000 niños en centros. En un país de 49 millones de habitantes, cuesta creer que no haya 17.000 familias dispuestas. También falta apoyo emocional desde las administraciones. Las familias necesitan acompañamiento, no solo ayudas económicas. Si el apoyo que hoy existe en los centros se trasladara al acogimiento, habría muchas más familias dispuestas.
Cuesta creer que en un país de 49 millones no haya 17.000 familias dispuestas a acoger
En los últimos años, la organización ha vivido un crecimiento y una expansión importantes. ¿Cuáles han sido las claves para consolidar este avance sin perder la esencia del proyecto?
Ha sido un reto. La clave ha sido entender bien las necesidades en cada autonomía y empezar poco a poco. Nos apoyamos mucho en voluntariado y empresas locales para que el proyecto sea sostenible. Crecemos despacio y consolidando. Ahora estamos en Cataluña, Comunidad Valenciana y pronto Andalucía.
Viene de un entorno de consultoría estratégica en una Big Four. ¿Qué le llevó a dar el salto definitivo al sector social y asumir la dirección de la fundación?
Compaginé mi trabajo en KPMG con el voluntariado, coordinando incluso voluntarios en varios centros. Sabía que quería dedicarme a lo social, aunque no tenía claro dónde. Cuando Soñar Despierto buscó dirección y vieron en mí esa inquietud, me lo ofrecieron. Fue una decisión emocional y un salto de fe.
Comenzó como voluntaria antes de dirigir la organización. ¿Hay alguna vivencia o encuentro con los menores que haya marcado especialmente su compromiso?
Dos experiencias. La primera, acompañar a Olivia en su salto a los 18; gracias a ella nació el programa de becas. La segunda, haber sido voluntaria de la misma niña durante 12 años: verla crecer, conseguir un trabajo y salir adelante. Ahora, como madre, me impacta aún más ver a niños pequeños en centros y comprender sus carencias.
Liderar una fundación con tanta carga emocional y responsabilidad social no es sencillo. ¿Qué le motiva y le sostiene en el día a día?
Ponerles cara y nombre. No quiero acostumbrarme ni dejar de conmoverme con sus historias. Todos en Soñar Despierto seguimos siendo voluntarios, lo que nos mantiene conectados a la realidad. Llevamos su mochila emocional a casa, pero eso hace que los proyectos tengan sentido.
¿Cuántos niños hay actualmente?
En España, más de 17.000 niños viven en centros. Nosotros llegamos a unos 5.000 al año, aún nos quedan 12.000 a los que tendríamos que ayudar.
Desde una perspectiva más personal, ¿qué sueña o desea para el futuro de la infancia tutelada en España?
Me encantaría que ningún niño creciera en una residencia, que el acogimiento familiar fuera la norma. Ojalá Soñar Despierto no tuviera que existir como existe hoy y dedicáramos nuestros esfuerzos a apoyar a familias de acogida. Que los centros fueran solo lugares de paso para aquellos niños que han sido separados de sus familias por distintos motivos.
Estos centros cubren sus necesidades básicas, pero no todo lo demás -como ropa más específica, ocio o actividades extracurriculares-, y ahí es donde entramos. Nuestro trabajo, a través del voluntariado, se centra en el refuerzo educativo, el ocio saludable y el acompañamiento emocional. Acompañamos a los menores durante todo su tiempo en el centro para que tengan las mismas oportunidades que cualquier niño de su edad.
Aunque los centros atienden a menores de 0 a 18 años, nosotros los acompañamos incluso hasta los 22, 23 o 24 años si lo necesitan para alcanzar su autonomía. Al principio trabajábamos solo hasta los 18, pero vimos que no podíamos dejarles solos justo cuando el sistema deja de cubrirles.





