Cuando los turistas se marchan y el verano se despide con un resplandor más suave, Europa respira diferente. Septiembre es un mes de transiciones: las playas se vacían, las ciudades recuperan sus rutinas, los campos se tiñen de vendimias y los precios bajan discretamente. Es el mes perfecto para quienes buscan autenticidad, para quienes desean escuchar el pulso cotidiano de cada lugar sin la distorsión del turismo masivo. Te proponemos una ruta por destinos europeos que brillan en septiembre, cuando los locales vuelven a apropiarse de sus calles y las experiencias se vuelven más íntimas, genuinas y memorables.
1. Apulia interior, Italia
En el sur de Italia, la región de Apulia -conocida como el tacón de la bota- suele atraer visitantes en verano por sus playas de agua turquesa. Sin embargo, septiembre cambia las reglas del juego. La costa se calma y el interior, con sus campos de olivos y pueblos encalados, cobra protagonismo. Es el momento ideal para descubrir el Valle de Itria, donde las temperaturas rondan los 25 grados y permiten caminar sin agotarse.
En pueblos como Locorotondo o Cisternino, las calles se llenan de aromas de panadería y los bares vuelven a ser frecuentados por residentes. Alberobello, famoso por sus casitas trullo, se disfruta de otra manera: en lugar de colas y grupos de excursión, septiembre ofrece paseos tranquilos por sus calles de piedra.
El mes coincide con el final de las fiestas patronales, celebraciones religiosas y festivas que combinan procesiones, conciertos en plazas y espectáculos de luces. Asistir a una de ellas significa ver cómo los vecinos recuperan su espacio y comparten con naturalidad sus tradiciones.
Además, septiembre es época de vendimia. Las pequeñas bodegas familiares abren sus puertas a los visitantes curiosos: algunas permiten participar en la recolección de uvas o en el pisado tradicional, seguido de catas improvisadas de vinos como el Primitivo o el Negroamaro. Una experiencia que no figura en folletos turísticos, pero sí aparece en las conversaciones con los locales.
Plan local: alquila una bicicleta y recorre los senderos entre olivos centenarios, donde el silencio es solo interrumpido por el canto de las cigarras tardías.
2. Guimarães, Portugal
A poco más de una hora de Oporto, Guimarães conserva un encanto discreto que la hace ideal para septiembre. Su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se recorre mejor cuando la multitud de agosto ya no está. Sus plazas empedradas y casas medievales invitan a pasear sin prisa.
En este mes, la ciudad se llena de vida gracias al regreso de los estudiantes universitarios. Las calles vuelven a tener música improvisada y los bares recuperan su ambiente local. Las plazas de Santiago y Oliveira se convierten en puntos de encuentro donde conviven la historia y la vida cotidiana.
El clima acompaña: las temperaturas rondan los 20 grados y permiten sentarse al aire libre a disfrutar de un café portugués o un vino verde sin necesidad de buscar sombra. Septiembre es también un mes de transición gastronómica: empiezan a llegar platos de otoño, como la carne de cerdo con castañas, pero todavía se disfrutan recetas frescas como el bacalao a la brasa.
Guimarães también ofrece rutas culturales para quienes disfrutan de la historia: el Castillo de Guimarães, cuna de la independencia de Portugal, está abierto con menos visitantes en estas fechas, y los museos locales organizan actividades más íntimas, pensadas para residentes.
Plan local: los jueves, pasea por el mercado municipal, donde los vecinos compran frutas de temporada y quesos artesanales. Si tienes suerte, te toparás con un ensayo abierto de tunas universitarias que animan la noche con fados improvisados.
En Apulia, Guimarães, Gijón, Graz, Kalamata y Plovdiv, septiembre es tiempo de vendimias, sidra fresca, mercados al aire libre y cultura vivida como los locales
3. Gijón, España
En la costa asturiana, Gijón se transforma en septiembre. Tras un verano de playas llenas, la ciudad recupera un ritmo más pausado. La Playa de San Lorenzo, con su icónica escalinata, se convierte en un paseo amplio y tranquilo. El agua sigue atrayendo a surfistas, pero ahora sin el bullicio de julio y agosto.
El mes marca el inicio de la temporada de manzana y sidra. Los llagares trabajan a pleno rendimiento y los bares se llenan de vecinos que disfrutan de la bebida más emblemática de Asturias. Pedir una botella de sidra y verla escanciada con precisión es más que un gesto: es un ritual que marca la vida local.
Culturalmente, septiembre también es un buen momento. El Festival Internacional de Cine de Asturias suele celebrarse hacia finales de mes, atrayendo tanto a amantes del cine como a curiosos que se acercan a proyecciones al aire libre o charlas con directores. La ciudad, además, organiza conciertos en espacios como el Jardín Botánico, que combina naturaleza y música en un entorno muy agradable.
La gastronomía acompaña la experiencia. Sidrerías y restaurantes ofrecen platos de temporada como fabada, cabrales y pescados frescos del Cantábrico. Comer en septiembre significa disfrutar de una cocina contundente, ideal para los días en que el clima empieza a refrescar.
Más allá de la ciudad, septiembre es perfecto para explorar los alrededores: rutas de senderismo en el Monte Deva o excursiones cortas a pueblos pesqueros como Candás o Luanco, sin la masificación del verano.
Plan local: visita un llagar cercano y aprende a escanciar la sidra tú mismo; no es solo una bebida, es un ritual que en septiembre cobra un sabor especial.
4. Graz, Austria
Austria es sinónimo de paisajes alpinos y ciudades imperiales, pero en septiembre, Graz ofrece una experiencia distinta: una mezcla de ciudad creativa, vida universitaria y tradiciones agrícolas. Es la segunda ciudad del país, pero mantiene un ambiente acogedor y menos turístico que Viena o Salzburgo.
El casco histórico se disfruta especialmente en este mes: calles barrocas, patios renacentistas y cafeterías donde los locales vuelven tras el verano. El regreso de los estudiantes da a la ciudad un aire dinámico, con librerías y bares que se llenan de tertulias.
El mercado de Kaiser-Josef-Platz es uno de los mejores lugares para saborear septiembre. Allí se encuentran calabazas de Estiria, setas silvestres y uvas recién cosechadas. Es el mes del Sturm, un vino joven y ligeramente espumoso que solo se consume en esta época, muy popular entre los austriacos.
Un paseo imprescindible es subir al Schlossberg, la colina que domina la ciudad. En septiembre, la vista se llena de tonos rojizos y dorados, preludio del otoño. Muchos residentes acuden al atardecer a compartir una cerveza o un vaso de Sturm, disfrutando de un ambiente relajado y sin aglomeraciones.
Además, Graz es ciudad de festivales. En septiembre se celebra el Steirischer Herbst, un festival de arte contemporáneo con exposiciones, teatro y música experimental. Aunque tiene renombre internacional, sigue siendo un evento donde conviven artistas y vecinos, creando una atmósfera genuina.
Plan local: coge el funicular al Schlossberg, donde la ciudad se extiende a tus pies entre tejados rojizos. Al caer la tarde, comparte una jarra de Sturm, un vino joven típico del inicio de la vendimia, en las terrazas que los locales frecuentan.
Destinos europeos ideales en septiembre: buen clima, menos colas y vida cotidiana a la vista
5. Kalamata, Grecia
Mientras Mykonos y Santorini siguen recibiendo cruceros, Kalamata se queda en un Mediterráneo auténtico y pausado. Septiembre es sinónimo de aceitunas tempranas, y la ciudad vibra con la expectación de la cosecha. En sus mercados abundan los aceites frescos, el pan de pita recién horneado y dulces con miel.
Las playas de Kalamata, largas y de aguas aún cálidas, se vacían de turistas internacionales y se llenan de familias locales que disfrutan de los últimos baños del año. La temperatura ronda los 27 grados, perfecta para nadar o caminar por la orilla.
La gastronomía es uno de los grandes atractivos. Las tabernas familiares sirven platos tradicionales en patios al aire libre: ensaladas griegas con productos recién recogidos, pescados a la parrilla y, por supuesto, aceitunas de Kalamata. En septiembre, el ambiente es relajado y auténtico, lejos de los precios inflados de la temporada alta.
Kalamata es también un buen punto de partida para explorar el Monte Taigeto, ideal para caminatas de medio día. Desde allí se contemplan vistas espectaculares del golfo de Mesenia, un paisaje poco frecuentado por extranjeros.
Además, el ambiente cultural se mantiene activo: el Kalamata International Dance Festival, celebrado en verano, deja su eco en septiembre con talleres y espectáculos locales. Es un ejemplo de cómo la ciudad apuesta por la cultura sin depender del turismo masivo.
Plan local: visita una cooperativa de aceite de oliva: en septiembre muchas permiten participar en catas privadas. También puedes unirte a excursiones cortas al monte Taigeto, donde las vistas del golfo de Mesenia son un secreto compartido entre senderistas locales.
6. Plovdiv, Bulgaria
Plovdiv, considerada una de las ciudades más antiguas de Europa, ofrece en septiembre una combinación única de historia y vida contemporánea. Su casco histórico, con casas de colores y calles empedradas, se recorre sin el calor sofocante del verano.
El teatro romano, uno de los mejor conservados del continente, organiza conciertos y representaciones durante este mes. Asistir a un evento allí, entre columnas milenarias, es una experiencia que mezcla pasado y presente de manera natural.
El barrio de Kapana -llamado ‘la trampa’ por su trazado laberíntico- recupera su esencia bohemia en septiembre. Tras el verano, los cafés y bares de cerveza artesanal vuelven a llenarse de residentes, artistas y músicos locales. El ambiente es relajado, con más conversaciones que turistas con cámara.
La gastronomía en esta época también es un atractivo. Los restaurantes sirven platos tradicionales como la banitsa (pastel de queso y huevo) y ensaladas frescas acompañadas de rakia, un aguardiente típico. Comer en Plovdiv en septiembre significa hacerlo rodeado de locales, sin prisas ni menús turísticos.
Además, la ciudad acoge pequeños festivales culturales y ferias de artesanía. Son eventos pensados para la comunidad local, pero abiertos al visitante curioso que quiera integrarse.
Plan local: únete a un “pub crawl” de vecinos en Kapana o siéntate en una terraza y deja que el tiempo pase: septiembre devuelve a Plovdiv su ritmo cotidiano, creativo y acogedor.


