La presencia femenina en cargos de relevancia se mueve entre el avance forzado y los frenos injustos.
La escuela de negocios IESE presentó hace unas semanas un riguroso estudio sobre la situación de la mujer en 34 países de la OCDE. En un momento de la sesión, la experta Nuria Chinchilla aseguró: “El liderazgo del siglo XXI es el femenino. Si nos quedamos con el masculino, ya sabemos lo que hay”. ¿Sorprendente?
La afirmación, sin duda, podría hacer sulfurar a más de uno. Más aún si se complementa con una frase posterior, en el mismo acto: “La mujer ha salido fuera, pero el hombre no ha entrado dentro”. ¡Madre mía!, diría más de uno.
La colección de sentencias de este estilo, sin embargo, se frena ahí. No abunda en la demagogia que a menudo inunda estos debates. De hecho, Chinchilla no está de acuerdo con las cuotas. Prefiere la meritocracia; es decir: que si en un proceso de selección de diez personas hay diez mujeres más brillantes que los hombres que participen, se llevan el puesto, y viceversa.
La cuestión, desde luego, no es fácil de resolver. Las cuotas han servido para aumentar la presencia de mujeres, aunque los países líderes en este terreno siguen siendo los habituales. Según el estudio del IESE, los países nórdicos son el referente en liderazgo femenino e igualdad de oportunidades para las mujeres. Turquía, Japón y Corea son lo contrario. España avanza un puesto desde 2006 y se sitúa en la octava posición. Nos preceden Suecia, Islandia, Noruega, Eslovenia, Francia, Finlandia y Portugal.
Nuestro país ocupa el segundo puesto en liderazgo personal, entendido éste como la capacidad de las mujeres de estudiar, más allá de lo obligatorio, y/o de emprender, ya sea creando sus propias empresas o desarrollando y registrando patentes. “El acceso a la educación y a la formación superior es el motor de desarrollo del talento femenino y, por tanto, una de las claves para alcanzar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres”, señalan desde el IESE. Según esta escuela de negocios, el avance en esta dimensión es muy significativo: la media de mujeres con estudios universitarios entre 25 y 34 años supera a la de los hombres en todos los países analizados, excepto en México, Suiza y Turquía.
Otros indicadores utilizados para evaluar el liderazgo personal son el número de mujeres inventoras, liderado por Portugal y España, y el de mujeres empresarias, encabezado por Nueva Zelanda, Grecia y España.
Por lo que se refiere al liderazgo político, nuestro país ocupa la séptima posición. En esta vertiente se estudia el porcentaje de mujeres en el parlamento y el de mujeres liderando un ministerio. Encabezan el ranking Suecia, Islandia, Eslovenia, Finlandia, Dinamarca y Noruega, por este orden. La presencia de mujeres diputadas en los 34 países estudiados ha aumentado seis puntos desde 2006, gracias sobre todo al efecto de las cuotas impuestas por los propios partidos políticos en sus listas o por las legislaciones enfocadas a conseguir parlamentos más paritarios.
El liderazgo empresarial es uno de los puntos negros para las mujeres en España. Ocupamos el puesto 25 de los 31 países estudiados. Los primeros lugares los ocupan Noruega, Suecia e Irlanda, gracias a que tienen un porcentaje de mujeres en los consejos de administración superior a la media, tasas bajas de trabajo parcial involuntario y de paro femenino y una población activa más equilibrada entre hombres y mujeres. A nivel global, el índice refleja un estancamiento en el número de mujeres directivas (4,5% en 2018 frente al 4,4% de 2006).
En liderazgo social aún estamos peor: España ocupa el puesto 29. En este apartado se analiza el apoyo que reciben las mujeres y el impacto de las barreras que encuentran para integrar su vida personal, familiar y laboral. Para ello se miden indicadores como la edad a la que tienen el primer hijo, la duración de la baja de maternidad y paternidad, o la tasa de escolarización de niños de tres a cinco años. Los primeros puestos están ocupados por Israel, Reino Unido y Francia.
Frente a estas cuestiones, Nuria Chinchilla no tiene ninguna duda al afirmar que no se hace ningún esfuerzo para favorecer a la familia, ni a la conciliación. “El Estado debe apoyar e invertir más en la familia. Debería haber un ministerio de la familia”, sostiene. Los países nórdicos o Francia la apoyan mucho más. En la cuestión de la maternidad, Chinchilla incluso va más allá, y estima que hay un “acoso que habría que erradicar”. Su colega en la dirección del estudio, Esther Jiménez, lamenta que “muchas mujeres se encuentran con que en sus trabajos les preguntan si van a tener hijos. Están penalizadas”.
La legislación trata de eliminar estas injusticias, pero a veces produce efectos perversos. El blindaje de los contratos por motivos de maternidad se ha traducido en que muchas empresas eviten a las mujeres, lamentan las autoras.
Por lo que se refiere a los salarios, afloran cuestiones diversas. Chinchilla recalca que no hay diferencias en los trabajos regidos por convenios colectivos: mujeres y hombres cobran lo mismo si el puesto es igual. En otros casos, si se ofrece un premio o compensación, la experta afirma que las mujeres suelen preferir flexibilidad a un mayor sueldo para poder estar con la familia. También señala que los hombres suelen informarse sobre los sueldos antes de cambiar para cobrar igual o más, mientras que las mujeres tan solo esperan que el salario sea justo. “Las empresas no son injustas, pero el sueldo va menguando”, afirma.
Para que las mujeres puedan trabajar mejor y la familia no sufra, parte de la solución puede ser racionalizar los horarios. “En Suecia se van a casa a las cuatro o cinco de la tarde. Aquí somos el tercer país por la cola en productividad horaria. Cuanto más tiempo pasas en la oficina, menos productivo y creativo eres al día siguiente. Nos está costando superar esta cultura. Las mejores empresas sí lo hacen. Por eso fidelizan el talento, que es distinto, y mejor, que retenerlo”, señala Nuria Chinchilla.
La situación va prosperando. En los consejos de administración de empresas del Ibex se ha pasado de tener un 10% a un 24% de mujeres. Destaca especialmente el sector financiero. A Chinchilla este progreso le parece bien. Por un lado, “porque en España tenemos mujeres superpreparadas”; y por otro, “porque si no hay diversidad de hombres y mujeres, estás perdiendo un ojo: es parte de tu mercado”. Por eso el aumento de la visibilidad de mujeres es positivo, además de justo. Tan solo hay que dejar que se desarrolle de modo natural, sin forzar situaciones absurdas.