En la era digital, las telecomunicaciones se han convertido en el sistema nervioso de nuestra sociedad. Desde las llamadas telefónicas hasta los servicios de datos que permiten la interacción con la Administración, la banca o la sanidad, gran parte de nuestra vida cotidiana depende de la integridad de las redes de telecomunicaciones. Sin embargo, detrás de esta aparente normalidad, se libra una batalla que amenaza tanto a empresas como a ciudadanos: los ciberataques silenciosos.
A diferencia de los ataques más visibles, que interrumpen servicios y llaman inmediatamente la atención de los operadores, los ciberataques silenciosos operan con discreción. Enrique Cervera, Director General de Correos Telecom, los define como intrusiones que “no interrumpen de forma evidente un servicio, pero entran sigilosamente en la red y permanecen latentes durante semanas o meses”. Su principal objetivo no es causar un apagón inmediato, sino robar información, alterar configuraciones críticas o simplemente permanecer dentro del sistema sin ser detectados.
La amenaza que representan estos ataques va más allá de los perjuicios económicos. La confianza de los usuarios y de los ciudadanos se erosiona cuando se demuestra que los sistemas que sustentan la vida diaria pueden ser vulnerables. “Puede actuar durante un largo período poniendo en cuestión elementos clave para la vida diaria de la ciudadanía y para la soberanía digital del país”, subraya Cervera. Es precisamente esta capacidad de permanecer invisibles lo que los convierte en una de las formas más peligrosas de ciberataque.
Vectores de entrada: cómo los hackers se infiltran
Los ciberataques silenciosos suelen aprovechar vulnerabilidades conocidas y errores humanos. Según Cervera, existen tres vectores principales por los cuales los atacantes logran acceso a las redes de telecomunicaciones. En primer lugar, las credenciales comprometidas: personal de mantenimiento, subcontratistas o proveedores con permisos amplios pueden convertirse en un punto de entrada si no se gestionan adecuadamente. En segundo lugar, la explotación de equipos de red obsoletos o sin parchear, especialmente en entornos heredados de generaciones tecnológicas anteriores, es una vía común. Finalmente, el phishing dirigido, tanto al personal interno como a clientes, sigue siendo uno de los métodos más efectivos.
El director general hace hincapié en un aspecto fundamental: “la tecnología, por sofisticada que sea, se asienta en buena medida en virtudes puramente humanas: la atención, la prudencia, el estado de alerta permanente. Un clic inocente en un correo o una actualización no verificada puede abrir una brecha significativa”. Esta frase resume la esencia de la ciberseguridad moderna: la combinación de herramientas avanzadas y vigilancia constante de los usuarios.
La realidad de los ataques: datos y ejemplos
Aunque no se pueden divulgar casos específicos por razones de confidencialidad, los informes de organismos como ENISA (Agencia Europea de Ciberseguridad) permiten dimensionar la magnitud del problema. El informe de octubre de 2025 analizó casi 5.000 incidentes en el último año, la mayoría de los cuales consistieron en campañas discretas y prolongadas en lugar de grandes apagones.
Entre los métodos más comunes destacan las operaciones de grupos estatales que suplantan instituciones europeas para enviar correos muy verosímiles (spear-phishing), y luego despliegan cargas “en memoria” para esquivar los antivirus y mantener acceso sin ruido operativo. Según los datos citados por Cervera, el correo de suplantación representa el 60% de los accesos iniciales, mientras que la explotación rápida de vulnerabilidades explica otro 21,3%. Esta estadística revela la efectividad de los ataques silenciosos y la necesidad de monitorización avanzada para detectarlos antes de que causen daño.
Señales de alerta: detectar lo invisible
Detectar un ciberataque silencioso requiere una vigilancia constante de la red y la capacidad de interpretar señales sutiles. Entre los indicadores tempranos de una intrusión se encuentran aumentos inexplicables en la latencia, accesos o mantenimientos fuera de los patrones habituales, modificaciones de configuraciones de red o tráfico hacia destinos no habituales.
“La tecnología, por sofisticada que sea, se asienta en buena medida en virtudes puramente humanas”, Enrique Cervera
Cervera compara este proceso con la labor de un centinela que atiende a sombras en la oscuridad: “igual que un centinela atiende a sombras que se mueven en la oscuridad, en ciber también hay sombras que se mueven, señales de alarma”. La detección temprana no solo protege la infraestructura de telecomunicaciones, sino también la información más sensible de los ciudadanos, desde datos de salud hasta relaciones con la Administración.
Debilidades estructurales y humanas
Aunque la tecnología juega un papel crítico, muchos de los puntos débiles de las telecomunicaciones tienen origen en factores humanos o estructurales. Una de las principales vulnerabilidades es la ampliación de la superficie de ataque: las redes de operaciones, mantenimiento y proveedores se conectan con un universo muy extenso de redes de servicio al cliente y acceso. Esto multiplica los puntos de entrada y complica la gestión de la seguridad.
Asimismo, el ciclo de vida de los equipos representa un desafío económico y operativo. Mantener sistemas actualizados y parcheados puede resultar costoso y, en ocasiones, técnicamente complicado. Finalmente, la gestión de cuentas con acceso privilegiado concentra un poder decisorio sobre la red que, si no se controla adecuadamente, puede facilitar infiltraciones. La trazabilidad incompleta de los fabricantes o proveedores también complica la capacidad de asegurar completamente la red.
La sinergia entre tecnología y formación
Cervera subraya que la tecnología por sí sola no garantiza la seguridad: “todas las medidas que se tomen serán estériles si los equipos no están capacitados en la caracterización de las herramientas y en la interpretación de los eventos que estas proporcionan”. Por ello, la formación continua del personal es el pilar de cualquier estrategia de ciberseguridad.
La irrupción de la inteligencia artificial ha añadido un nuevo nivel de complejidad. Los sistemas de monitoreo avanzados y de análisis de tráfico pueden anticipar patrones de ataque, pero necesitan operadores capacitados para interpretarlos y actuar de forma rápida. Según Cervera Grajera, más de la mitad de las organizaciones han integrado la formación en IA y ciberseguridad en su liderazgo, un incremento que refleja la creciente conciencia sobre la importancia de preparar al factor humano frente a amenazas cada vez más sofisticadas.
Protocolos de respuesta y continuidad de servicio
Cuando un ciberataque silencioso es detectado, la rapidez y la organización marcan la diferencia. Correos Telecom aplica protocolos basados en un Plan de Continuidad de Negocio (PCN) y un Plan de Recuperación ante Desastres (DRP). Estos documentos identifican los activos críticos, asignan responsabilidades y establecen pasos claros para la comunicación, contención, erradicación y recuperación del sistema.
“Improvizar en un momento de máxima tensión puede llevar a decisiones erróneas”, advierte Cervera Grajera. Además, la diversificación de activos críticos asegura que los servicios esenciales no se vean interrumpidos, incluso frente a un ataque sofisticado. Este enfoque combina prevención, detección y respuesta, reforzando la resiliencia de la infraestructura de telecomunicaciones.
Tendencias emergentes en ciberseguridad
El futuro de la ciberseguridad en las telecomunicaciones estará marcado por la inteligencia artificial, las redes de confianza cero y cadenas de suministro más seguras. Cervera enfatiza que la fabricación de hardware crítico en Europa bajo control europeo es clave para evitar dependencias externas que puedan comprometer la seguridad nacional.
La ciberseguridad, subraya, “ya no es un gasto técnico sino la inversión en una infraestructura esencial, tan crítica como la energía o el agua. Proteger nuestras redes no es solo cuestión tecnológica: es proteger la confianza de los ciudadanos y el funcionamiento de un país moderno”. Esta visión subraya que la seguridad digital no es un lujo corporativo, sino una responsabilidad estratégica para el bienestar de toda la sociedad.

“La tecnología,