La oleada de ciberataques que azotó España en julio con un promedio de 2.057 incidentes semanales, un 20 % más que hace un año, trasciende el ámbito tecnológico y ya se refleja en el ritmo de crecimiento del país. Cada brecha obliga a redirigir recursos hacia la contención de la crisis, detiene líneas de producción y mina la confianza de inversores y consumidores.
Cuando una organización debe destinar una parte significativa de su presupuesto a pagar rescates o a reforzar sus defensas, la productividad nacional se resiente. El desvío de capital hacia remediación eleva el déficit de inversión en proyectos de expansión e innovación, y encarece el coste de capital al aumentar las primas de seguro y las demandas de asesoría especializada. En un entorno global donde la competitividad se mide en velocidad y eficiencia, estos retrasos suponen una desventaja difícil de recuperar.
Sectores estratégicos como las telecomunicaciones soportan un doble golpe: el directo, por la paralización de sistemas críticos, y el indirecto, cuando los clientes exigen compensaciones o buscan proveedores más seguros. En la industria, un solo incidente puede interrumpir cadenas de suministro y provocar sanciones que repercuten en el ámbito comercial, reduciendo los niveles de exportación y mermando la reputación internacional del tejido empresarial español.
El ransomware, que ha aumentado un 28 % en el último año, empeora aún más la situación financiera de las empresas. Los pagos exigidos por los atacantes, que van desde decenas hasta cientos de miles de euros, provocan desequilibrios en el dinero disponible y gastos inesperados que afectan los resultados económicos. Muchas empresas deciden pedir más préstamos o usan dinero destinado a crecer para reparar sistemas y comprar programas de seguridad.
Sin embargo, la ciberseguridad puede ser una fuente de fortaleza y no solo un gasto. Incluir medidas de riesgo digital en las evaluaciones financieras ayuda a identificar a las empresas más seguras, que consiguen mejores préstamos. Usar herramientas con inteligencia artificial y capacitar constantemente al personal permite adelantarse a los ataques, reducir sus daños y mejorar las posibilidades de ganar contratos internacionales.
La colaboración internacional en materia de ciberseguridad es esencial para conseguir un progreso mayor. Compartir información sobre amenazas, buenas prácticas y soluciones efectivas entre países puede fortalecer la defensa colectiva y mejorar la capacidad de respuesta ante ataques globales.
