Tecnología, IA

Open AI lanza Sora 2, el TikTok que no necesita cámara

Con Sora 2, OpenAI lanza su propio TikTok hecho íntegramente de IA: vídeos sin cámara y con un potencial creativo que también es tremendamente inquietante

Por Marta Díaz de Santos

OpenAI ha abierto una nueva puerta al universo audiovisual con el lanzamiento de Sora 2, la última iteración de su sistema de generación de vídeo y audio con inteligencia artificial. Lo ha hecho acompañada de la app social Sora, concebida como un claro rival de TikTok, aunque con una diferencia decisiva: ningún vídeo es real. Todo lo que aparece en pantalla ha sido fabricado, modelado y compuesto digitalmente. El escenario, los gestos, el sonido y hasta la voz son producto de la IA.

El anuncio fue tan audaz como provocador. Según la propia compañía, Sora 2 ofrece un realismo físico mucho más coherente, mayor control creativo y una sincronización impecable entre imagen y sonido. A diferencia de versiones anteriores, esta nueva generación simula incluso el error: si alguien lanza una pelota y falla, la bola rebota del tablero, no desaparece ni se transporta mágicamente al aro. Esa fidelidad a lo cotidiano es parte de su promesa de simulación.

La aplicación es un ecosistema social. Los usuarios pueden registrarse mediante vídeo y voz para que su rostro y entonación queden capturados y, después, insertados en cualquier escenario generado, casi como si fueran cameos digitales. Se trata de una función voluntaria y supuestamente controlada: la identidad debe verificarse y la compañía asegura que notificará si alguien hace uso de la imagen de otro. El formato de consumo, sin embargo, resulta familiar: scroll vertical, vídeos cortos, likes, comentarios y la opción de “remixar” contenidos existentes. Todo ello dentro de un entorno en el que la creación no requiere cámara ni rodaje, solo texto y un poco de imaginación.

Esa libertad sin instrumentos tiene un coste: la barrera entre lo auténtico y lo ficticio se difumina. En los primeros días ya circulaban deepfakes virales de personajes públicos. El propio Sam Altman apareció en clips absurdos, robando GPUs en una tienda o improvisando un rap. Podría parecer un juego inocente, pero la advertencia es clara: ya no se necesitan estudios de Hollywood para inventar lo creíble.

El entusiasmo tecnológico convive con inquietudes crecientes. La desinformación y la suplantación de identidad son amenazas evidentes. Cualquier usuario puede crear escenas convincentes de políticos o celebridades, y muchos analistas ven en Sora 2 un salto decisivo en la capacidad de los deepfakes para alterar la conversación pública. A esto se suma la incertidumbre en torno a los derechos de autor: ¿qué ocurre cuando un vídeo generado recuerda demasiado a una película, un videoclip o una coreografía protegida? OpenAI asegura que implementará filtros y opciones para que los titulares de derechos puedan vetar el uso de su contenido, aunque todavía no está claro cómo funcionará a gran escala.

La privacidad es otra línea delicada. Aunque la empresa defiende que el uso del rostro es opcional, no existe plena garantía de que alguien no pueda subir imágenes ajenas sin consentimiento. Y mientras tanto, el potencial adictivo de la aplicación preocupa tanto como su estética. Si TikTok ya había sido cuestionado por su capacidad para atrapar la atención, Sora podría intensificar ese efecto con un contenido que combina novedad constante y surrealismo ilimitado.

También surgen dudas en el terreno de la seguridad. Investigaciones recientes muestran que los modelos de texto a vídeo, cuanto más avanzados, más vulnerabilidades éticas arrastran: manipulación de contexto, persistencia de identidad, remix sin permiso. Los riesgos no son solo visuales, sino culturales.

Quizás la gran pregunta no sea si Sora 2 puede hacerlo, sino si debería. La posibilidad de construir narrativas sin necesidad de equipo técnico abre puertas a la educación inmersiva, el activismo visual o la ficción colaborativa. Pero también redefine la noción misma de originalidad. Si todo puede simularse, ¿qué valor tendrán en adelante las imágenes creadas con una cámara, con una pincelada o con un rodaje real? Para muchos creadores tradicionales, Sora 2 plantea un desafío existencial: podría rebajar el prestigio del esfuerzo técnico o, paradójicamente, revalorizar lo imperfecto y lo artesanal como nuevas joyas de autenticidad.

 

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