Haizam Amirah (Instituto Elcano): "En caso de una guerra regional, las consecuencias para la economía internacional serán incalculables"
Las imágenes del conflicto entre Israel y Palestina continúan dando la vuelta al mundo. Ante la escalada de violencia, las potencias regionales apelan a la diplomacia para resolver una situación que puede afectar a todo el planeta.
En Capital, hemos querido preguntarnos qué sucederá si la guerra se prolonga demasiado en el tiempo.
Una economía en declive
La Europa de los 27 no está para más sobresaltos. La recuperación del conjunto del continente está siendo muy desigual, pero el músculo principal de la economía de la Unión está visiblemente tocado. Alemania, Francia, Italia y España, las principales potencias del continente, no pasan por sus mejores momentos, si bien es cierto que España resiste mejor que sus vecinos. Las dificultades energéticas, la caída de los beneficios en la agricultura y la inflación permanente que se ha instalado en el Viejo Continente no dan tregua.
Haizam Amirah es investigador principal en el Real Instituto Elcano y profesor asociado en el Instituto Empresa (IE). Como especialista en relaciones internacionales, islam político y procesos de transición hacia la democracia en el mundo árabe, sabe de las complicaciones económicas que acarrearía un conflicto prolongado en Israel y las explica a este medio.
"Todo depende del alcance de la guerra y de los actores implicados directamente. Si hablamos de una guerra regional, las consecuencias para el sistema internacional serán incalculables. Encarecimiento de la energía, disrupción de las rutas de comercio etc. Si se produce una extensión regional, seguramente habrá otros frentes que se incendiarán, alimentando las posiciones más radicales en todo el mundo", afirma.
La economía de Israel lleva décadas progresando. El PIB del país hebreo supera los 500.000 millones de dólares para una población de 9,36 millones de personas, y está basado en una potente industria tecnológica y en un sector servicios cada vez más destacable. Su tasa de paro ronda el 3,5%, pero lo más reseñable es la mejora constante de la renta per cápita nacional. En apenas veinte años, los israelíes han triplicado su PIB per cápita, alcanzando actualmente los 55.000 dólares por persona al año. En los últimos cuarenta años, su riqueza se ha multiplicado por diez.
Los proyectos de ingeniería, la facilidad para formar startups y el incremento de la inversión extranjera son algunos de los puntos fuertes de la economía de Israel. El turismo de los lugares sagrados, sumado a un aumento de los extranjeros que buscan sol y playa en destinos como Tel Aviv, es otro de los puntales que sostienen el crecimiento económico del país.
Los flujos de inversión extranjera directa hacia Israel son relevantes y, en 2021, registraron una cifra cercana a los 30.000 millones de dólares, lo que representa un incremento superior al 70% respecto del año 2019 y lo que pone de manifiesto el interés inversor en dicha economía, siendo los sectores de alta tecnología, telecomunicaciones, defensa, biotecnología, seguridad, software, internet, aeroespacial, equipos médicos y tratamiento de aguas, los más atractivos.
A pesar de ello, no hay que olvidar que parte de su producción recae en trabajadores palestinos poco cualificados que, ahora, están abandonando el país. Sumado a la llamada a filas de cientos de miles de reservistas en uno de los países más militarizados del mundo, está provocando un agujero momentáneo en miles de centros de trabajo.
Si bien por sí sola la economía hebrea no tiene un peso relevante en el mundo, su posición geopolítica sí la tiene. Si Europa ya había tenido que virar su estrategia para no depender de los hidrocarburos rusos, la situación en Palestina hará que centremos nuestros esfuerzos económicos en esta región del mundo.
"La respuesta es clara. La atención está desviada y no se habla de Ucrania. Una buena parte de la población mundial percibe que Occidente está teniendo doble vara de medir cuando hay una ocupación o una agresión contra civiles. La percepción está calando no solamente en el mundo musulmán, sino también en una buena parte del llamado "Sur Global". Eso es "malo" para pedir solidaridad con Ucrania ante la agresión rusa", explica Haizam.
¿Puede Europa mantener un esfuerzo económico de semejante calibre para apoyar tanto a Ucrania como a Israel? Es evidente que no. Y los países de la UE no son los únicos actores con un papel relevante en este conflicto.
En manos de la Liga Árabe
Que casi todos los países de Europa se posicionen directamente a favor de Israel no tendría por qué suponer nada salvo alguna queja diplomática de los países que apoyan a Palestina, si no fuera por un detalle de vital importancia.
Y es que la mayor parte de la producción de petróleo del planeta está controlada por la OPEP, o en su defecto, por la OPEP+. Esta organización está formada en su mayoría por países musulmanes y, además, algunos de ellos pertenecen a la llamada Liga Árabe.
El más relevante es Arabia Saudí, que lleva décadas tratando de ejercer su influencia en Oriente Medio. Y aunque eventualmente se están posicionando del lado estadounidense, siempre es mejor andar con pies de plomo.
La oposición a Irán es lo único que favorece la mejora de las relaciones entre Riad y Washington. Aun así, cabe destacar que los miembros árabes de esa organización controlan el 60% de la producción de petróleo mundial. Por ello, Occidente debe obrar con cautela y no sobrepasar las líneas rojas que marca la Liga Árabe.
Lo cierto es que la Liga Árabe parece estar pasando por un conflicto de intereses, lo que podría beneficiar a los aliados tanto política como económicamente.
"La Liga Árabe no tiene capacidad para cambiar la situación sobre el terreno. Son veintidós gobiernos, cada uno con su propio cálculo. Hablamos de sistemas no democráticos. Si se produce la invasión, la pregunta que hay que hacer es: ¿los que se han dedicado a planificar la operación del pasado 7 de octubre, han tenido tiempo de pensar en las consecuencias de una invasión a gran escala?", se pregunta el experto.
La realidad es que existe el miedo a que se produzca otra crisis petrolera como la de 1973. Aunque por el momento, nuestro experto asegura que "no parece viable que ocurra una crisis como la del 73". Si Europa no interfiere, los países árabes no deberían cerrar el grifo del petróleo.
Lo único cierto es que el precio del Brent subió un 10% durante los primeros días de respuesta israelí al ataque de Hamás. A pesar de ello, están muy lejos de la escalada sufrida durante las primeras semanas de la Guerra de Ucrania, y mucho más de los precios de la energía alcanzados el pasado invierno.
La supervivencia energética de la propia Israel depende de mantener unas relaciones estables tanto con Estados Unidos como con los países musulmanes.
Tel Aviv importa diariamente 220.000 millones de barriles de petróleo, de los cuales el 60% proceden de países musulmanes. En este caso, la mayor parte viene de Kazajistán y Azerbaiyán, aunque Brasil está ganando puestos rápidamente. En caso de embargo petrolero, Israel siempre podría recurrir a su aliado americano, aunque la cuerda está cada día más tensa.
De hecho, Irán ya ha llamado a los países musulmanes para que acometan dicho embargo energético contra Israel. De paso, aprovecha para marcar territorio y enseñar los dientes ante su adversario directo, Arabia Saudí.
"Irán colabora con actores no estatales en Oriente Medio y, se beneficia de las contradicciones que existen en estas zonas de conflicto. Mediante su influencia, intenta avanzar posiciones como potencia de la zona. En ausencia de paz o de un proceso negociador real entre Israel y los palestinos, Irán aprovecha esa frustración y el sufrimiento que padecen los palestinos desde hace décadas", afirma Haizam.
Esta frustración es la que puede hacer que las operaciones de Israel para acabar con Hamás queden en papel mojado. Si surgen nuevos grupos terroristas como Hamás, de poco habrá servido todo el esfuerzo bélico y económico llevado a cabo por Netanyahu.
Los economistas de Bloomberg calculan que el petróleo podría alcanzar los 150 dólares por barril si se llega a un enfrentamiento directo entre Irán e Israel. Además del encarecimiento del petróleo, este escenario conllevaría unas pérdidas de un billón de dólares en todo el mundo y una recesión del 1,7%. Esta caída sería la peor desde 1982 sin contar con el impacto del Covid y con la crisis financiera. El impacto en la economía sería incalculable.