España no crecerá al 6% este año y el cuadro macroeconómico salta por los aires en un contexto marcado por una elevada inflación
La fuerte revisión del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre -del 2,8% inicial al 1,1%, la más abultada de la serie histórica- realizada esta semana por el Instituto Nacional de Estadística (INE) no sólo supone un varapalo a la confirmación de España como hipotética locomotora de la recuperación europea. Además del importante revés en la credibilidad de las más altas instituciones públicas españolas, también implica que las previsiones macroeconómicas de déficit público, deuda y creación de empleo van a saltar por los aires. Básicamente, porque el país no podrá crecer al 6%, como estaba previsto, en el conjunto del ejercicio.
La "brecha" de generación de riqueza de la economía española en el segundo trimestre, entre la primera estimación del 2,8% y la segunda del 1,1%, es de alrededor de 5.000 millones de euros, la distancia que hay entre los 297.000 millones previstos y los 292.000 millones corregidos por el INE. Además, esta revisión se suma a que la caída del PIB fue también más intensa de lo previsto en el primer trimestre. En vez de caer un 0,4%, el recorte fue del 0,6%. En síntesis, en la primera mitad del año, en vez de crecer un 2,4%, España lo hizo un 0,5%.
El objetivo, pues, de crecimiento del 6% parece alejarse, y mucho más, por tanto, el optimista 6,5% anunciado por el Gobierno en julio. En este escenario, nuestro país afrontará en las próximas semanas y meses una catarata de revisiones en los pronósticos de crecimiento previstos para este año, por parte de organismos oficiales como la Comisión Europea (CE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) o el Fondo Monetario Internacional (FMI). Al menor vigor económico se suma una inflación galopante en la que los costes energéticos amenazan con desdibujar cualquier atisbo de rebrote en sectores clave como el industrial, el comercio minorista o, incluso, el turismo.
Déficit superior al 9%
Un menor crecimiento del PIB implica una reducción de los ingresos por impuestos, mientras que el gasto público aumenta como consecuencia de la menor capacidad del sector privado para generar actividad económica. La reducción del desequilibrio de las cuentas públicas españolas recae principalmente en el ámbito de los ingresos, por lo que esta doble circunstancia es la receta perfecta para que el déficit público se sitúe, previsiblemente, más cerca del 9% a final de año que del 8,4% previsto. Y todo lo que el país no ingrese a través de impuestos, se convertirá en deuda pública al calor de la demanda ilimitada del Banco Central Europeo (BCE).
Cuanto menos crezca España, más déficit y más deuda tendrá el país, ya que el cuadro macroeconómico está realizado sobre una previsión de crecimiento del PIB del 6,5%. En síntesis, en igualdad de condiciones, si el numerador de la ecuación (los millones de euros de riqueza generados por nuestro país, que serán menores) disminuye y el denominador -endeudamiento o desequilibrio fiscal, por ejemplo- se mantiene estable, la ratio aumenta en todos los escenarios.
Puestos de trabajo
El Ejecutivo pronosticó a finales de julio que la tasa de desempleo se situará en el 15,2%, y esta es una de las pocas variables que la economía española sí podría conseguir cumplir. De hecho, la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre ya se situó prácticamente en este nivel, y la economía española ha seguido creciendo, aunque a menor ritmo, desde entonces.
No obstante, si la economía no crece más del 6%, perderá una importante capacidad de generación de puestos de trabajo y de reducción del desempleo. La subida del Salario Mínimo Profesional (SMI), que incide directamente en los costes laborales, tampoco ayudará a que las empresas contraten a más trabajadores.